Por: Tatiana Carcelén

La nueva propuesta para formar profesionales por competencias, que pretende aplicarse en las instituciones de educación superior, especialmente en la Universidad Central del Ecuador, ha creado inquietud dentro de la comunidad universitaria, pues según los estudios y alcances de los diferentes catedráticos, este tipo de formación en lugar de lograr un avance puede culminar en un retroceso.

Pero ¿Qué son competencias? Este termino tiene varias acepciones que van desde el aspecto: biológico, lingüístico, hasta el pedagógico, coincidiendo en que son un “Conjunto de patrones de conducta que la persona debe llevar a cabo para rendir eficientemente en sus tareas y funciones”, como lo puntualiza Richard Boyatzis.

Con este antecedente, el Dr. Marcelo Andocilla, catedrático universitario, nos explica que en el aspecto educativo, “las competencias están establecidas como una serie de habilidades que deben ser determinadas durante el proceso formativo, pero que éstas no devienen de la necesidad académica de la formación de estudiantes, sino de las necesidades del mercado laboral”, es decir, las empresas exigen al profesional cierta experiencia en una tarea específica, para ser catalogado como eficiente en su trabajo, convirtiendo este proceso en algo meramente mecánico, dejando a un lado el aspecto humanístico.

En su ensayo titulado: “Caballo de Troya”, Andocilla clarifica con ejemplos claros las repercusiones que este proceso traería a las universidades, pues a pretexto de que la globalización ha cambiado al mundo laboral, se pretende desligar el conocimiento de las habilidades que están estrechamente ligadas, situación que a criterio del catedrático no es correcta, pues: “el estudiante necesita una formación técnica pero complementada con una formación científica y humanística; mientras que las competencias solamente permiten darle una parte de la formación técnica, pero no la formación integral de analizar los fenómenos e interpretarlos desde el punto de vista de las concepciones humanistas de la filosofía”.

Aspectos que no sólo afectan a la formación profesional del estudiante, sino también a su formación como ser humano: este modelo crea cierto individualismo, intentando desligar el carácter social de la educación, pues a través de ella se puede obtener conocimientos en el colectivo que pueden ser encaminados en beneficio del pueblo, con la formación de profesionales comprometidos con la sociedad, mas no con el mercado.

A pesar de los intentos por insertar el criterio de las competencias en la educación superior, la esperanza plasmada en una propuesta de Educación Emancipadora que le permita al estudiante ser libre y poder desarrollarse en una nueva sociedad y no sólo sobrevivir en un ambiente de individualismo, alienta a los sectores populares y docentes: “Nosotros tenemos que hacer una educación que forme personas con capacidades para la interpretación de los fenómenos científicos y sociales, para el desarrollo de la ciencia, y que la misma se ponga al servicio de la humanidad .No se requiere solamente educar solo para la vida o para el trabajo, sino que se requiere educar para la transformación: de la persona, de la sociedad, del planeta”, culmina Marcelo Andocilla.