Tercera y última parte

El cártel de Tijuana tejió una amplia red de contactos en la esfera del poder político-militar-policiaco y se hizo de especialistas en el manejo financiero, en falsificación de documentos, atención médica, localización de rutas marítimas, terrestres y áreas para pasar drogas a Estados Unidos. Contaba además con barcos, aeronaves y vehículos propios para realizar sus operaciones.

De acuerdo con los testimonios de personajes claves de la organización que se acogieron al programa de testigos protegidos de la Procuraduría General de la República (PGR), bajo los seudónimos de Félix, Jorge Arturo, Juan López, Raúl y Marco Antonio, a mediados del sexenio de Ernesto Zedillo, en 1997, en Baja California floreció el narcotráfico al amparo de la protección de autoridades militares y del gobierno local y federal.

El testigo protegido Eliuht Ochoa, Marco Antonio, por ejemplo, fue el responsable de contactar a mandos de inteligencia militar para llevar a cabo las actividades relacionadas con el narcotráfico bajo el mando de Gilberto Higuera Guerrero, el Gilillo, el subteniente Granados, el Gato, Gildardo Emilio Liébano y el teniente Marco Antonio Benítez Armijos.

El 21 marzo de 2001, Marco Antonio declaró que el teniente de inteligencia de la tercera región militar, Edgar Rene López Delgado, participó en la entrega de un paquete de dinero que efectuó un tal Ariel, quien le presentó a Gilberto Higuera, a quien vio con Germán Núñez Balderrain, el Buzo, Javier y Ricardo Palomera, el Eme 2 y el Eme 3, respectivamente, quienes pertenecían a la célula de Efraín Pérez Pasuengo, el Efra.

De acuerdo con la declaración ministerial del exagente Edgar René López Delgado, comisionado al Grupo de Información de la Tercera Región Militar en Mexicali, oficiales del Ejército colaboraron para el cártel de Tijuana con suministro de información de inteligencia. El hoy testigo protegido reveló a la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada que el teniente Marco Antonio Benítez Armijo avisó desde el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) sobre un operativo militar a Gilberto Higuera Guerrero, el Gilillo.

“El teniente Marco Antonio Benítez Armijo trabaja en la Secretaría de Gobernación y me estuvo pasando información que le proporcioné a Gilberto Higuera, el Gilillo”, dijo el testigo protegido, según la averiguación previa PGR/UEDO/071/2003. Los Arellano Félix tenían infiltrados los órganos de inteligencia militar, al menos desde 1997. El hoy testigo protegido era uno de ellos, así como Benítez Armijo y el teniente de Caballería Ramón Martínez Jiménez, quienes presuntamente protegían la llegada de aviones con cocaína. Benítez fue comisionado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) al Cisen, y en marzo de 2000 filtró al Gilillo que un contingente del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE) se había trasladado del Distrito Federal a Tijuana para detener a miembros de la organización.

La fecha y el lugar que señala López Delgado coinciden con el operativo que llevó a cabo la Sedena el 11 de marzo de 2000 en Tijuana, donde efectivos del GAFE capturaron a Jesús Labra Avilés, el Chuy Labra, lavador de los Arellano Félix.

Miembros del cártel de los hermanos Arellano Félix se infiltraron al Grupo de Inteligencia Militar y al Cisen entre 1997 y 2000 para conocer de operativos castrenses en su contra.

El falsificador

Para cruzar los retenes por territorio bajacaliforniano cuando escoltaban a Gilberto Higuera, el Gilillo, sus lugartenientes se identificaban como agentes de la PGR, de la Fiscalía Especializada en Delincuencia Organizada, como agentes de la procuraduría del estado o como agentes ministeriales. Y cuando portaban armas, llevaban los oficios de comisión y portación de arma falsos, dice el testigo protegido Félix en su declaración del 18 febrero de 2001.

Félix, quien formó parte de la organización entre 1997-200l, falsificaba documentos oficiales, credenciales de elector, pasaportes, credenciales de distintas corporaciones policiacas, para lo cual los integrantes de la agrupación le proporcionaban material e instrumentos tecnológicos de punta que requería para reproducir a la perfección hologramas, códigos de barras, fondos de agua. Todo era falsificable.

“Miguel Ángel Fernández Loera, el Gritón, me pagó 1 mil 200 dólares para gastos. Me decía que los acreditados con los gafetes y credenciales que yo elaboré eran gentes muy pesadas y que yo ya no me podía salir. Este trabajo duró aproximadamente un mes, expidiéndose las credenciales con vencimiento al 31 de diciembre de 1997. Habiendo tenido que renunciar a mi trabajo en la inmobiliaria, me quedé sin ingresos económicos debido a que el Gritón así me lo había indicado; se justificaba diciendo que no teníamos trabajo, pero que ya iba a llegar la renovación de las credenciales, por lo que esto duró hasta principios de 1998.

