Al filósofo Alberto Buela, hondamente argentino, y –por lo mismo- fervoroso nacionalista iberoamericano.

El mea culpa del general Cheyre sorprende. Allí no hay una sola referencia a los dos imperialismos que, en esta república sudaca del Pacífico sur, nos sumergen en una refriega que deja muertos, mutilados, quiebres, dolores y amarguras. Nada se dice de las maquinaciones de la CIA, del Pentágono y del Departamento de Estado. Tampoco de la KGB, del Politburo y del Kremlin. Hay documentación desclasificada ya y otra que se desclasificará pronto que certifica como estos dos imperialismos se entrometieron en nuestros asuntos internos. Moscú opera de modo directo y –con o sin esa autorización- La Habana “hace su agosto”. Esa pugna entre los dos megacolosos no figuran en el análisis del comandante en jefe del Ejército. Si antes de 1990 y por 17 años todo fue un asunto doméstico entre ”upelientos” que eran los perversos y los “momios”, patriotas. De ese año en adelante la óptica poco a poco se invierte. En suma un western en que se enfrentan “buenos” y “malos”. Se sostiene que la acromatía es una dolencia equivalente, en la esfera oftalmológica, al alzheimer en la mental. La historia verídica de aquella época es menos simple y con matices que no toleran esa dicotomía en “blanco” y “negro”. Cheyre ahora suscribe la versión de los vencidos de 1973. No podemos acompañarlo, pese a integrar –como “soldados rasos”, en aquel momento- los batallones olvidados del Dr. Allende.

FFAA SIN SOBERANIA

Hace no mucho visitó el país Colin Powell y pidió disculpas públicas al Presidente Lagos por maquinar el pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973. Las FFAA de Chile –aquellas depositarias de glorias y cultoras del honor- quedaron en ridículo como simples marionetas de un imperialismo. Eso no es nada: lo peor es el silencio con que el país recepcionó la autocrítica del emisario de Bush. Ese arrepentimiento confesado careció de réplica y pasó inadvertido, pero no para toda la ciudadanía. Con seguridad hubo contentamiento en esa izquierda –ayer antimperialista y hoy norteamericanizante- al constatar que nuestros hombres de armas estaban arrinconados por La Moneda, la Concertación y abandonados por EEUU y la Derecha. El colofón está ahora con la confesión que el Ejército no pudo sustraerse de la Guerra Fría. Dicho de otro modo, nuestros “heroicos soldados que han sido de Chile el sostén” no son genuinamente soberanos y aceptan como ineludible y hasta provechoso que los manipulen desde el exterior. Eso será novedad para los aplaudidores de cada Parada en el Parque O’Higgins. Aquellos que se hincharon como ranas vanidosas con “el portazo de Monterrey” y el envío de tropas a Haití, pero no es sorpresa para quienes nos duele que seamos habitantes de una república semicolonial.

Los nexos entre Chile y EEUU en materia militar han sido acatados por todos los gobiernos del siglo XX incluyendo Allende. No se olvide que la Armada de Chile participaba en una operación “Unitas” con la US Navy el 10 de septiembre de 1973 y a la medianoche retorna a Valparaíso iniciando el alzamiento. Gabriel González Videla suscribe el Pacto de Ayuda Militar PAM y peor que eso, nuestras FFAA contemplan indolentes como se venden las materias primas al coloso del Norte a precio de liquidación durante la II Guerra Mundial... Había que contribuir –consolidando nuestra pobreza centenaria y déficit fiscal crónico- a la derrota del nazifascismo y al triunfo de las democracias. En ese harakiri económico marcharon de la mano los criollos demócratas colonos mentales de Washington y Londres con los totalitarios Elías Lafferte y Carlos Contreras Labarca sirvientes de Moscú. Distinto es el comportamiento de las FFAA de Argentina que imponen, a los beligerantes, precio de mercado para la carne y al trigo. Esa subordinación es visible hoy en el afán por participar en Misiones de Paz tengan o no el paragua de la ONU. ¿Acaso no los vimos antes de ayer apoyando al Reino Unido en Malvinas? Y hace pocos meses al embajador Mariano Fernández festejando la victoria británica en el Atlántico sur. Sospechoso –por decir lo mínimo- pareciera el absoluto silencio de Pinochet y de su Institución después de 541 días de ominoso arresto en Londres. Ni una palabra condenatoria de ese imperialismo.

