Banco Mundial: pobreza y hegemonía.
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Pertenece a la tropa de pensadores y activistas sociales convencidos de que otro mundo es posible. Eric Toussaint es una de las caras más visibles de esa corriente de pensamiento y energía, con diversos colores y texturas según la región, al que los estudiosos llaman movimiento altermundialista.

Toussaint va por el mundo recogiendo y procesando datos y argumentos para llevar al banquillo de los acusados a los organismos internacionales causantes de la deuda de los países del Tercer Mundo, especialmente al Banco Mundial. Todavía no lo logra, pero habla de ello con la certeza y la serenidad de quien está convencido de que solo es cuestión de tiempo y de constancia en el empeño.

Al parecer, el oficio de profesor de secundaria, que ejerció por varios años en su juventud, ha dotado a este pensador belga de una capacidad asombrosa para recordar fechas y acontecimientos ligados al tema de la deuda de los países pobres. Un asunto sobre el que hay que tener memoria, pero también método para ordenar la información. Y la combinación de todo eso son sus libros. Entre los más conocidos están “50 preguntas y 50 respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial”, así como “La bolsa o la vida, las finanzas contra los pueblos”, que circulan en cuanto foro o seminario aparece Toussaint.

“Tengo una formación política marxista desde muy joven. Puede parecer extraño, yo leí el Manifiesto Comunista a los 13”

Con 55 años de edad y cerca de 40 dedicados al activismo político, Toussaint es presidente del Comité por la Anulación de las Deudas del Tercer Mundo (CADTM), una organización que nació en Bélgica, pero tiene filiales en 26 países, incluido Ecuador. A inicios de esta semana estuvo en Quito como invitado al Seminario Internacional Comunicación y Poderes, donde, entre otras cosas, dijo que los movimientos de izquierda, especialmente en América Latina, cuando ganan las elecciones llegan al gobierno pero no al poder.

Después, deja que lo saquemos del paraninfo de la Universidad Andina y accede a conversar sobre el tema que marca la vida de millones de personas, las deudas del Tercer Mundo. Cuenta de entrada que está armando equipaje para salir esa misma tarde hacia Medellín, a participar en una cumbre alternativa, de protesta contra la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en un ambiente caldeado por amenazas de grupos paramilitares contra los organizadores de la protesta. Y por ahí comenzamos.

Anticumbre de Medellín, anticumbre de Davos… ¿no hay un riesgo de que los movimientos alternativos terminen actuando en función de la agenda del poder?

No, porque son muy importantes las anticumbres. Lo importante es definir nuestra propia agenda y que esta no dependa de las citas de nuestros enemigos. Si tomas en cuenta, entre 1999 y 2000 surgió a nivel mundial lo que se ha llamado el movimiento altermundialista con las manifestaciones de Seattle contra la Organización Mundial de Comercio (OMC), en noviembre de 1999; la de abril de 2000 contra el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), en Washington; así como la de septiembre de 2000 en Praga contra el BM y el FMI, lo que los obligó a recortar la cita de cuatro días a dos, porque no había manera de moverse. Esa fase tuvo, de algún modo, su momento principal y dramático en las manifestaciones de Génova, en julio de 2001, contra el G-8, cuando la policía de (Silvio) Berlusconi mató a un joven de 23 años, Carlo Giuliani. Desde entonces, no ha habido reunión de la OMC, del BM, del FMI ni del G-8 en grandes ciudades, porque eso los molesta mucho.

¿Es la mejor manera de poner a la defensiva a los que siempre han jugado a la ofensiva?

El próximo G-8 se reunirá en una isla llamada La Magdalena, cerca de Cerdeña (Italia), que sirve como base de submarinos nucleares estadounidenses. Este año, el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza) fue una reunión de duelo por la crisis del capitalismo mundial. En cambio, este mismo año nos reunimos (el Foro Social Mundial) en Belem (Brasil) cerca de 140.000 personas, el 85% de jóvenes, y fue una reunión de fiesta, de creatividad y de encuentro entre pueblos indígenas y movimientos.

¿Cuál ha sido su proceso de acercamiento a los problemas del Tercer Mundo, su escuela o corriente formación?

Tengo una formación política marxista desde muy joven. Puedo parecer extraño, pero yo leí el Manifiesto Comunista cuando tenía 13 años, en 1967. Como adolescente, me sentí parte del Mayo del 68 y participé en marchas, aunque no vivía en París, sino a 400 kilómetros, en Liege (Bélgica) una ciudad industrial, donde sigo viviendo. Entré a la militancia política como colegial y después como estudiante universitario. Pero dejé la universidad para seguir una formación de profesor de secundaria y después me desempeñé como dirigente sindical de ese gremio. Mucho más tarde hice una maestría y un doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Liege y en la de Paris 8.

