Ciertamente, y a pesar de la condena global sin precedentes, los golpistas hondureños se empecinan en sus brutales posiciones, y ya existen crecientes evidencias de que nunca actuaron solos.

Si se mantienen aún en sus trece, es porque oscuros intereses foráneos apuntalan sus posiciones como parte de los designios globales imperiales.

Ahí están el regocijo y las maniobras de apoyo y reconocimiento público a los usurpadores hondureños orquestadas por influyentes organizaciones ultraderechistas norteamericanas y las invitaciones cursadas por el secretario republicano John McCain a los golpistas.

Incluso, hasta las ridículas sanciones monetarias propuestas por Ileana Ros-Lehtinen a la OEA, a la que dejó de percibir como el servil instrumento de la Casa Blanca en esta parte del mundo.

Todo en medio de una política oficial de la Casa Blanca que no ha rebasado los términos formales y puramente retóricos y que, incluso, al decir de Hugo Chávez, ha sentado el peligroso precedente de convocar pretendidas mediaciones y negociaciones entre los violadores de la ley y las víctimas.

Porque, ciertamente, el controvertido diálogo de Costa Rica tiene más visos de ilegalidad y pasatiempo que de buenas intenciones.

Con más razón cuando la promotora, la secretaria de Estado Hillary Clinton, no habló de exigir incondicionalmente, como corresponde, el retorno de la constitucionalidad en Honduras, sino de un intercambio donde ambas partes “admitan sus respectivas culpas y lleguen a un arreglo.” Y eso es reconocerle legitimidad a la acción golpista.

Lo cierto es que ya hay indicios, ha dicho el presidente bolivariano, de una actividad militar sospechosa en la región, y del reverdecimiento de las intenciones subversivas entre grupúsculos castrenses y sectores oligárquicos en otras zonas, donde avanzan proyectos económicos, sociales y políticos para nada convergentes con los planes hegemónicos de la ultraderecha norteamericana.

Lo ocurrido en Honduras podría catalogarse como suerte de balón de ensayo imperial-oligárquico, que en tanto saca de juego a un gobierno constitucional con empeños a favor de las clases populares, sirve a los poderosos para calibrar hasta dónde pueden llegar en sus actos agresivos y qué modalidades asumir para, una vez realizadas sus criminales aventuras, perpetuarlas y extenderlas.

Agencia Cubana de Noticias