Ali Abunimah

En su importante discurso político del 25 de junio pasado, Khaled Mechaal, jefe del buró político del Hamas, trató de lograr lo imposible: presentar a la organización de resistencia islámica palestina como un interlocutor favorable al proceso de paz que propone Estados Unidos y mantenerse fiel, al mismo tiempo, a los principios y bases del movimiento político.

A ese dilema se han visto confrontadas en algún momento todas las direcciones palestinas, e incluso casi todos los movimientos de liberación. Se trata de una alternativa, como ha señalado el politólogo Tamin Barghuti, entre reconocimiento y legitimidad. Según Barghuti, al verse ante ese dilema, la vieja guardia de la dirección de la Organización de Liberación de Palestina (OLP) prefirió el reconocimiento y perdió su legitimidad, lo cual abrió el camino a la aparición del Hamas. Y ahora le toca al Hamas: el precio que Estados Unidos y sus aliados exigen para aceptar al Hamas como interlocutor es el abandono de los mismos principios que sirvieron de base al movimiento para construir su apoyo popular.

El discurso de cerca de una hora que Mechaal dirigió «al pueblo palestino y al mundo» fue presentado como una respuesta a los discursos del presidente Obama en El Cairo [1] y del primer ministro israelí Netanyahu, pronunciado a mediados de junio [2].

En su discurso del Cairo, Obama llamaba a estadounidenses y musulmanes a implicarse en «un esfuerzo sostenido por escucharse unos a otros; por aprender unos de otros; por respetarse unos a otros, y por buscar un terreno común». Si habla en serio, él mismo tendrá –al igual que los demás– prestar atención a lo que dice el Hamas ante auditorios internos, regionales e internacionales. Los objetivos de Mechaal –muy firmes– eran demostrar que su movimiento está dispuesto a relacionarse con Estados Unidos, a establecer límites, a tranquilizar a los partidarios del movimiento y a los palestinos en general y a ocuparse de las disensiones internas palestinas.
En primer lugar, el discurso buscaba presentar al Hamas como un movimiento nacionalista cuyo carácter islamista responde a un gran consenso palestino. Mechaal transmitió un mensaje explícitamente ecuménico contrarrestando así los reclamos de naturaleza exclusivamente judía de Netanyahu sobre el suelo palestino. Según Mechaal, las raíces palestinas tienen miles de años «en este país bendito de profetas y mensajes, del ascenso nocturno [de Mahoma], de los lugares santos musulmanes y cristianos –mezquita de al-Aqsa o Cúpula de la Roca, iglesias de la Natividad y del Santo Sepulcro».

De forma más general, Mechaal trató de describir a los musulmanes como representantes de los verdaderos valores que los occidentales dicen apreciar al máximo y de disociar al Hamas de comparaciones caricaturescas, como con los talibanes. «Nosotros [los musulmanes] somos quienes trajimos al mundo la ciencia, la civilización, la cultura y los grandes valores humanitarios, valores como la justicia, la libertad, la igualdad, la compasión y la tolerancia, y los valores de interacción, no de confrontación, entre las civilizaciones», declaró Mechaal.

Se regocijó por el «cambio de tono» del presidente Obama pero subrayó varias veces que sólo un cambio de política podrá ser tomado en cuenta. Interpretó sin embargo el nuevo tono como el resultado de «la tenaz perseverancia del pueblo de la región, que resiste en Palestina, en el Líbano, en Irak y en Afganistán». Según Mechaal, esa resistencia dio al traste con los planes de la administración del ex presidente George W. Bush tendientes a dominar la región, y obligó así a los electores estadounidenses a buscar otra vía para sacar a su país de crisis y empantanamientos cada vez graves.
Criticó a los líderes que han «promovido y propagandizado» las políticas de Bush. «Si el pueblo de la región los hubiese escuchado, dice Mechaal, quizás hubiera triunfado la política de Bush y de los neoconservadores y la situación de la región sería inimaginablemente peor». Mechaal expresó el escepticismo ambiente, aunque esperando quizás que las promesas de Obama valgan más que los discursos similares de la administración Bush sobre Palestina.
En respuesta a la lección de historia de Obama, Mechaal no trató de negar el Holocausto nazi sino de apropiarse de él. Exhortó a Obama a reflexionar detalladamente sobre «los sufrimientos de los judíos y su Holocausto en Europa, sin ignorar nuestros sufrimientos actuales y el holocausto israelí contra nuestro pueblo palestino, que continúa desde hace varias décadas».
Subrayó que aunque los palestinos no han oído hasta ahora más que palabras, están dispuestos a juzgar a Estados Unidos en base a sus actos, que debieran «comenzar por la reconstrucción de Gaza y el levantamiento del bloqueo, [por] el fin de la opresión y de la presión de la seguridad en Cisjordania, permitiendo concretar una reconciliación palestina sin presiones ni interferencias externas».

