La política nuevamente se desarrolla, en lo fundamental, en dos escenarios conocidos para los ecuatorianos: las calles y la Asamblea Nacional (antes Congreso). La diferencia es que en esta ocasión en Carondelet no está un gobierno neoliberal proimperialista, sino uno democrático y patriótico. Y que la lucha no es, por tanto, una lucha de oposición, sino una lucha por afirmar el avance de la tendencia, por su calificación. Es un combate contra todo intento de revertir lo hasta aquí avanzado, contra la estrategia conspiradora del imperialismo y la derecha oligárquica del Ecuador, así como contra quienes dentro de la tendencia, y ello incluye al gobierno, incluso a ciertas concepciones del mismo Presidente de la República, que pretenden distorsionar el rumbo del cambio, equivocar caminos y blancos.

Los trabajadores, los maestros, los estudiantes universitarios, los campesinos, los comerciantes minoristas, los pobladores de la ciudad y el campo defienden sus derechos con la autoridad que les da haber sido los forjadores de esta tendencia, en la que por supuesto se han incorporado sectores democráticos como los que están en el movimiento oficialista. Lo hacen con la convicción de que la nueva Carta Política es un importante instrumento de combate para satisfacer las postergadas necesidades materiales de las masas populares, para ejecutar, en la práctica, los derechos logrados. No hay paso atrás en ese propósito: no se puede permitir que se incumpla la Constitución, que se la evite, que se la distorsione.

Esa es la explicación de las marchas, de la lucha en las calles. Como lo dijo la presidenta de la UNE, Mery Zamora, cuando el periodista Jorge Ortíz le increpaba mostrándole imágenes de la lucha callejera en Guayaquil: “Eso es lo que ha construido la tendencia, lo que ha permitido que el Presidente esté en su cargo”. Y es cierto, ese es el escenario fundamental del cambio, tanto para apoyar lo que signifique un avance, como para combatir lo que signifique un retroceso.

El otro escenario, el de la Asamblea Nacional, se muestra cuesta arriba para el Gobierno. Si bien tiene el bloque mayoritario, no está en las mismas condiciones que en Montecristi o en el Congresillo que fenece; ahora no tiene la mayoría absoluta y le toca buscar acuerdos. Sectores derechistas y de oportunistas han buscado aprovechar esta situación, pero hasta el momento no han podido hacer un buen negocio, y las cosas volvieron a fojas cero. La izquierda, representada por el bloque del Movimiento Popular Democrático, Pachakutik y parte de los socialistas han anunciado un acuerdo legislativo, sobre la base de una agenda que es de esperar que no sucumba en las últimas horas frente a la acción desesperada del Gobierno. Es esta agenda la que debe imponerse como la necesaria para el trabajo legislativo, a esta agenda debe sumarse el Gobierno, es esta agenda la que debe acoger el Movimiento País, porque de no hacerlo, la atomización de las fuerzas políticas en la legislatura solo traerá mayores dificultades, mayor confrontación.

La acción consecuente de la izquierda revolucionaria está permitiendo vislumbrar con claridad el camino de los auténticos cambios, aunque el delineamiento de la política se vuelva mucho más complejo ahora, puesto que debe ser correspondiente la acción con cada palabra que se dice en el discurso. La fina línea que separa una actitud de resistencia a las medidas que van contra el proyecto de cambio, de la oposición en la que trabaja la derecha, no debe romperse. El proceso que vive el Ecuador exige de claridad, de consecuencia con las transformaciones revolucionarias.