“En febrero de 1998, pasaron por mí conduciéndome al fraccionamiento Las Fuentes, en Mexicali, donde se encontraban varios vehículos estacionados en convoy, entre ellos una pick up dorada Ford Lobo con dos sujetos, descendiendo uno e indicándome el otro que abordara el vehículo, presentándome a Gilberto Higuera Guerrero. De inmediato lo reconocí como el mismo para el que yo había elaborado una credencial y un gafete de la Policía Judicial, a nombre de Juan Carlos Ramos.

“Gilberto me indicó que elaborara las nuevas credenciales de la Policía Judicial, y como yo había visto que las nuevas ya contaban con un holograma porque se había detectado una falsificación en Guadalajara, le indiqué que iba a estar más difícil y se tenía que comprar equipo nuevo. El Gritón decía que yo pedía mucho dinero y que no quería trabajar, dándome en ese momento cuenta que el Gritón se había quedado con la mayor parte de mi paga, e incluso me dijo Gilberto que ya me iban a levantar, por lo que me indicó que les investigara el precio del equipo y se los informara, por lo que en ese momento me entregó 2 mil quinientos dólares.

“Habiendo instalado dicho equipo en un departamento que renté en la Calle de Lago Rudolf, número 654, fraccionamiento Jardines del Lago, Mexicali, regresó el moreno con las fotografías de aproximadamente 30 sujetos, entre ellos Gilberto y otro sujeto de quien me dijo que era el mero jefe al cual yo le había hecho la primera credencial a nombre de Rodrigo Sánchez Ellis, nombre que yo había inventado. Posteriormente me enteré de que su verdadero nombre es Ismael Higuera Guerrero, el Mayel, por lo que me puse a elaborar las credenciales, con vigencia al 31 de diciembre de 1998, que los acreditaban como agentes de la Policía Judicial del Estado de Baja California”.

El testigo elaboró credenciales falsas para Ismael Higuera Guerrero, el Mayel con el nombre de Rodrigo Sánchez Ellis; a Gilberto Higuera Guerrero, el Gilillo, como Juan Carlos Ramos; a Efraín Pérez Pasuengo, el 8-5; Carlos Cáceres, el Quemado; César Jiménez Reyes, Rubén Cortes Flores, Carlos Pineda Muñoz, Bernardo Araujo, el Jabalí, y Miguel Ángel Fernández Loera, el Gritón.

Dice que en varios casos no supo el nombre real de los miembros del cártel de Tijuana, puesto que recibía las fotografías y les daba el nombre que él quería. Elaboraba las credenciales de elector, de la PGR y de la Procuraduría de Justicia del Estado para gente de la organización, entre ellos, a Héctor Montoya, quien le proporcionó recursos monetarios para el equipo de cómputo y el material necesario para su elaboración.

Mario Enrique Anaya Morales, jefe de la Policía Ministerial de Baja California, recibió oficios originales con su firma, los cuales le entregaban Gilberto Higuera o Miguel Ángel Fernández Loera.

A Efraín López, el Efra, Rogelio Herrera, a quien le inventó tal nombre. Al Macumba, el Quemado, quien presentaba cicatrices de quemaduras y falta de dedos en las manos. Mario Figueroa (Russel), el Jabalí, cuñado de Ismael Higuera. La credencial a nombre de Raúl Mario Figueroa Vázquez, al cuñado de los hermanos Higuera, Mario Alberto Russel Gámez.

La credencial de elector a nombre de Mario César Maldonado Silva corresponde al Pelucas. La credencial de la PGR y licencia de chofer a nombre de Miguel Ángel Fernández Loera corresponden al “escolta favorito” de Gilberto Higuera Guerrero, el Buzo (Alejandro). La licencia a nombre de Adalberto Malvarrosa Cepeda corresponde a Alberto Mendoza Sauceda.

El testigo protegido Félix dice que Gilberto Higuera se hacia acompañar de Miguel Ángel Fernández Loera o Germán Núñez Velderrain, el Buzo; Óscar Rochín López, el Erre uno; Raygoza, el Cero; el Niño, de nombre Eduardo; el Peque, el Compadre, el Guayo o el Aguayo, así como en un par de ocasiones por un militar de nombre Édgar.