Lo «único» que pudiera convencer a los palestinos, a los árabes y los musulmanes, afirmó Mechaal sería «una voluntad y verdaderos esfuerzos estadounidenses e internacionales por poner fin a la ocupación y eliminar la opresión que pesa sobre nuestro pueblo, permitirle ejercer su derecho a la autodeterminación y la realización de sus derechos como nación». Si la administración Obama toma esa iniciativa, agrega Mechaal, «entonces nosotros mismos y todas las fuerzas de nuestro pueblo estaremos listos a cooperar con ella y con todo esfuerzo internacional en ese sentido».
«El nuevo discurso [de Obama] hacia el Hamas, subrayaba Mechaal, es el primer paso en la dirección correcta hacia un diálogo directo sin condiciones». En ello reside el punto crucial. La negociación con el Hamas, dice Mechaal, debe basarse en el reconocimiento de su mandato democrático y no en la imposición de condiciones arbitrarias como las del Cuarteto, que llaman al movimiento a reconocer a Israel, a renunciar a la violencia y a reconocer los acuerdos ya firmados.

Mechaal reafirmó los lineamientos políticos del Hamas conservando, sin embargo, un sentido de la flexibilidad. En particular:
 rechazó el Estado palestino delineado por el líder israelí como «una entidad deforme, una enorme prisión destinada al encarcelamiento y el sufrimiento, y no como la casa nacional que un gran pueblo merece.
 rechazó la exigencia de Israel de que se le reconozca como un «Estado judío» y lanzó una advertencia en cuanto a toda complicidad árabe o palestina «porque ello significa suprimir el derecho al retorno de 6 millones de refugiados, y la expulsión por la fuerza de nuestro pueblo de sus ciudades y aldeas en los territorios de 1948 [ciudadanos palestinos de Israel]». Esa exigencia de Israel, estimó Mechaal, no es diferente a las demandas racistas que plantearon los nazis y la Italia fascista.
 reafirmó la anterior aceptación por parte del Hamas del «programa que representa las exigencias mínimas de nuestro pueblo» para «el establecimiento de un Estado palestino cuya capital es Jerusalén con total soberanía sobre las fronteras del 4 de junio de 1967, después de la retirada de las fuerzas ocupantes y del desmantelamiento de todas las colonias, y la aplicación del Derecho al Retorno».
 reafirmó que «el Derecho al Retorno de los refugiados a la tierra de donde fueron expulsados en 1948 es un derecho nacional y un derecho individual que tienen en lo personal» los refugiados, derechos a los que «ningún líder ni negociador puede renunciar o transigir».

Mechaal dio también una respuesta matizada al llamado de Obama a los palestinos para que éstos abandonen «el punto muerto» de la violencia y adopten una no violenta de resistencia. «Reafirmamos nuestra adhesión a la resistencia como opción estratégica para liberar a la patria y restaurar nuestros derechos», dijo Mechaal, quien citó la resistencia armada en Europa contra la Alemania nazi, la resistencia estadounidense contra el yugo británico y las luchas anticoloniales en Vietnam y Sudáfrica como precedentes para los palestinos.

«La resistencia no violenta es apropiada en una lucha por los derechos civiles», argumentó Mechaal, «pero cuando se trata de una ocupación militar con uso de armas convencionales y no convencionales, sólo es posible enfrentar esa ocupación mediante la resistencia armada». Los palestinos se han visto obligados a tomar las armas, dijo Mechaal. Aunque también puede haber dejado entrever que si los palestinos cambian la definición de su lucha para verla como una lucha por los derechos civiles, también pudieran cambiar los medios utilizados en la resistencia.

