A pedido del presidente Barack Obama, se disparó otro tiro a favor de la injusticia, para vergüenza de la humanidad.

Esa supuestamente benévola característica de estadista, con mirada a larga distancia, que se pretende atribuir al actual presidente de Estados Unidos, para hacer un futuro diáfano y humanístico, no es más que una inconfesable intención de dejar el pasado donde se prefiere que quede: muerto y olvidado. La invitación a mirar no más que el futuro indescifrable conlleva, reafirmamos, no sólo pasar la historia a degüello, sino –en el vértigo de nuevas injusticias- atropellarse el presente; como si nada.

De ahí que suenen exactas las palabras de Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, cuando hace poco más de un mes citando al filósofo danés Soren Kierkegaard, decía: “La vida se vive hacia delante, pero se entiende hacia atrás”.

Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González, han sufrido hasta aquí, después de casi once años en diferentes prisiones de Estados Unidos, torturas físicas y síquicas, llevadas a cabo con la finalidad de que se confesaran culpables de delitos que jamás cometieron: por ejemplo, “preparar actos terroristas contra Estados Unidos”, algo que nunca se probó en ninguna instancia judicial y que, en su momento, año 2005, obligó a la Corte de Apelaciones del Onceno Circuito de Atlanta, a revocar por unanimidad las condenas y a ordenar un nuevo juicio: admitiendo, entre otras cuestiones, una para nada menor al reconocer los argumentos de la defensa de Los Cinco, quienes demostraron la existencia de planes terroristas para atentar contra Cuba.

Los Cinco, recordamos, contaban con esos elementos y lo hicieron saber, en su momento, al gobierno de Estados Unidos, al que, además, lo informaron de posibles actos terroristas dentro de ese país, por parte de conspicuos mafiosos de la comunidad cubano americana, con sede principal en Miami y base de operaciones en otras ciudades del mundo.

En un proceso judicial viciado de nulidad, por donde se lo analice, los grupos de presión cubano americano –apelando a persecuciones, amenazas, atentados- vienen desplegándose mediáticamente, con un arsenal más que importante: ejerciendo, subliminalmente o a cara descubierta, una sostenida operación tenaza sobre abogados, secretarios de juzgados y jueces.

Y no todo lo que ejecutan refiere a la muerte: sus actividades de enorme influencia en las llamadas “administraciones gubernamentales” cortan o agilizan ascensos en las carreras de magistrados. De eso también se trata. Por lo cual el juicio se asemeja a una farsa, pero más que eso: forma parte de la sostenida e interminable guerra contra Cuba.

Las afrentas a Los Cinco antiterroristas cubanos y a sus familias –víctimas de diversas vejaciones y de violaciones a sus derechos humanos, por parte de la justicia yanqui y de sus instrumentos represivos, se inscribe en la larga guerra contra un pueblo al que Estados Unidos no encuentra la forma de domesticar, de derrotar. Ni con el garrote, ni con la zanahoria.

Y eso, frente a las ilusiones que origina la “Obamamanía”, molesta a los tontos que creen ver en el juego de “una de cal y otra de arena” una salida negociada, aunque ello implique que Cuba se ponga de rodillas, aunque más no fuere un poco. Al fin de cuentas Obama no es Bush y Cuba –muy especialmente Fidel- debería entrar en razones: abdicar ante el imperio y renunciar a la verdad y la justicia.

Detalles que, en sociedades sin principios ni dignidad, ya se hubiesen canjeado por un plato de frijoles.

Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP).