(I Parte)

Pero veamos lo que es en realidad la universidad.

Aproximadamente a partir de los años ´90, es el Estado nacional el que comienza a crear estrategias de desarrollo implementando políticas que promueven el fortalecimiento de empresas ligadas a las transnacionales, y complementariamente una restricción del gasto público para la estabilidad macroeconómica y el desmantelamiento de los servicios prestados por ese mismo Estado a la población con su correlato de privatizaciones. Este periodo se ha caracterizado por una apertura al comercio y a las finanzas internacionales, crecimiento de las exportaciones y desregulación del mercado laboral. Las consecuencias en la universidades han sido la de un rápido crecimiento de las carreras y de la matrícula acordes con las nuevas señales del mercado, pero que inmediatamente, su condición laboral, manifestó severas restricciones por la misma contradicción excluyente, propia del comportamiento del mercado capitalista. Estas nuevas carreras fueron ofertadas de manera preferente por un inusitado número de universidades e instituciones universitarias de carácter privado que crecieron de mano de los ofrecimientos y manipulación en el poder político del Estado de los neoliberales.

Indudablemente, las Universidades estatales fueron también impactadas: nuevas carreras, carencia de soportes académicos y de infraestructura, mercantilización de las carreras, de títulos y hasta de procesos pedagógicos, desaparición de la investigación y suplantación por las consultoras llamadas a crear valores monetarios en forma de autogestión, en fin, precarización del conocimiento, de la docencia, de los procesos pedagógicos, de investigación y transformación de la relación universidad - pueblo, por la de la universidad y sectores productivos, en realidad con las empresas privadas que aspiraban a imponer las competencias de sus requerimientos mercantiles a la planificación universitaria . Una universidad espejo de su realidad histórica y social.

Conjuntamente a la lógica del mercado, las universidades norteamericanas y europeas, pero también latinoamericanas con diferentes dinámicas, asociadas al mercado competitivo y formas desiguales de desarrollo, han implantado una comercialización salvaje de la educación. Los saberes ofertados, útiles a los mercados, demandan niveles de excelencia, pero a la vez limitados a fin que no rebasen con una sobreoferta que abatirían los sueldos y empleos. Entonces la Universidad contrata con el Estado que le asigna sustantivas sumas presupuestarias y con las empresas que financian proyectos de utilidad en la acumulación de capitales e imponen condiciones, y captan padres de familia con capacidad de pagar.

Las actividades universitarias son transformadas en simples mercancías, los estudiantes en clientes y desde luego se forman corporaciones, universidades corporativas. Éstas, radicadas en el llamado primer mundo comienzan a formar profesionales que generen nuevas tecnologías, pensadores que comprendan e interpreten desde la óptica del poder imperial los cambios en los campos aplicables de la ciencia y en la sociedad que orienten su desarrollo y se conviertan en “clase dirigente”: Los nuevos científicos, los gobernantes del resto del mundo. Rol asumido por Harvard, Illinois, etc.

Mientras tanto, a la par, se forma un ejército de asalariados paupérrimos para determinadas fases de la producción y la aplicación tecnológica, sustituibles, reciclables o como los llama Sánchez Parga[2]: lumpen profesionales. Las universidades de los países dependientes están orientadas a éste destino, mientras nuestros países sigan dependientes. Dos universidades, en un mismo sistema de segregación.

Entonces, los que fueron “humanitariamente” recogidos a través de programas de becas para que tercermundistas se formen con estudios cortos en las universidades imperiales, luego de su paso por la universidad ecuatoriana de cuyos saberes abdican, suponen que es posible a partir de una ley y no de una transformación social, cambiar el orden, virar la tortilla. Pero no, no es ingenuidad, pues ellos saben perfectamente que tratan de remachar la dependencia en el accionar universitario, profundizar la “lumpenización”, hacerla más eficiente, sin capacidad de reproche y vendiendo la imagen de estas universidades imperiales de las que se esfuerzan ser eficaces agentes de colonización mental.

Fracasado el neoliberalismo, el capitalismo permanece intacto aunque con estertores de una crisis prolongada, busca rehacerse y reciclarse a sí mismo; y, el paso de una agresiva privatización y reducción del estado mira hoy en el Estado capitalista esta posibilidad, no en vano en los EEUU el Estado norteamericano realizó el salvataje de la industrias y de la banca con millonarias sumas de dinero del tesoro nacional. Volver al Estado (capitalista) y todo bajo su control para favorecer a las mismas castas dominantes, tal es el empeño de sobrevivencia del capitalismo.

El Senplades reclama en este escenario la dirección estatal, más bien de su casta, en el ejercicio del gobierno en el sistema de universidades, para ponerlas bajo el esquema de un desarrollo nacional ambiguo, que lo único que tiene claro es que no se trata de una construcción socialista de la producción y de sus relaciones productivas.