En el capítulo IV del libro El Origen de las Especies, Charles Darwin destacó la importancia de la variación y selección en los procesos evolutivos: “Si alguna vez se producen variaciones útiles para cualquier ser orgánico, seguramente los organismos así caracterizados tendrán la mayor posibilidad de ser conservados en la lucha por la vida; y debido al fuerte principio de la herencia, tenderán a producir descendencia caracterizada de un modo parecido. A este principio de conservación y supervivencia de los más aptos, yo he dado el nombre de Selección Natural”.

En esta conclusión, Darwin introdujo el concepto de heredabilidad y lo relacionó con la evolución de los organismos, sin embargo más adelante reconoció lo limitado del conocimiento sobre los mecanismos de la transmisión de la herencia, al punto que llegó a sostener la hipótesis de la herencia mezclada y la herencia de los caracteres adquiridos, aspectos en los cuales Darwin estaba equivocado. El estudio de la Teoría de la Evolución en los años posteriores a su formulación puso en evidencia este “talón de Aquiles” de la teoría darwiniana; pues, a pesar de ser contemporáneos, Darwin y Mendel desconocían recíprocamente sus trabajos, que fueran publicados con pocos años de diferencia: en 1859 por Darwin y en 1865 por Mendel.

Los trabajos experimentales de Mendel, además de descartar la hipótesis de la herencia como una mezcla de caracteres, permitieron abrir el camino a la comprensión de la herencia particulada, es decir mediante unidades discretas, o factores hereditarios mendelianos, que más tarde se les denominó genes. ¿Pero quién fue Mendel?

Johann Mendel nació en 1822 en un hogar campesino de un pequeño pueblo del norte del entonces Imperio Austro-Húngaro (actual República Checa). En 1843 ingresó a un monasterio de Agustinos en la localidad de Bruenn, donde tomó el nombre de Gregor Mendel. Estudió Matemáticas y Ciencias en la Universidad de Viena hasta alcanzar el doctorado. Más tarde entre 1856 y 1866, se dedicó al estudio de la hibridización de plantas, llegando a obtener más de 10.000 ejemplares híbridos. El resultado de sus experimentos los resumió en el artículo: “Experiments on Plant Hibridization” que fue leído ante un grupo de investigadores y estudiantes de la Sociedad de Ciencias Naturales de Bruenn, sin que despertara mayor interés. El artículo de Mendel fue enviado a sociedades de ciencias, universidades y especialistas en hibridización de Europa; empero, sus investigaciones no fueron entendidas ni valoradas científicamente. Mendel murió en 1884 sin ningún reconocimiento por su aporte a la ciencia. Sin embargo, Mendel tuvo conciencia del valor y trascendencia de su contribución científica; en el ocaso de su vida expresó: “Mi tiempo vendrá”.

Después de 34 años de la publicación de los experimentos de Gregorio Mendel, y en forma coincidental, los investigadores Hugo de Vries, en Holanda, Correns en Alemania y Tschermark en Austria, redescubrieron en 1900 sus trabajos y confirmaron sus conclusiones; pero sobre todo W. Bateson, quien en 1902 publicó “Los principios Mendelianos de la herencia” en cuyo documento resumió los resultados que obtuvo Mendel, en las tres leyes o reglas que explican la herencia: ley de la uniformidad, ley de la segregación y ley de la segregación independiente. Así, el redescubrimiento de los trabajos de Mendel marcó el inicio de la ciencia de la herencia biológica: la Genética, que alcanzó un gran desarrollo durante todo el siglo XX y que dio un impulso determinante a la biología experimental.