Natalia Ruiz Díaz / IPS

La Asunción, Paraguay. Una larga sequía deja a las comunidades indígenas del Chaco paraguayo al asecho del cólera. La falta de agua potable pone en riesgo la salud de alrededor de 6 mil familias campesinas, cifra que va en aumento a medida que transcurren los días.

El primer rebrote de cólera se registró en marzo, en la zona central de la región occidental del país, y afectó a cinco personas, cuatro de ellas de una misma familia de la comunidad Ayorea Ebotogue, cercana a Filadelfia, capital del departamento de Boquerón, ubicada a 450 kilómetros de Asunción.

Ninguno de ellos tuvo derivación fatal, porque fueron controlados, informaron las autoridades sanitarias el 20 de abril pasado. No obstante, los afectados podrían estar expuestos a una recontaminación, debido a la carencia de agua potable.

“La consigna es potabilizar el agua para evitar que haya un brote epidémico”, dijo a IPS Iván Allende, director de Vigilancia de la Salud del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social.

Datos de la Organización Panamericana de la Salud indican que Paraguay registró tres casos en 1993 y cuatro en 1996, una infección intestinal causada por el agua contaminada y cuyos síntomas son diarrea crónica y vómito que llevan a una grave deshidratación y hasta pueden provocar la muerte.

Hoy, las acciones emprendidas desde las instituciones estatales apuntan a evitar el agravamiento de la crisis del agua en el Chaco, pero la persistente falta de lluvias deja a la región en total estado de vulnerabilidad. La disponibilidad de agua dulce por persona en Paraguay es de aproximadamente 60 mil metros cúbicos al año, una de las más altas del mundo, así como su demanda y su deterioro por la contaminación.

“La variación temporal y espacial de la disponibilidad del agua, de sus usos y necesidades, es muy grande por lo que existen zonas vulnerables. Un ejemplo es el Chaco, que cada año sufre desabastecimiento”, señala el informe Usos y gobernabilidad del agua en el Paraguay, publicado en 2006 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.

A escasos 45 kilómetros de la capital del país, la señora Eugenia recorre un tajamar que se encuentra prácticamente seco.

Es uno de los tres reservorios de agua (dos están secos) con que cuenta la comunidad Toba Qom Rosarino, en la compañía Cerrito, departamento de Presidente Hayes.

La comunidad está integrada por 145 familias, quienes en estos días reciben agua potable gracias a las cañerías instaladas desde un tanque situado en una comunidad vecina.

“No usamos el agua que queda en este tajamar porque es mala. Ahora dependemos de nuestros vecinos, pero hay veces que se suspende el agua por días o tampoco es buena”, explica Eugenia, madre de siete niños. Alrededor de 120 niños y niñas habitan esta comunidad.

Esta situación se agrava aún más a medida que se penetra el territorio chaqueño. El déficit más agudo de precipitaciones en el país se verifica regularmente entre julio y octubre, y en la región occidental es de carácter grave.

Desde 2000 se registraron menos cantidad de precipitaciones en época de lluvia, que va de octubre hasta abril, periodo denominado de recarga para afrontar la época normal de sequía, en la que se aprovecha el agua acumulada.

“Últimamente, en la época de recarga no se acumula suficiente lluvia para la época de sequía. Esto se observa en el comportamiento pluviométrico del Chaco”, dice a IPS Max Pastem, jefe del Departamento de Climatología de la Dirección Nacional de Meteorología.

La región chaqueña posee un régimen pluviométrico que desciende hacia el oeste y donde el clima varía desde el subhúmedo seco o sabana tropical al semidesértico o estepa tropical en la misma dirección.

“La zona más seca del país es el oeste del Chaco”, sostiene Pastem. Los pronósticos para junio indican lluvias de normal a ligeramente inferior a lo normal.

“Pero sucede que en estos meses la lluvia es baja ya en esa zona. Por más que llueva no se podrá paliar el déficit marcado desde octubre del año pasado” a mayo, subraya. Desde principios de año, los líderes indígenas, especialmente de las comunidades ubicadas en el Chaco central, no cesaron en sus reclamos.

“Ya no llueve, ya no hay agua. Nuestra mayor preocupación es la salud, porque tampoco tenemos alimentos. Necesitamos agua, alimentación y medicamentos”, indica a IPS Félix Navarro, líder de la aldea Caroa’i, de La Patria, a 100 kilómetros de Asunción.

Para el líder indígena, la zona en la que se halla la comunidad, donde también se encuentran otras 15 aldeas asentadas en 22 mil 500 hectáreas, es de difícil acceso. “Los servicios llegan a las aldeas que están cerca de la ruta y no a las otras, porque están más escondidas”.

El Censo Nacional Indígena de 2002 contó 87 mil 99 indígenas en Paraguay, que equivalían entonces a 1.7 por ciento de la población total del país. Casi la mitad de ellos habitan la región occidental.

Esta sequía atípica arroja, además, grandes pérdidas económicas en el sector agropecuario. Los ganaderos soportan escasez de alimento para sus animales y las pérdidas de cultivos llegan hasta 85 por ciento respecto de la zafra anterior en la zona.

“Nosotros trabajamos en apicultura y agricultura. Pero ahora, nuestros cultivos ya se perdieron”, dice Navarro.

Las comunidades nativas cultivan por lo general poroto (frijol), sandía, zapallo (calabaza), batata (papa). Pero la falta de lluvias hace que la tierra no se recupere.

El gobierno paraguayo de Fernando Lugo decretó el 17 de abril el estado de emergencia en las comunidades indígenas Xamok Kasek y Kelyenmagategma, ambas del pueblo Enxet, que habitan en el departamento de Presidente Hayes. La disposición implicó la provisión de atención médica y alimentaria a las familias de esas comunidades.

En ese marco, la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) reportó el 24 de abril el traslado y distribución de más de 1 millón de litros de agua en lo que va del año en 42 comunidades o aldeas del territorio chaqueño, para alrededor de 1 mil 600 familias.

Hace dos semana “hablábamos de 3 mil familias a ser asistidas, hoy tenemos que hablar de 6 mil familias que están solicitando el traslado y distribución de agua, porque las condiciones van empeorando”, informa a IPS Aldo Saldívar, jefe de operaciones de la SEN.

Explica que el operativo de contingencia de agua abarca todo el Chaco, en tanto que la declaración de emergencia emitida es para la ayuda humanitaria a las comunidades señaladas.

“El Estado asiste cuando la situación es extrema, cuando se producen muertes por consumo de agua contaminada. Recién ahí reacciona”, se queja ante IPS Ricardo Morínigo, de la organización indigenista Tierraviva, que se ocupa de la defensa de los derechos indígenas, en especial, el derecho a la territorialidad.

“Si el cólera llegara a extenderse, pese a que los funcionarios de salud aseguran que se trata de un brote controlado, causaría la muerte de muchísimas personas”, asegura Morínigo, al tiempo que indica que en la actualidad niños, niñas y ancianos indígenas mueren a causa de diarrea y vómitos.

La urgencia instalada en el Chaco forma parte de la quebrantada situación sanitaria del país, que en la actualidad también afronta la epidemia de dengue, con más de 1 mil 500 casos confirmados en diferentes zonas del territorio nacional. A esto se añade la reciente declaración de alerta por riesgo de la gripe porcina.