UN FILM DEL FAR WEST

Lo importante de reseñar más allá del western que entrega –desde hace décadas- Pinochet y sus acólitos así como esa otra película de vaqueros del Comité de Detenidos Desaparecidos (CDD) y sus plañideras, es que el país ha sido –y esto lo niegan la dupla Lagos-Cheyre- satélite y no república soberana. Eso del “18” es una burla si se considera que somos desde Concón y Placilla títeres de Londres y de Washington después de la I Guerra Mundial. El ABC suscrito por el Presidente Ramón Barros Luco es un esfuerzo –en torno a 1920- de asociar Chile con Brasil y Argentina. No alcanza ratificación de Congreso Nacional. Medio siglo después el Presidente Perón repropone la fórmula debidamente actualizada al Presidente Carlos Ibáñez del Campo. Aislado Getulio Vargas por los agentes de Washington el plan se restringe a los EEUU andinoplanteses. Hay logias del Ejército que lo favorecen, pero los titubeos del mandatario y la acción de los personeros de la derecha agropecuaria, los agentes de la CIA y la oposición del marxismo impiden esa modalidad integradora que es calumniada por Alejandro Magnet como un “anschluss”.

Esa dependencia castrense se manifiesta en la admiración por las megapotencias. Antes –en la Guerra del Pacífico- la marinos y soldados se baten por el salitre y el guano que ubicados en territorio de Bolivia y Perú son explotados por empresas anglochilenas. Tal apoyo a la City está documentado. Ilustrativo al respecto es el film criollo de los 60 –“Caliche Sangriento”- dirigido por Helvio Soto. Durante la I Guerra Mundial nuestros cadetes y oficiales se escinden entre germanófilos y aliadófilos. En la II, se aniquila cualquier brote de neutralismo porque se le juzga una maniobra del III Reich. La vieja idolatría “prusianista” deriva de la Misión Militar Alemana. Ese grupo de mercenarios capitaneados por Emilio Korner traiciona a Balmaceda y con la Marina anglófila desnucan la resistencia nacionalista en 1891. Con la conflagración de 1914 comienza a la norteamericanización. Con la Guerra Fría el componente ideológico es la asociación para defenderse del comunismo ateo. Nuestros oficiales entonces se sienten aliados –nótese, “aliados” y no peones- de EEUU. Los han convencido que son primermundistas, se sienten “los ingleses de América del Sur” y “Chile –respecto a Latinoamérica- “distintos, distantes y superiores”. Se rechaza el dato etnológico de constituir un pueblo mestizo, se creen caucásicos -¡cómo olvidar el racismo del almirante Merino!-. Ergo, el resto de los latinoamericanos son macacos, piojentos y fétidos.

HIPOTESIS DE CONFLICTO

Esa dependencia de nuestras FFAA se expresan en suministros, asesores, becas, “misiones de paz”, cócteles, condecoraciones... A quienes están en la cumbre de los mandos corresponden comisiones por la adquisición de artefactos bélicos. Estamos seguros que esos US$8 millones que el matrimonio Pinochet-Hiriart tiene depositado en el Banco Riggs son fruto de esas operaciones. Igual en dictadura como en democracia. Ahora mismo la compra, por ejemplo, de los F-16 originará una media docena de millonarios criollos de la Concertación. ¿Cómo se explica esta suerte de contubernio entre nuestras FFAA y las de EEUU y en plano menos ostensible con las de Gran Bretaña? La respuesta está en las hipótesis de conflicto que los uniformados y la clase política manejan desde 1879 y raíces en 1835. Ello supone que “la copia feliz del Edén” está rodeado de Estados enemigos. Dicho de otro modo, peruanos, bolivianos y argentinos son nuestros adversarios de ayer, de hoy, de mañana y de siempre. Es el dogma de la “paz armada” reducida al arcaico lema romano que introducen aquí los instructores teutones: “si quieres la paz, prepárate para la guerra” .