La ruta marítima

El testigo protegido Jorge Arturo era escolta de Ismael Higuera, el Mayel. Realizaba levantones, escoltaba cocaína y marihuana, y llevaba dinero de Tijuana a Ensenada. Declaró en marzo de 2001 que la cocaína de Colombia llegaba a las costas de Oaxaca y de ahí era trasladada en lanchas a las costas de Michoacán, donde la recibía Salvador López, el Chavo. Luego se trasladaba a Tepalcaltepec, en la Sierra de Michoacán, en una pista aérea registrada, propiedad del Quemado.

De ahí, la sustancia salía rumbo a Ensenada, a otra pista localizada entre los viñedos, donde la recibían gente comandada por Efraín Pérez; de ese lugar se trasladaba hasta la playa donde unos lancheros la llevaban por mar hasta La Bufadora, apoyados por elementos de la Policía Federal de Caminos, donde se almacenaba en bodegas cerca del entronque de la carretera hacia Ensenada.

La cocaína llegaba a Ismael Higuera, quien de Tijuana mandaba al Bocina con dinero al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para pagarle a los colombianos el Doctor, de apellido Charri, a Erick, y al Ronco.

Refiere que Rigoberto Yáñez Guerrero, el Primo, se hacía acompañar del Bocina, quien en cinco ocasiones llevó cocaína a Guadalajara que provenía de Colombia: la entregaban los colombianos en altamar en aguas internacionales, a la altura de Oaxaca, a gente del Primo, contacto entre aquéllos e Ismael Higuera, el Mayel.

El Mastodonte, quien de Europa remitía pastillas psicotrópicas conocidas como éxtasis para Ismael Higuera, el Mayel.

Jorge Arturo identificó a Arturo Torres Flores, quien trabajaba como escolta de Gilberto Higuera, el Gilillo, a Joaquín Rodríguez Torres, el Chalinillo, quien participaba como compañía cuando se llevaban maletas grandes con diversas cantidades de dinero de la agrupación, para recoger diversas personas, escoltar cargamentos de cocaína o marihuana, o como acompañante del Macumba, para hacer entregas, o bien, en funciones de escolta, pero siempre a disposición de Ismael Higuera.

En las fotografías relacionadas con la averiguación previa 336/MPFEADS/01, el testigo protegido reconoce al comandante Armando Martínez Duarte, el Loco Duarte. Refirió que a finales de 1997, cuando volvió a trabajar bajo las órdenes de Ismael Higuera, éste le pidió que recogiera en Ensenada al Loco, pues ambos habían pertenecido a la Policía Judicial Federal.

Durante su estancia en Mexicali, Jorge Arturo escuchaba constantemente nombrar por radio al Loco Duarte con su nuevo apodo, el 4-4, quien recibía instrucciones de Gilberto Higuera; así, refiere que pudo ver que Duarte trabajó primero para Ismael Higuera y, posteriormente, para Gilberto Higuera.

Las embarcaciones

El 9 de junio de 2000, el testigo protegido Juan López manifestó que las drogas se trasladaban de Colombia a México en barcos como El Pámpano X, Propemex II y Calipso. Narra diversos incidentes en los cuales, incluso, intervinieron diferentes autoridades para que llegaran a su destino los estupefacientes.

Juan López dijo ante el Ministerio Público federal conocer a miembros de la agrupación que encabezaba Ismael Higuera: Carlos González Félix, Mijares, Armando Pineda Lozano Mantarraya, Juan José Ríos Sinaloa, Jonny; el Comandante César, Jorge Guevara, el Pato, Manuelito; el ingeniero Zatarain; el Primo; el Mastodonte; Guillermo Millán Gómez, el Moreno; Eduardo, el Colombiano, el ingeniero Millán; Alberto Mendoza Saucedo, el Mandilón, quien acompañaba frecuentemente al Pato; el Primo, encargado de organizar los negocios de Ismael Higuera en la ciudad de México, para lo cual se movía a Michoacán, Morelos y Guadalajara; recibía 60 mil pastillas éxtasis provenientes de Europa por Gustavo Quezada Rodríguez o Ernesto Labra Pompa, el Mastodonte y su hermano Noe.

También a miembros de los cuerpos policiacos que brindaban protección como César Jiménez Reyes; Fidel, sobrino de Carlos González Félix, superior jerárquico de Juan López, trabajaba también para Ismael Higuera. El Primo utilizaba el nombre de Gerardo Fernández Mancera, tenía oficinas en México donde se reunía con el colombiano, el Ronco o Lalo, Carlos González Félix.

