Quien no piensa como yo es un mediocre y le hace daño al país, así razona el presidente de la República, Rafael Correa. No importa que ese “mediocre” esté en el lado de los sectores populares, o en el lado de la oligarquía, para él no hay diferencia. A estas alturas de su gestión, parece estar seguro de que él es quien personifica el cambio, y que todos los demás deben simplemente asumirse obedientes. Al menos así se interpreta su actitud frente al proceso de evaluación docente que lleva adelante el Ministerio de Educación.

Al igual que otros temas que han ocupado el interés nacional, para Correa éste se convirtió en un problema de orgullo personal. Es obvio que lo que dijo en la cadena nacional de radio y televisión del día martes 26 de mayo, no fue más que la respuesta visceral al fracaso que sufrió el proceso de evaluación en su inicio, el miércoles 20, en la Costa ecuatoriana, y que Correa había previsto que sería un éxito, minimizando la capacidad que la Unión Nacional de Educadores (UNE) tenía para incorporar a la mayoría de maestros a su llamado a la resistencia.

Se desencadena la rabia presidencial

El 90% de maestros no se presentó a las pruebas del Ministerio, lo cual desconcertó a un primer mandatario acostumbrado a que su palabra sea inapelable. La reacción presidencial fue una amenaza furibunda a los maestros: si no asistían a la segunda jornada serían destituidos de sus cargos. Dijo que ya había pedido 10 millones de dólares al Ministerio de Economía, de una partida extraordinaria (es decir que alguna actividad u obra se dejaba de financiar debido a esta decisión) para contratar a los nuevos maestros que reemplazarían a quienes no se presentaran a la segunda prueba. La UNE lo ha dicho claramente: el Presidente presionó, amenazó; y en esas condiciones nadie puede hablar de evaluación. Planteó el asunto como aquel inescrupuloso empresario que le obliga a su trabajador a hacer algo que va contra sus propios derechos laborales, bajo amenaza de despido. El país miró absorto una desafortunada actitud contra quienes han formado a generaciones enteras de ecuatorianos honestos y luchadores; no de tecnócratas egoístas, sino de profesionales comprometidos con su patria y con su pueblo.

Actitud por demás injusta, que llegó al extremo de acusar de corruptos a los dirigentes de la UNE. La pregunta obvia es: ¿ahora en el Ecuador corrupto es quien no concuerda con el Presidente? Queda claro que existe el grave riesgo de que el primer mandatario pierda toda perspectiva en el manejo del poder político, todo sentido común y consecuencia con lo que fueron los postulados por los que los pueblos del Ecuador lo hicieron presidente de la República.

¿Y la Constitución, señor Presidente?

Una demostración clara de lo errada e injusta que es la posición del Gobierno es que tanto el ministro Vallejo como Correa quieren pasar por sobre la Constitución aprobada recientemente por la mayoría de los ecuatorianos, y que ahora es la carta magna que todos, les guste o no, deben respetar. En esto el argumento de los dirigentes de la UNE es contundente.

La Constitución, en su artículo 346 no solo establece que el proceso de evaluación integral del sistema educativo lo hará un organismo autónomo y no el Ministerio como actualmente ocurre, sino que, en el artículo 349 garantiza a los docentes estabilidad, actualización, mejoramiento profesional, continuo, algo que no ha ocurrido todavía y por lo cual la evaluación, como está diseñada, se convierte en una violentación del derecho a capacitarse que los educadores tienen por mandato constitucional. Se destituiría a los maestros sin antes haberles permitido hacer uso de este derecho.

El argumento del Gobierno es: si tienen el título de maestros entonces deben estar en capacidad de responder a una prueba de estas características, en la que los más altos porcentajes serán los premiados, y los más bajos los sancionados. Esto deja en evidencia un pensamiento conductista: es un experimento tipo pabloviano, el estímulo es la plata, la respuesta esperada es una prueba de altos porcentajes, no un mejor maestro, sino simplemente una buena prueba. Y el castigo es el un año de capacitación que tiene el maestro como última oportunidad de pasar la prueba; es decir, la capacitación no se torna una oportunidad de mejorar, sino un castigo a un mal resultado.

La compulsiva política de las pruebas

El tema de qué significa evaluar ya lo hemos abordado en ediciones anteriores, por ello no abundaremos en el terma, pero es obvio que si el propósito es mejorar la calidad de la educación, una prueba no lo conseguirá, y el despedir a miles de maestros del sistema educativo tampoco.