«La resistencia es un medio, no un fin», dijo Mechaal, «y no es ciega. En efecto, ella percibe los cambios que se producen». Sin embargo, aunque defendió firmemente el derecho a la resistencia armada –e incluso amenazó con la realización de nuevas operaciones tendientes a tomar prisioneros israelíes, si ésa resulta ser la única posibilidad de obtener la liberación de los prisioneros palestinos–, Mechaal reconoció la validez de otras formas de lucha. Llamó a fortalecer la solidaridad palestina, árabe e internacional, específicamente mediante la realización de esfuerzos sostenidos por romper el bloqueo contra Gaza, oponerse al muro del apartheid y a las colonias e impedir las destrucciones de casas así como la «judaización» de Jerusalén.
Para los líderes del Hamas, los riesgos que implica el someterse a las condiciones previas que plantea Occidente resultan simplemente evidentes cuando se analiza la trayectoria de la Organización de Liberación de Palestina, que reconoció a Israel en 1993, renunció a la lucha armada y firmó los acuerdos de Oslo. Desde entonces, explica Mechaal, la ocupación y la opresión se han agravado mientras que el número de colonias israelíes y de prisioneros palestinos va en aumento.

Como dijo Mechaal, «Esas condiciones nunca se acaban. Cuando los negociadores palestinos aceptan una, se imponen nuevas condiciones. Por ejemplo, al principio la condición fue el reconocimiento de Israel. Ahora es el reconocimiento del carácter judío de Israel. Después, que Jerusalén es su eterna capital, renunciar al Derecho al Retorno, aceptar que se mantengan los bloques de colonias. Luego, que [los palestinos] no sólo tienen que abandonar la resistencia sino que son ellos mismos quienes tienen que dedicarse a oprimir, perseguir y desarmar a la resistencia».

Este último punto era una referencia a la campaña de arrestos en Cisjordania y a lo que Mechaal designaba como «otras medidas de opresión emprendidas por la Autoridad [Palestina] y el gobierno de Salam Fallad y sus fuerzas de seguridad bajo la supervisión del general americano [Keith] Dayton». Mechaal presentó esa cooperación, actualmente en marcha, entre las fuerzas de seguridad de Ramallah, Israel y Estados Unidos como el principal obstáculo para las conversaciones palestinas de reconciliación en El Cairo, que tienen como objetivo restaurar una dirección nacional unificada.
Cuando el Hamas ganó las elecciones legislativas del año 2006, la administración Bush emprendió un programa supervisado por el general Keith Dayton para armar y entrenar milicias antiHamas directamente controladas por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. La campaña iba acompañada de lo que el Hamas y algunos grupos describían como una represión sistemática contra políticos, profesores, obras de caridad y periodistas sospechosos de simpatizar con el Hamas o de tener vínculos con ese movimiento. El Hamas tomó a menudo represalias arrestando a individuos vinculados a Al Fatah en la franja de Gaza. Durante las últimas semanas, las milicias que supervisa Dayton mataron a varios miembros del Hamas en Cisjordania, aparentemente cuando trataban de arrestarlos. Mechaal llamó inteligentemente la atención sobre las fuerzas externas que exacerban las divergencias entre los palestinos –y sobre lo poco que han cambiado las cosas desde la época de la administración Bush– «exhortando a Obama a retirar a Dayton de Cisjordania y a mandarlo de regreso a Estados Unidos, conforme al nuevo espíritu de cambio».

A lo largo de su discurso, Mechaal trató de tranquilizar a los palestinos en cuanto a que el Hamas no renunciará a sus principios esenciales a cambio de reconocimiento y poder. «El país es más importante que la autoridad, y la liberación está primero que un Estado», dijo en un momento dado, y «ninguna dirección palestina tiene derecho a renunciar a los derechos nacionales palestinos a cambio de un reconocimiento».

Algunos palestinos temen que, a pesar de esas garantías, el Hamas haya emprendido ya el rumbo contra el cual se pronunció Mechaal. En cuanto al riesgo de convertir en algo inútil los sacrificios que los palestinos han realizado ya, especialmente en Gaza, Haidar Eid, analista independiente en Gaza, escribía antes del discurso de Mechaal que algunas de las primeras respuestas entusiastas del Hamas al discurso de Obama en El Cairo, al igual que la aceptación de la solución de los dos Estados, eran síntoma del «comienzo de un proceso de deterioración –incluso de “osloización”– no sólo en el plano de la retórica sino también en el de la acción». Este autor ha oído expresar los mismos temores por parte de los palestinos de Cisjordania y, recientemente, en Amman. Como muchos palestinos estiman que una generación anterior de jefes de la resistencia dio la espalda a los intereses y derechos más fundamentales de su propio pueblo –mientras decían que trataban de hacerlos respetar– esos temores están muy lejos de ser poco frecuentes o irracionales.

