Sería de ilusos pensar que lo que reclaman los pueblos como democracia, es la igualdad de derechos y de oportunidades tanto para los sectores populares como para la derecha recalcitrante. En un proceso de cambio es evidente que el viejo poder debe ser desplazado, sometido, y que quienes siempre fueron excluidos deben tomar el control. De eso se trata el cambio, en términos muy generales. No se reclama del Movimiento PAÍS al interior de la Asamblea, entonces, igual trato para las fuerzas políticas de la derecha como de la izquierda; se reclama una actitud consecuente con los sectores populares, con la izquierda revolucionaria, que representa lo más avanzado del proceso histórico de transformaciones.
Hacer lo contrario, pactar con las viejas fuerzas políticas de la partidocracia, como el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) y varios democratacristianos y socialcristianos disfrazados de independientes, es volver al pasado, es reproducir las viejas y repudiadas prácticas oligárquicas. Prácticas como la del “pacto de la regalada gana” con el PRE, no dan muestras de que se quiera avanzar hacia cambios profundos.
Tampoco hablan de un espíritu realmente democrático (en función de los intereses populares) actitudes autoritarias, dictatoriales como la que asumió la dirección de PÁIS, en el sentido de desbaratar la decisión de una mayoría de asambleístas en la Comisión del trabajo, únicamente porque no les gustó que se haya nombrado a Línder Altafuya, del MPD, como presidente. Si bien se salieron con la suya y, en lugar del representante esmeraldeño de la izquierda revolucionaria pusieron a una ex socialcristiana y ex democratacristiana, como es …., lo que quedó en evidencia ante el país es la posición antitrabajadores que tiene la mayoría oficialista en la Asamblea.

Fue pública la posición de Altafuya y su bloque en el sentido de revisar las contrarreformas laborales aprobadas por el anterior congresillo, como la que tiene que ver con la Ley de Empresas Públicas, o la reforma a la Ley de Escalafón del Magisterio, que pretende enviar a la calle a miles de maestros bajo el pretexto de una evaluación que nada tiene que ver con la mejora de la calidad de la educación. Era a esto a lo que le tenían temor los asambleístas verdes; prefieren estar junto a Abdalá Bucarám que junto a los trabajadores, prefieren estar junto a derechistas reencauchados que junto a dirigentes populares incorruptibles y consecuentes.

El pueblo toma nota de estas actitudes, cada vez ubica con más claridad quiénes quieren realmente la revolución y el socialismo; ubica a quiénes conspiran desde dentro de la tendencia contra el cambio; ubica también al presidente Rafael Correa en sus reales límites de conciencia ideológica y política; se forma una idea mejor de su verdadero papel en la historia.

¿Quién podría estar en desacuerdo con el señor Presidente cuando dice que es necesario radicalizar el cambio?, ¿quién podría negarle que hay conspiradores como el imperialismo (y sus bases militares en Colombia) y la derecha (con sus gabinetes de la oposición) que están dispuestos a todo para evitar que esto avance? Pero también, ¿quién podría estar de acuerdo con él, cuando ubica en el mismo nivel de enemigos al imperialismo yanqui y su lacayo latinoamericano Álvaro Uribe, con los maestros, los trabajadores, los indígenas, los estudiantes, los pequeños comerciantes, los intelectuales progresistas?

Para hablar de una real “segunda independencia”, para hablar de “soldados del cambio”, de una “revolución irreversible”, hay que ubicar bien la mira y acertar en los blancos, no aliarse al enemigo para disparar contra las propias fuerzas.