En este momento en que el imperio ha dirigido su mirada a reconquistar espacio perdido en Latinoamérica, nuevos peligros de invasión y guerra se ciernen sobre sus pueblos. Están en camino la construcción de bases “colombianas” donde podrán operar aviones gringos de la más sofisticada tecnología. El pretexto: combatir el “terrorismo” y propender al desarrollo colombiano. A través de este discurso el gobierno estadounidense pretende justificar la regionalización de una guerra. Por eso cabe preguntarse: ¿son las FARC terroristas?, ¿qué provoca la violencia en Colombia? Por la complejidad y extensión del tema, mencionaré solo algunos hechos importantes que han marcado la historia colombiana.

Viernes 9 de abril de 1948: el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán era el inicio de una campaña militar, pensada desde la CIA y ejecutada por el presidente conservador Ospina, para acabar con cualquier rastro de propuesta de izquierda en Colombia: sindicatos, dirigentes políticos, comuneros y campesinos eran asesinados sistemáticamente. Ante esta matanza, un grupo de 48 campesinos y obreros forman los grupos de autodefensa y toman las armas para defenderse de la masacre antipopular.

La aceptación y adhesión de los campesinos es masiva, de tal manera que se ocupan los Llanos Orientales, el sur de Córdova y rápidamente el suroeste antioqueño. Los campesinos y líderes sindicales son reconocidos y seguidos por el pueblo, entre ellos, los más sobresalientes: Juan de Jesús Franco, Julio Guerra, Saúl Fajardo, los hermanos "Loaiza", Jacobo Prías Alape ("Charro Negro"), y su comandante en jefe, Manuel Marulanda Vélez ("Tirofijo").

A lo largo de cuatro años de lucha, estos núcleos guerrilleros liberales avanzan de una lucha en respuesta a la violencia oficial a plantearse reivindicaciones con un profundo contenido social, especialmente en aquellas zonas donde operaron conjuntamente con las guerrillas comunistas.

En 1964, a fin de eliminar a los luchadores campesinos y populares, bajo el mando del coronel Hernando Currea Cubides, se da inicio al plan LASSO, que con 16.000 hombres armados, entrenados en Panamá, en la Escuela de las Américas, y equipados con todos los instrumentos de guerra modernos, tales como helicópteros, aviones de reconocimiento de varios tipos, bombarderos facilitados por los Estados Unidos y algunas piezas de artillería. Pero gracias a una adecuada estrategia militar, conocimiento de la zona y el apoyo de los campesinos, esta operación resultó un fracaso.

Después, a partir de 1982 se permite que los grandes terratenientes y propietarios formen autodefensas, es decir, hombres armados que cuiden sus pertenencias. Son los que después se denominarían paramilitares, porque actúan paralelamente a las fuerzas armadas. Su primera misión: acabar con todo lo que oliera a izquierda. German Santamaría escribió en el diario El Tiempo cómo quedaba el escenario cuando las autodefensas cumplían su papel: “Los cadáveres bajan por el río como troncos a la deriva. Navegan tan putrefactos y desfigurados y son tantos, que el comandante de la base fluvial de Barrancabermeja y varios alcaldes de pueblos ribereños decidieron no recoger más muertos del río”.

Y Gabriel García Márquez, en El Espectador, anotaba: “Los distraídos habitantes de las ciudades hemos comprendido que el infierno no está más allá de la muerte, como nos lo enseñaron en el catecismo, sino a sólo cuatro horas por carretera de los cumpleaños de corbata negra y los torneos retóricos y las fiestas de bodas medievales de las sabanas de Bogotá”. El mismo fin tuvieron líderes como Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro, Jaime Pardo y cientos de dirigentes de la Unión Patriótica que fueron eliminados sistemáticamente por la derecha, extrema derecha y mafias de narcotraficantes.

Uno de los fenómenos que ha recrudecido en las últimas dos décadas es el desplazamiento: según Amnistía Internacional (AI), en el 2008, más de 380.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares, lo que representa un crecimiento de un 24% respecto del anterior año, sumados a los 4 millones de desplazados existentes. Ello representa mayor riqueza y tierras para siembra de marihuana y coca para los empresarios, políticos y paramilitares. Entonces, ¿dónde se origina la violencia, en los paramilitares que desplazan y los políticos que crean el marco para legalizar sus acciones o en los campesinos que resisten?

A esto, Ignacio Baró llama la violencia estructural o sistémica. En un país donde 3 de cada 4 colombianos en el campo y 2 de cada 4 en la ciudad son pobres; donde más de 4 millones pasan de la pobreza a la indigencia al ser desplazados; donde el 62% de los niños colombianos no tienen acceso a ninguna esperanza de vida plena y se debaten entre la desnutrición, la insalubridad y la ignorancia; donde el desempleo campea, etc., ¿los terroristas son los que se hacen ricos, viven del sistema y lo mantienen o quienes dan sus vidas para cambiarlo?

Según estos intelectuales y defensores de las agresiones del Estado colombiano la violencia es condenable “venga de donde venga”, pero, ¿es cierto eso? Frantz Fanon, un psiquiatra argelino negro que se dedicó a estudiar el fenómeno de la esclavitud y la colonización, dijo: “Si el mundo de la colonia es engendrado por la violencia, solo mediante la violencia se podrá lograr su liberación, tanto política, social, como psicológica. El hombre colonizado se libera en y por la violencia. Solo la violencia ejercida por el pueblo, violencia organizada y aclarada por la dirección, permite a las masas descifrar la realidad social”.

Por lo tanto, no puede decirse que es lo mismo la violencia que se usa para someter a un esclavo, que la violencia que se usa para liberarlo. No se puede comparar la violencia que ha usado el Estado colombiano -tanto física como estructural- para beneficiar a sus grupos poderosos de políticos y narcotraficantes, a aquella que usan los pueblos para liberarse; ni mucho menos con aquella violencia que se va a exportar desde EE.UU. con aviones de última tecnología que despegarán de las 7 bases nuevas en Colombia, con aquella que todos los pueblos latinoamericanos usaremos para luchar por la soberanía, la vida y el socialismo.