Según otro análisis que actualmente circula sobre el cambio del Hamas, éste último ha aceptado la posición del «consenso» palestino sobre la solución de los dos Estados para cada palmo de los territorios ocupados en 1967, con abandono de todas las implantaciones y Derecho al Retorno. Pero el movimiento sabe que ningún posible acuerdo de paz proveniente de una iniciativa de Obama logrará alcanzar las condiciones mínimas y que si, al cabo de 2 años de negociaciones, Abbas y el ex primer ministro israelí Ehud Olmert no pudieron ponerse de acuerdo ni siquiera en cuanto a las líneas generales de un posible acuerdo, las posibilidades de acuerdo con un gabinete Netanyahu-Lieberman son más remotas aún. En ese contexto, el Hamas no tiene necesidad de cerrar el camino a una solución de dos Estados ya que esta va a fracasar de todas formas. Sin embargo, al decir que estaría dispuesto a aceptar ese mínimo resultado, el movimiento estaría evitando que se le pueda hacer responsable del fracaso y tendría una disculpa para su adhesión a la resistencia.

Lo que sí sabemos con certeza es que los dirigentes del Hamas, y los palestinos en general, están sometidos a una presión muy fuerte –ocupación, bloqueo, mortíferos cercos, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados por Israel– y que la gran mayoría sigue sin someterse a las condiciones de Israel. Pero al subrayar el papel de la resistencia y de la lucha por la liberación, el Hamas no ha ofrecido una idea clara de lo que representa la liberación sino la visión, poco convincente y cada vez menos realista– de la solución de los dos Estados (sin entrar a mencionar su larga Carta, ya obsoleta y tantas veces citada, que no ofrece pistas en cuanto al pensamiento actual del movimiento).

El discurso de Mechaal confirma el cambio a largo plazo del Hamas, que lo aleja de la retórica islámica y lo acerca al discurso nacionalista palestino dominante. Indica que el Hamas es muy sensible al sentir de la opinión pública internacional y palestina y que está conciente de que los palestinos tienen que instaurar una verdadera solidaridad internacional en el marco de una estrategia tendiente a eliminar el evidente desequilibrio de fuerzas frente a Israel. Pero no está dispuesto a tratar de obtener reconocimiento a cualquier precio. Todos estos factores tienen implicaciones en cuanto al mensaje y los métodos del movimiento.

Lo anterior abre el camino a la apertura de un urgente debate entre palestinos sobre lo que debiera ser esta visión futura y sobre el papel que debiera desempeñar la resistencia, en todas sus manifestaciones legítimas. Ningún grupo de dirigentes, ni del Hamas ni de ninguna otra organización, puede ni debe cargar por sí solo con la responsabilidad de restaurar los derechos de los palestinos. El Hamas, al igual que otras organizaciones palestinas, no puede ser otra cosa que un guardián de los derechos fundamentales en la medida en que él mismo es parte de un movimiento más amplio que se moviliza, en Palestina y a través del mundo, para garantizar la defensa de esos derechos.

Y si los posibles interlocutores del Hamas buscan sinceramente la manera de reconocer el mandato democrático del movimiento sin tratar de obligarlo a perder su legitimidad, el hecho es que ya hay precedentes [a los que remitirse]. El Congreso Nacional Africano, en Sudáfrica, y el Ejército Republicano Irlandés fueron capaces de participar en fructíferas negociaciones políticas que sacaron a sus países de desastrosos puntos muertos, tanto en lo político como en lo militar, sin tener que someterse a condicionamientos previos inaceptables. Aquello exigió una dosis de liderazgo, de previsión y de coraje político que ha brillado por su ausencia en las negociaciones internacionales con el Hamas.

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Marie Meert (Info-Palestine.net).

[1«Discours de Barack Obama à l’université du Caire», Réseau Voltaire, 4 de junio de 2009.