Entonces se interesó sobre las deudas de los países pobres…

Mi interés inicial por las deudas del Tercer Mundo viene del año 1982, cuando explotó la crisis de la deuda en México, como consecuencia del alza de la tasa de interés internacional y del precio del petróleo. Al mismo tiempo, mi ciudad vivía una crisis de la deuda porque debía 2.000 millones de dólares y tenía una población de 200.000 habitantes. El poder municipal aplicó un plan de despidos, privatización y reducción de salarios para pagar la deuda. Así es que no me costó mucho esfuerzo entender que había una globalización financiera que el capitalismo mundial trataba de imponer.

¿A quién le debía su ciudad?

A bancos privados belgas. Yo fui uno de los dirigentes de una huelga de cuatro meses de los 17.000 empleados públicos, dentro de los que estábamos los profesores de secundaria de Liege. A partir de ahí me involucré mucho con el trabajo de solidaridad con los procesos sociales en América Latina. Organizaba brigadas de solidaridad con la revolución sandinista en Nicaragua. Eso fue entre 1984 y 1989. En Bélgica había obreros, profesores, que se organizaban y pagaban su pasaje para ir a trabajar con los campesinos en Nicaragua, durante un mes, usando sus vacaciones para apoyar la revolución sandinista.

¿Cómo se involucró con el proceso político ecuatoriano?

Fue en enero del año 2000, cuando me invitaron, una semana después de la toma del Palacio (derrocamiento del gobierno de Jamil Mahuad) para hablar de la deuda. Volví en julio de 2004 para el Foro Social Américas. En estos años desempeñé todo un diálogo y colaboración con Alberto Acosta, quien trabaja en el tema de la deuda, así como con el grupo Jubileo 2000 Guayaquil. En abril de 2007, el grupo me invitó a un seminario sobre la deuda ilegítima, con el entonces ministro de Economía, Ricardo Patiño, quien me invitó a colaborar con la propuesta de Ecuador sobre la creación del Banco del Sur. A partir de julio de 2007, me designaron miembro de la Comisión de Auditoría Integral del Crédito Público (CAIC).

¿Cuál era su función y cuánto tiempo trabajó en eso?

Yo estudié una parte de los préstamos del Banco Mundial. Trabajé sin cobrar nada, con el fin de identificar las deudas ilegítimas que se reclamaban a este país. Todos los integrantes de la CAIC trabajaron muy duro.

Creo que en los 14 meses de vida de la comisión estuve en el Ecuador tres meses y, por supuesto, el resto trabajaba en Bélgica estudiando documentación que luego intercambiaba por Internet con los colegas.

¿Cree que el Gobierno ecuatoriano está haciendo buen uso de ese informe?

Mi respuesta es matizada. Primero, es claro que nuestra misión era auditar deudas y hacer recomendaciones, pero no teníamos poder de decisión sobre lo que había que hacer. Yo diría que las recomendaciones que yo apoyaba dentro de la comisión no fueron seguidas por el Gobierno. Mi posición era abogar por un acto soberano de declaración de nulidad de las deudas identificadas como nulas. Un acto soberano existe en el derecho internacional y no pasa por una negociación, sino por un acto unilateral.

Una acción más radical…

Sí, y combinar eso con enjuiciar en el país a los responsables, extranjeros o nacionales, del endeudamiento fraudulento, ilegítimo. El Gobierno decidió suspender el pago de una parte de la deuda comercial, los bonos (Global 2012 y 2030) y, bueno, para mí es un paso, ya es algo.

¿No es el acto soberano que usted esperaba?

No puedo hablar en nombre de toda la comisión ni de cómo los demás miembros evalúan la posición del Gobierno. De todas maneras se ha dado un paso y yo lo apoyo. Pienso que habría que dar otros pasos con respecto a la deuda reclamada por el Banco Mundial, que debe ser repudiada.

Esa es una de sus tesis más fuertes, enjuiciar al Banco Mundial…

Claro, ese es un combate. Yo dije claramente que el Gobierno del Ecuador no está en la posición de enjuiciar o demandar ante la justicia al Banco Mundial por razones jurídicas. Al ser un país miembro de ese banco, no puede demandarlo ante tribunales. Pero las víctimas de este banco sí pueden hacerlo. Por ejemplo, un pueblo desplazado o un pueblo que no ha sido indemnizado de manera adecuada y que ha sido perjudicado en su condición de vida por responsabilidad directa del Banco Mundial, por decir un caso. Eso es perfectamente posible.

¿Su organización maneja un caso en el que se pudiera enjuiciar al Banco Mundial?

