El ciudadano Luis Alberto Salgado, candidato a la secretaría general del Partido Aprista fue expulsado pocos días atrás de esa colectividad. Se arguye como justificación, sin haber requerido su testimonio, es decir, como ocurre en cualquier juicio ordinario e imparcial, sus declaraciones al diario La Primera. ¿Desde cuándo están prohibidas las manifestaciones y opiniones que ampara nada menos que la Constitución del Perú? Como antes LAS había estado en el programa de César Hildebrandt, El Perro del Hortelano y semanas previas hizo algo similar Jesús Guzmán Gallardo, emitiendo expresiones durísimas (“hace mucho tiempo que el señor Alan García dejó de ser aprista”), hay que concluir que aquí actúa una “justicia” tuerta y despreciable.
¿Puede pasarse por alto lo que está ocurriendo al interior del Partido Aprista? Me temo que eso no es posible, sobre todo, cuando hay un cúmulo de monstruosidades antidemocráticas, totalitarias, asesinato masivo de cualquier derecho humano y que tiene en LAS al protagonista involuntario de mediocridades y envidias como miedos cervales de que su trabajo político siguiera ganando adeptos a lo largo y ancho del país y en carrera, como se ha dicho, hacia la secretaría general. ¿O creerán los ingenuos que sólo se violan los derechos humanos cuando alguien va al calabozo?
La interrogante de cualquier lector es muy simple: si Jesús Guzmán fue mucho más allá en sus declaraciones públicas, tanto en El Perro del Hortelano cuanto que también en La Primera pero a él no lo expulsan, algo debe estar ocurriendo, raro y tremebundo, porque a LAS simplemente ¡lo botan sin escucharlo siquiera! ¿O también estaban aterrorizados de no poder responder la andanada lógica, jurídica, política, imbatible, de que hubiera hecho gala con pasión militante, Salgado? Ninguno de los ramplones anónimos que echan a LAS tiene lustre propio y no sale del circunscrito y humillante papelón de testaferros, simples eslabones de quienes tiran la piedra y esconden la mano.
Si, como viene dibujándose en el panorama, los derechos humanos de LAS están siendo aplastados por una maquinaria presa de su miopía tuerta ¿no existe la genuina aspiración a escuchar la protesta, en otros casos hasta escandalosa, de las entidades que dicen defender esos mismos derechos humanos? ¡El hecho no está ocurriendo en Marte o en Ganímedes! ¡Es aquí y ahora y con nombres y apellidos!
¿Puede LAS exponer su caso ante los tribunales internacionales? Sin duda que sí. Los fanales negros que alumbran la nula inteligencia de esos jueces cretinos no han mensurado lo que significa que un genuino defensor de los derechos humanos denuncie que los suyos están siendo aplastados por la administración del señor Alan García Pérez. ¿Recordarán aquellos lo que sucedió sangrientamente en Bagua y cómo la opinión pública mundial ha censurado al régimen? Los derechos humanos no deben ser sólo pretexto de mercenarios que viven a costa de buenos negocios propagandísticos, sino ejercicio leal y firme de defensa de la persona humana al margen de su militancia, credo, posición social o raza.
Si hay algo que ha destrozado el fallo que expulsa a LAS del Apra, es cualquier principio de equidad o buen juicio. ¿Qué espera Jesús Guzmán Gallardo, también candidato a secretario general, para reclamar su expulsión? Sería otro lauro a su larga trayectoria de militante aprista desde hace más de 50 años.
Y me preocupa esa miopía mediática tan estentórea: a LAS se expulsa por sus declaraciones impresas en blanco y negro por La Primera, pero no se dice ni se alude a su presentación en el importante programa de César Hildebrandt, El Perro del Hortelano. ¡A eso se llama discriminación con la prensa televisiva!
Pregunté días atrás por la participación del presidente Alan García en el enojoso, absurdo y cretino intríngulis. A nadie, en su más optimista visión, se le ocurriría presumir que Mauricio Mulder posee tanta velocidad de crucero y para un asunto tan delicado. Habría que preguntarle al mismo secretario general cuyo mandato feneció en junio del 2006 (¡hace 3 años!) si se siente feliz por haber actuado de guillotina con quien le enseñó qué era aprismo en la universidad, doctrina política de la que no tenía la más mínima idea antes. C’est la vie!
Cualquier “justicia” tuerta siempre será despreciable.
¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!
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