Si esta enfermedad de comprobar la calidad de las personas a través de pruebas, de mediciones continúa, no cabe duda de que en algún momento la mayoría de profesionales que hemos luchado tanto para superarnos, pronto nos sentiremos lo peor del mundo, seres inservibles, desechables. Y que en el Ecuador, en lugar de promoverse el valor de la solidaridad, estas pruebas logren incentivar el contravalor de la competencia individualista, egoísta y desleal. Esa es la lógica darwinesca del capitalismo: solo el más fuerte sobrevive. Obviamente Darwin no pretendió con su teoría que así pensara la sociedad, sino que así se entendiera el desarrollo de las especies en la naturaleza en su proceso evolutivo, pero el gobierno quiere volver a esas viejas concepciones de la sociedad, ya superadas por la historia.

Laura Jarrín, en el editorial de la revista La Familia, dice: “en todo aprendizaje lo importante es aprender a aprender, por eso lo fundamental es enseñar destrezas que lleven a la investigación, a la actualización. Una prueba no es suficiente para establecer si un alumno, o un maestro, o un establecimiento educativo es mejor o peor, la formación, la educación es mucho más que eso”.

El profesor Jorge Piedra, presidente de la UNE de Pichincha, trae a colación un ejemplo de cómo es contradictoria y poco real la forma de razonar del Ministerio: “acaban de premiar en las pruebas “Ser” Ecuador, con el primer puesto, ni más ni menos que al Liceo Internacional, que tiene 12 sobre 20 en las pruebas de lenguaje y comunicación y Matemáticas”.

Maestros, las brujas de la nueva inquisición

Hasta ahora la humanidad recuerda con dolor y pánico las atrocidades de épocas pasadas, como en el siglo XVI, cuando determinadas concepciones eran impuestas a sangre y fuego. Qué pena que ese sentimiento inunde de nuevo al Ecuador. Todos hemos presenciado a través de la televisión, las miradas desesperadas de maestros y maestras que decían asistir a las pruebas que el Ministerio de Educación impuso, obligados, por miedo, presionados por sus familias que les reclamaban asistir para no tener que quedarse en el desempleo, para que no se los acuse de mediocres, de corruptos. Nunca como hasta ahora se había perseguido de manera tan injusta y desproporcionada a un sector tan prestigiado y querido como el de los maestros. Son generaciones de ecuatorianos, profesionales, trabajadores, que aún recuerdan con cariño y respeto a sus amigos, a sus segundas madres y padres, a quienes les enseñaron a vivir siendo dignos. Quienes nos guiaron por la vida para ser buenos seres humanos.

De concentraciones y marchas

Como una concentración contra la mediocridad, llamó el presidente de la República a la movilización convocada por él, en cadena de radio y televisión, en horario triple A, para el viernes 27 de mayo en Guayaquil. Según la dirigencia de la UNE, el resultado fue otro fracaso para el Gobierno: “una concentración de apenas dos cuadras, en una ciudad que se ha movilizado masivamente en otras ocasiones, y luego de una convocatoria directa del jefe de Estado, y con todo un aparataje estatal, tanto institucional como de medios de comunicación puesto en marcha, lo que se evidencia es que la concentración fue un fracaso”, dijo Wiliam Pazmiño, presidente de la UNE de Guayas.

El Consejo Nacional de la UNE se reunió el primero de junio para evaluar la situación y resolver nuevas medidas. Para el 5 de junio está convocada una marcha en todas las capitales de provincia del país, y el 24 del mismo mes, en la ciudad de Guayaquil, se realizará una gran marcha nacional, que no tendrá necesariamente el propósito de medir, en cantidad, el poder de convocatoria con el régimen, sino más bien el de demostrar la unidad del magisterio en torno a la resistencia planteada.

La disputa en el tema de la evaluación se ha tornado el hecho político más trascendente, pues coloca a las fuerzas revolucionarias de izquierda en confrontación con las posiciones reformistas y más conservadoras del régimen. Puede volverse un hecho que desencadene nuevos escenarios y correlación de fuerzas, nuevas definiciones en general. El cambio necesariamente debe transitar por estos caminos. Lo importante será que los pueblos y las fuerzas de izquierda se unifiquen y avancen, no se detengan, avancen…