Trabajamos desde hace un año y medio con organizaciones de pigmeos de la República Democrática del Congo. Son poblaciones que han sido directamente afectadas por un proyecto forestal del Banco Mundial, que destruyó de manera importante los bosques de los cuales viven los pigmeos, que son cazadores y recolectores. Allí podemos demostrar una relación absolutamente directa de un proyecto de ese banco y sus consecuencias a nivel de violación grave de los derechos humanos. La destrucción del medio ambiente de un pueblo nativo es considerada para la justicia internacional un crimen contra la humanidad. Estamos en la fase previa a empezar un juicio ante tribunales. Esa sería la primera experiencia.

En el Ecuador varios pueblos de la Amazonía mantienen un juicio contra la Texaco por daños ambientales. Paradójicamente, en un inicio, el mismo Estado ecuatoriano estuvo en contra de las víctimas…

Claro, entonces lo que existe a nivel de jurisprudencia es la figura de las víctimas de las transnacionales. Por ejemplo, petroleras, a las que se puede demandar en tribunales internacionales.

Ahí entra el tema del poder. Usted decía que cuando los movimientos de izquierda llegan al gobierno solo llegan al gobierno pero no al poder ¿es el caso ecuatoriano?

Sí, es el caso ecuatoriano, como también lo fue el de Allende en el Chile de los 70, el de Hugo Chávez en Venezuela, es el caso de cualquier gobierno de izquierda, en Francia, en Bélgica o en el Ecuador. Yo hice ayer una comparación histórica. Un gobierno de izquierda llega al gobierno, pero no al poder, porque el poder económico, está compuesto por grupos financieros, industriales, agrupaciones de bancos, medios de comunicación, de comercio, etc. Ellos tienen el poder. Además tienen el Estado, el aparato de la justicia, los ministerios de Economía y finanzas. En el Ecuador, si el gobierno quiere realmente cambios estructurales, tiene que entrar, en un momento dado, en conflicto con el poder económico. Las tensiones están dadas, pero los cambios estructurales no se han dado a nivel económico.

¿Cree que existe coherencia entre la propuesta de no explotar el petróleo del Yasuní, por un lado, y apoyar la minería, por otro?

Creo que hay que explotar los recursos naturales bajo la responsabilidad del Estado. Es muy difícil para un país dejar de hacerlo, pero tiene que hacerlo respetando los pueblos nativos, el medio ambiente y no explotando a un ritmo demasiado acelerado. Hay que llegar a acuerdos, si es necesario, con transnacionales extranjeras, dentro del marco de empresa mixta y exigir transferencia de tecnología para que el sector público, después de años, sea responsable de la explotación minera.

Eso es lo que critican organizaciones como Acción Ecológica. A propósito, usted envió una carta al presidente Correa en la que le pide revocar la medida que eliminó temporalmente la personería jurídica de esa organización…

Yo sostengo que organizaciones como Acción Ecológica juegan un papel muy positivo aunque sea en discrepancia con el gobierno. Un gobierno de izquierda, a la cabeza de una revolución ciudadana, tiene que respetar esas organizaciones y reconocer su aporte. Correa no hubiera sido electo presidente en el Ecuador ni Evo Morales en Bolivia ni Chávez en Venezuela sin las grandes movilizaciones. Ahí no hablo solamente de organizaciones sino del pueblo de cada país. Correa no hubiera sido elegido sin esos años de lucha contra el neoliberalismo.

Que creó una atmósfera favorable, capitalizada por el movimiento en el poder…

Para mi eso es fundamental dentro de una sociedad en transición al socialismo. Yo abogo por el del siglo XXI, que es totalmente diferente de las experiencias del siglo XX, porque no significa estatización generalizada, sino coexistencia entre varias formas de propiedad: pequeña empresa privada familiar, cooperativa, pública, tradicional de los pueblos indígenas. Lo que no puedo imaginar es una sociedad socialista con un sector de la economía en manos del sector capitalista. Hace falta acabar con el sector capitalista porque se sustenta en la explotación de los trabajadores. El otro aspecto es lograr el máximo de libertad de organización, de respeto a los derechos humanos, colectivos, económicos, sociales, culturales civiles y políticos.

Notas:

Entrevista realizada por Gustavo Abad gabad@telegrafo.com.ec Periodista e investigador de temas sociales. Magíster en Estudios de la Cultura.

Version corregida por Eric Toussaint de la entrevista concedida al diario ecuatoriano El Telegrafo que fue publicada en la edición on line el 29 de marzo del 2009.

http://www.telegrafo.com.ec/septimodia/laentrevista/noticia/archive/septimodia/laentrevista/2009/03/29/Un-activista-contra-el-Banco-Mundial.aspx

Fuente: CADTM, 30 de marzo de 2009.