A principios de 2000, en la base de radio que controlaba el Ronco o el Jony, el testigo se encontraba en compañía del Primo, cuando a las 23 horas llegó Ismael Higuera a supervisar y controlar el arribo de un cargamento a bordo del Pámpano X, escoltado con cinco personas con radios portátiles de comunicación, entre ellos Miguel Ángel Fernández Loera. Comentó que la policía puso en marcha esa noche operativos tipo redada en el Sauzal, por lo que la situación estaba controlada para que no hubiese problema en la descarga de la droga en las playas de la Bufadora.

El 4 de mayo de 2000, Óscar Eduardo Gómez Angarita, Raúl, declaró que el Mayel, lugarteniente de los Arellano Félix, lo conoció en Tijuana, a través del colombiano Omar Londoño, el Viejo. “El Mayel es muy cerrado para hablar y siempre se maneja como una persona autónoma e independiente en sus negocios”. Raúl coordinó diversos embarques de cocaína, cuatro de ellos llegaron a su destino, uno llegó a un punto entre Manzanillo y Lázaro Cárdenas, a Ensenada; dijo que transportaron 1 mil 800 kilos y 2 mil 200 kilos de cocaína, cada uno de ellos. Para ello se contactó con el capitán del barco, el Párroco, en Ensenada.

“El Mayel se ha manejado como una persona independiente dentro del cártel comandado por los hermanos Arellano Félix. De las personas que trabajan en su grupo son de 10 a 15; él es el jefe. Su brazo derecho es el Cuñado, Mario Alberto Russel Gámez, los demás son tropa y lo acompañan siempre en caravanas de cuatro o cinco vehículos”.

Los colombianos

Los operadores del manejo de las relaciones de narcotráfico de cocaína con los narcotraficantes de Colombia eran el Caballo, Manuel Aguirre Galindo y el Chuy Labra, Jesús Labra Avilés, quienes mantenían contacto permanente con los colombianos Orlando Sánchez Cristancho, César Gil, Giovanni Caicedo, Carmelo Arango, Omar Londoño, el Viejo; Sélimo y su socio Juan Carlos Ramírez Sabalía, el Chupeta; el Mono y el Gordo, sobrino de Elmer Herrera, don Pacho, Marcos Gil y el Hoober Salazar.

El ingeniero Robles es encargado de manejar a los testaferros del Mayel, “una persona de aparente gran inteligencia que se ostenta como conocedor en el manejo financiero”.

El poder del Mayel era inmenso. Quería, además de manejar la plaza, tener negocios propios desde Colombia, al margen del Chuy Labra y el Caballo, pero aún con los hermanos Arellano Félix. Quería quedarse como máximo jefe del cártel; por lo cual, Raúl dijo que a Gilberto Higuera se le encargó el manejo de la plaza de Mexicali, donde éste exigía pago de cuotas a otros narcotraficantes como lo hacía el Mayel en Tijuana.

Raúl reveló a las autoridades judiciales las coordenadas y claves utilizadas por la organización comandada por el Mayel, para identificar la orientación y tipos de embarcaciones que trasladaban cocaína desde Colombia por aguas internacionales, e internarlas a territorio nacional. Dio a conocer las claves de las lanchas o embarcaciones y los puntos de encuentro que eran utilizados para la recepción de narcóticos.

En esta tarea participaba Sergio Rodríguez Tapias, quien controlaba la información procedente de la Armada –la posición de las fragatas o corbetas americanas– para proporcionarlas al capitán del barco que transportaba la cocaína. El ingeniero Millán tuvo participación para liberar el barco El Pámpano, mediante el pago de dinero por su liberación.

Carlos manejaba, con el hijo del Mayel, todo lo relacionado con los viajes de cocaína por el Pacífico. El Pato, gente de confianza del Mayel, le indicó al testigo que investigaran si dentro de esa relación estaban los barcos que ellos utilizaban para el tráfico de cocaína.

El testigo precisó la mecánica del tráfico del estupefaciente desde Colombia hasta el territorio nacional por vía marítima, a grado tal que expuso el aseguramiento de una embarcación y la forma en que agentes del Ministerio Público federal y otras autoridades participaron para liberar el buque El Pámpano, mediante el pago de un soborno del Mayel. Destacó la labor de Sergio Rodríguez Tapias como informante de las posiciones de las fragatas de la Armada de México y de Estados Unidos, para comunicarlo al capitán del barco utilizado en el traslado del narcótico. Se refiere a su vinculación con el Mayel. Menciona la participación de diversos miembros de la organización: el Pato y César Jiménez Reyes, entre otros; incluso refirió diversos hechos que, de no ser miembro activo, serían de difícil o imposible conocimiento, los cuales reseñó detalladamente, como el servicio de seguridad que le prestaba César al Mayel.

