La marcha reciente del Proyecto Tuning-Ecuador
Para avanzar al análisis concreto de la experiencia nacional con la educación mercantilizada, aparece necesario referirse al marco legal actualmente vigente para los centros de nivel universitario. A este respecto, en la novísima Carta Política montecristense puede leerse:

Art. 350.- El sistema de educación superior tiene como finalidad la formación académica y profesional con visión científica y tecnológica; la innovación, promoción, desarrollo y difusión de los saberes y las culturas; la construcción de soluciones para los problemas del país, en relación con los objetivos del régimen de desarrollo.

Art. 351.- El sistema de educación superior estará articulado al sistema nacional de educación y al Plan Nacional de Desarrollo; la ley establecerá los mecanismos de coordinación del sistema de educación superior con la Función Ejecutiva. Este sistema se regirá por los principios de autonomía, responsabilidad, cogobierno, igualdad de oportunidades, calidad, pertinencia, integralidad, autodeterminación para la producción del pensamiento y conocimiento, en el marco de diálogo de saberes, pensamiento universal y producción científica y tecnológica global.

Art. 352.- El sistema de educación superior estará integrado por universidades y escuelas politécnicas; institutos superiores técnicos, tecnológicos y pedagógicos; y conservatorios de música y artes, debidamente acreditados y evaluados…

Art. 353.- El sistema de educación superior se regirá por:
1. Un organismo público de planificación, regulación y coordinación interna del sistema y de la relación entre sus distintos actores con la Función Ejecutiva.
2. Un organismo técnico de acreditación y aseguramiento de la calidad de instituciones, carreras y programas, que no podrá conformarse por representantes de las instituciones objeto de regulación.

Más allá de la irritante retórica y del eclecticismo de que hacen gala los citados artículos, particularmente el 350 y el 351, cabe realizar las puntualizaciones siguientes:

° La ya referida consagración constitucional del Proyecto Tuning, con su estrategia formativa medularmente afín a la ideología e intereses imperialistas, “subimperialistas” y corporativos.

° La mutilación casi total de la autonomía académica, administrativa y financiera de los centros superiores al subordinárseles a entidades como la Secretaría Nacional de Planificación (SENPLADES) y la Comisión Nacional de Evaluación (CONEA). Servidumbre a la “oscura voz de los tecnócratas”, diría el biólogo Albert Jacquard.

° Y, finalmente, la sujeción del sistema de educación superior al denominado régimen de desarrollo formulado en el título VI de la Constitución de marras, cuyas subjetividades y contradicciones antológicas, antes que enrumbar al país al Socialismo del Siglo XXI (y, en rigor, a ningún tipo de socialismo), estarían conduciendo al país, por la ruta del “vil desarrollismo” (Arturo Guillén), a una suerte de protectorado de poderíos políticos y económicos externos. O, lo que es lo mismo, a una especie de reedición del colonialismo que implantara en estas latitudes la Corona española en el distante siglo XVI.

Desafío y respuesta

¿Qué hacer desde nuestras sociedades y desde las universidades estatales frente a la encrucijada en que nos ha colocado una modernidad mal concebida y peor instrumentada?

A grandes males, grandes remedios.

Con el telón de fondo de un análisis raizal del hundimiento de la civilización del capital y de su incidencia en el mundo académico latinoamericano, el investigador compatriota Bolívar Echeverría remata su estudio reciente titulado “¿Es prescindible la universidad?” con frases que compartimos plenamente: “Los movimientos populares de transformación institucional que actualmente ganan terreno en la América Latina tienen ante sí una alternativa: someterse a la tendencia ´modernizante´ que hace del conocer un modo no por sutil menos irreflexivo de depredación de la naturaleza (y del hombre, R.B.) o prestar oídos a los muchos focos de resistencia que se mantienen y que aparecen en contra de esa tendencia predominante, y rescatar así al saber universitario, no como una insistencia infundada en un remanente obsoleto del pasado, sino como una reafirmación de algo, que es indispensable del saber humano, y que debe seguir siéndolo si éste quiere ser en el futuro un saber verdaderamente creativo y comprometido con la sociedad que lo hace posible”. (4)

That is the question, diría el poeta isabelino William Shakespeare