Ese Síndrome de Fortaleza Asediada SFA captable en su internalidad psíquica a través del film “El desierto de los tártaros” es complementario de la presunta alianza ofensiva Buenos Aires, La Paz y Lima. Es la HV3, dicho de otro modo, el ABP. Condiciona una actitud de incondicional subordinación respecto a una megapotencia. Lo expresó paladinamente el general Matthei al explicar el apoyo de la FACH a la RAF y, en general a Gran Bretaña, durante Malvinas: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo” . La Armada no lo hace mal y el Ejército conserva una “neutralidad benévola”. Benévola respecto a Londres. Eso no se explica sólo con el alineamiento en función de la Guerra Fría, sino es un eco de la noción internalizada “entre pecho y espalda”, “entre ceja y ceja” según la cual estamos acorralados y necesitamos un macroamigo extralatinoamericano. Es la doctrina del “aliado distante” complementario de la doctrina de los “aliados inmediatos”: Ecuador que amaga la frontera norte de Perú, Paraguay ataca a Bolivia y Brasil amenaza a Argentina. No obstante, como se ha manifestado en otros trabajos sólo Quito continúa anclado en esa geopolítica a la europea con vigencia secular. Ya Asunción está “descolgada” y Brasilia asume compromisos con Buenos Aires.

ESA SEGURIDAD “NACIONAL”

La teoría de la Seguridad Nacional no fue Nacional, sino Hemisférica y manejada por el Comando Sur del Pentágono. La única resistencia registrada en orden a encontrar una política militar soberana es aquélla sustentada por logias castrenses del Ejército de Chile que giran en torno al general Ibáñez durante la II presidencia. Sin lugar a dudas, el influjo del justicialismo es evidente. Subyace –quizás no muy definida- en los PUMAS, la Línea Recta y los fundadores de la Academia Politécnica Militar (ACAPOMIL) y el Cuerpo Militar del Trabajo (CMT). En esas instancias hay la búsqueda de un desarrollo mancomunado del Cono Sur erradicando la geopolítica de Korner y sustituyéndola por la de O’Higgins. En su momento son rabiosamente fustigadas por una Santa Alianza que va de la SNA al PC, pasando por la masonería y “El Mercurio”. Aquello -se manifiesta- es “fascismo” y obedece al único imperialismo que nuestra oficialidad –por efecto de su miopía chauvinista- detecta: el argentino. Recostadas nuestras FFAA en el Lecho de Procusto del ABP no les queda, sino ese acoplamiento a EEUU que incluye –no ayer- , sino siempre cursos de contrainsurgencia patrocinadas por el Pentágono.

Esa capacitación antisubversiva es indispensable en cualquier entrenamiento bélico. Estimar que la asignatura de DDHH pueda suplantarla es ingenuidad. Las FFAA no son ni aquí, ni en la China de Mao, ni en la Cuba de Fidel o la Francia de Mollet, Mitterand o Chirac sucursales del Ejército de Salvación. Entre sus labores figura la seguridad interna y ello pasa por anular al enemigo esté donde esté y cualquiera sea su atuendo. El asunto reside si las instituciones armadas operan con soberanía o actúan al servicio de una potencia extranjera. En Chile es notorio que no sólo en 17 años de la Presidencia de Pinochet, sino durante varias épocas en su seno prevalece una cultura colonial complementaria de un desconocimiento del país real. Ello contribuye poderosamente la selección de los cadetes dando preferencia a los postulantes de apellidos extranjeros y facha agringada y rechazando al morocho criollo. Eso explica –en un grado de mayor gravedad- que jamás un mapuche se hubiese matriculado en las escuelas matrices. Peor aun, el más connotado torturador Miguel Krasnoff Merchenko –general de brigada- es nacido en Austria, con familia ruso blanca de origen cosaco y en su ingreso a la Escuela Militar se debió, con toda seguridad, a su “pinta”. Tanto así que fue apodado como “El Príncipe” por sus subalternos enfermos de pigmentolatría blanquista.

COLONIAJE CASTRENSE

Ese clima colonial vigente en las FFAA es el mismo prevaleciente en la sociedad chilena quizás acentuado. Se manifiesta en recomendar matrimonios de los oficiales con mujeres de la oligarquía o blanconas arribistas apodadas “siúticas”. En las Escuelas Matrices –y también en las Academias- los textos de Historia son europeos o bien son de un Chile que se inaugura el 18 de septiembre de 1810. Los manuales de táctica y estrategia, geopolítica –al menos hace no ha mucho- fueron traducciones de textos del Viejo Mundo. Las becas son al I mundo y peor que eso se internaliza en la oficialidad un etnocentrismo que los conduce a concebirse como militares de una república europea. En el cuartel sargentos y cabos hacen mofa de los apellidos aborígenes y se burlan de los cholos y cuicos en las áreas fronterizas septentrionales. Los nombres de los regimientos enfatizan más las guerras contra Perú y Bolivia 1831-1835 y 1879-1883 que la contienda de la Independencia. Ello favorece el fomento de la desconfianza respecto a Perú y del desprecio, a Bolivia. Siempre –por cierto- el recelo a Argentina.

La situación de Chile de 1970 a 1973 – como lo he manifestado en trabajo “Una guerra forastera”- es escenario donde chocan las dos potencias a través de sus lacayos concientes o inconcientes. El enfrentamiento es entre quienes adhieren al “campo socialista” donde como decía la propaganda “el futuro ya es presente” y el proletariado edifica una sociedad feliz sin explotadores (sic) y quienes están con el modelo estadounidense, en defensa de la civilización occidental cristiana y el mundo libre (sic). La ceguera es tal que nadie –o casi nadie- visualiza un III camino. Sólo existe uno que rumbea a Moscú y otro –ya conocido- a Washington. Quienes –al interior de la UP- proponemos un sendero tipo 3ª Posición al estilo peronista o un neutralismo positivo tipo Bandung (Tito, Sukarno, Nasser y Nehru) somos objeto de abucheos o descalificaciones. Los chilenos querían convertirse en un Puerto Rico con la panza repleta y la dignidad patria por los suelos o en una Cuba manipulada por el Kremlin, con cartilla de racionamiento y policía omnipresente. En ese contexto se afilaban –por lado y lado- los yataganes y se estrenaban los pau de arará. La competencia es quien yugula primero a la tambaleante democracia representativa. Se supo pronto cual de ambos equipos poseía mayor velocidad y eficacia.

LA “TRANCA” CHEYRE Y LA UP

El mismo comandante en jefe siendo teniente –adscrito al Regimiento Arica Nº2 de La Serena- opera como represor con singular furia. Otro tanto su suegro el general Forestier (hoy procesado y con arresto domiciliario) quien hace fusilar a adscritos al régimen depuesto. ¿A quien obedecían estos uniformados? Está claro que a una ciudadanía atemorizada de empantanarse en un totalitarismo comunista, a empresarios que temían el despojo impulsado por marxistas irresponsables y a un pueblo mortificado por la inflación, el desabastecimiento, el mercado negro y la agresividad sectaria, pero sin el respaldo del Pentágono y la CIA no se habrían movido. En la otra trinchera estaban quienes –se sabe- no eran blancas palomas y preparaban el autogolpe. La ejecución de ese plan que hoy se niega, pero que soy testigo se urdía en la sombra operaba con asesoría cubana. Los “ñangaras” de La Habana –Carlos Rafael Rodríguez y Barbarroja Piñeiro- estuvieron aquí en la “hora undécima” y con el Dr. Allende a puertas cerradas. La hija mayor del Presidente es esposa de Luis Fernández de Oña, el 2º hombre del servicio de inteligencia de la Isla que operaba como embajador en Chile transitando como “Pedro por su casa” en La Moneda. Eso no lo ignora –en su momento- la CIA ni el SIM.

En ese contexto hay “mucha tela que cortar” y parece atarantado e incompleto el mea culpa de Cheyre. Echamos de menos referencias a unas FFAA dependientes y teleguiadas desde el exterior. El asunto clave es que hoy Washington –en una maniobra- programa empequeñecer a nuestras FFAA. Convertirlas en Guardias Nacionales que operen como policías en materia de narcotráfico y se la jueguen contra el terrorismo y –sobre todo- evitar que engendren un Chávez o un Perón. Primordial: su mutismo y encapsularlas en los cuarteles como monjes cartujos. Eso en circunstancias que la Casa Blanca es la madriguera del terrorismo y Bush el sumo pontífice. Una vez más vemos a soldados, marinos y aviadores en campaña made in USA contra el terrorismo y eso es, otra vez, convertirlas en mercenarias. Pruebas al canto: el operativo Haití apenas ayer complicándolas con un golpe de Estado propinado al Presidente Arístide por un comando francés secundado por tropas de EEUU. ¿Quién está metiendo en esa “camisa de once varas” a nuestros uniformados? Pues, el señor Ricardo Lagos –Richard Lake-. Antes estuvieron en Timor encubriendo la secesión de un territorio de Indonesia. En suma, otra vez vagón de cola del Pentágono. Después –si hay cambio de estrategia del Coloso del Norte- nuestras FFAA volverán de rodillas a ser humilladas por delitos y abandonadas a intemperie... Ello por carecer de norte genuinamente soberano.

FATALISMO Y COMPROMISO

Esa adscripción –empujada desde La Moneda- en virtud de los TLCs con las megapotencias de contribuir a la guerra al terrorismo sellan nuestra condición de dependencia. Con un añadido: “los valientes soldados que han sido de Chile el sostén” juzgan la subordinación como inevitable y conveniente. Los matriculados con las hipótesis de conflicto clásicas -un dogma para una multitud de compatriotas sean eclesiásticos o legos, uniformados o “paisas”, empresarios o proletarios- evalúan tal vasallaje una bendición de Dios. En caso de ataque de nuestros “tradicionales enemigos” habrá apoyo externo. En esa cultura castrense mutilada de espíritu crítico donde se escogen –a título de excepción sociólogos, politólogos, historiadores... siempre proclives a la dogmática institucional- hay pocas posibilidades de invitar a pensar. Ya todo está decidido por el Comando Sur y la clase política. Este antiterrorismo se mezcla con ataques a Estados soberanos como Irak con demolición sistemática de aldeas y ciudades y vulneración a granel de los DDHH. También con afanes policiacos de restauración del orden público. A Bagdad pudo acusársele de disponer de arsenales de armas –“A”, “Q” y “B”- de destrucción masiva, pero es imposible adosar tales denuncias a Puerto Príncipe.

Planteamos –a título de hipótesis- como escenario posible lo anotado a continuación. Bolivia cae al abismo de una guerra interna por conflictos de interétnicos, interregionales e interclasistas con las consiguientes ramificaciones externas que una confrontación de esa envergadura pudiera alcanzar. La OEA o la ONU –paraguas de EEUU- ¿intervendrían para restablecer la normalidad democrática, suprimiendo “la ingobernabilidad” y “civilizar a ese pobre pueblo aindiado y pobre”, según añadiría un racista criollo. Si así fuese, acompañando a la tropa aerotransportadas del Pentágono estarán nuestros arios puros oficiales. Sin embargo, como la patria de Andrés Santa Cruz y Germán Busch no es Haití pronto se enredarían en una guerra de guerrillas como la que soporta la I potencia militar en suelo iraquí. Entonces –obvio- habrán allanamientos, balaceras, arrestos, ejecuciones... También TV para presentar al “Ejercito siempre vencedor y jamás vencido” obsequiado chocolates a niños indigentes altiplánicos o inaugurando un puente donde, según dirá el periodista mercenario, hubo sólo un andarivel. Hipotetizamos que, sin chistar, intervendrán en la “operación Bolivia”, como ayer en la “operación Haití”. Eso les permite de sobresueldo, contacto con milicos gringos que como arribistas que son los enaltecen- y, en lo profundo, revalidar los añosos relatos “cholofóbicos” de la Guerra del Pacífico.

En este “juego de guerra” bosquejado no se evalúa que las cúpulas castrenses de las repúblicas limítrofes también, afectadas del mismo aldeanismo, poseen otras hipótesis de conflicto. La rioplatense centrada en el asunto de la frontera austral y hasta en aquellos meridianos sobrepuestos del triángulo antártico. La peruana, se sabe, por revanchismo, apetece rescatar “sus estrellitas del sur” (Arica y Tarapacá). Tal ingerencia yanquichilena sería explosiva y sus efectos abarcarían todo el Cono Sur. Finalizadas la exportación no tradicional de “carne de cañón” y concluidas las hostilidades habrá presumiblemente héroes. Al cabo de un tiempo... un nuevo Nuremberg con tribunales para juzgar a nuestros jefes, oficiales y clases como “criminales de guerra”. Esos delitos –lo sabe muy bien- son imprescriptibles y no ameritan indultos ni amnistías. Dudo que el actual comandante en jefe –apodado por sus subalternos “el compañero”- lea este texto. Ahora mismo –se insiste- si fuese en efecto un cientista debe considerar el contexto histórico y las coordenadas geopolíticas, geoestratégicas e internas de la tragedia chilena sin dejar de analizar el componente sociocultural. Aun más debiera someter a revisión no solo el capítulo 1973-1990, sino toda la historia de las FFAA, en particular, del Ejército y, en lo personal, arrepentirse de las arbitrariedades que perpetrara, en la IV Región, durante aquellas amargas jornadas septembrinas.

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