Afirmó conocer las casas de seguridad adquiridas por el Mayel en Tijuana, en donde dice haber conocido al comandante de la Policía Judicial de esa localidad, quien le pasó información de contrainteligencia al Mayel, relativa a embarcaciones investigadas por la Drug Enforcement Administration como sospechosas de ser utilizadas por el narcotráfico, a efecto de que tomaran las providencias necesarias.

“A mediados de enero de 2000 llegó a Tijuana Sélimo, quien se entrevistó con el Mayel en el Bulevarcito, cerca del aeropuerto. Sélimo iba muy limitado de tiempo, ya que salía a las seis y media de regreso a la ciudad de México. Mientras platicaban, el Mayel se dirigió hacia el aeropuerto para dejar a Sélimo.

“Al llegar al aeropuerto se bajó César. Uno de sus acompañantes se acercó al Mayel, quien les indicó que estuvieran pendientes mientras conversaba con Sélimo sobre unas cuentas de narcotráfico. Estaba también un comandante que recibía la marihuana procedente de Morelia, la cual entregaba a César, quien con los agentes José Ricardo Rodríguez Torres, Rubén Cortés Flores, Miguel Ángel Crespo Zoloeta y Carlos Rafael Pineda Muñoz, se la hacían llegar al Mayel”.

Dijo conocer al Árabe o Luis Miguel, de origen árabe nacionalizado colombiano; habla cuatro o cinco idiomas. Se le desapareció al Mayel con 14 millones de dólares; en su lugar quedó el Masto, con las conexiones en Europa.

“Los barcos utilizados para transportar la cocaína de la agrupación del Mayel eran Don Pablo, Pámpano y Calipso, con permisos de pesca de tiburón o camarón que se aprovechaban para surcar aguas internacionales de las costas del Océano Pacífico, en donde recibían el narcótico enviado por los colombianos en lanchas, principalmente, por Omar Londoño, el Viejo.

“La intervención directa de Luis Octavio López, el Mandilón, Ricardo, el Pato, quien quedó a cargo del negocio del barco Don Pablo y le entregó 50 mil dólares al Mandilón para repararlo y un anticipo del pago de la tripulación, dinero que fue proporcionado por el Mayel.

Contacto en altamar

“Al Párroco lo conocí en noviembre de 1999 en Tijuana, donde el Pato me lo presentó por órdenes del Mayel, cuando ambos fuimos a visitar la embarcación del Párroco, en el puerto de pesca El Causal, en Ensenada. Después de la presentación, le mostró la embarcación donde estaban los equipos de navegación y comunicación, el cuarto de maquinas y la bodega refrigerada con un compartimiento oculto.

“Durante tres o cuatro meses lo dejó de ver, hasta que el Mayel le dijo al Pato que los buscara porque ya tenía un compromiso con un grupo de colombianos en aguas internacionales para recoger cocaína y llevarla hasta Ensenada; una vez que los encontró se hizo una reunión en la oficina que asignó el Mayel para manejar la comunicación con los barcos; en esta reunión estuvieron presentes Ricardo, el Pato; Jorge Guevara, el Puto; Emanuel Guevara, Manuelito; Luis Octavio, el Mandilón, y el Párroco.

“El Párroco y Luis Octavio López, el Mandilón, capitanes de navegación, trazaron las rutas de ida y regreso y las coordenadas eran 106.00 con 5.00 cien con quinta y 100.00 con 6.00 cien con sexta, las cuales identificaban el sitio donde había ordenado el Indio, a quien le habían informado desde Colombia que ahí sería la entrega de cocaína. En esa reunión se acordaron la frecuencia de radio y las claves. Las coordenadas corresponden a un punto ubicado entre Manzanillo y Acapulco.

“Desde el puerto de Manzanillo al punto de entrega de la cocaína son cinco días de travesía. Se recogió la cocaína, que por información del Indio y el Mayel eran 2 mil 271 kilos en pacas de 20 kilogramos. Después de recibir la cocaína, la embarcación zarpó rumbo a Punta Telma, donde la gente del Mayel y el Primo la esperaban para despacharla del aeropuerto de Morelia y de ahí al de Tijuana.

“A menos de 12 horas de la entrega, el Mayel dio la instrucción de informar al Párroco que no entregara la droga en Punta Telma, que continuara hasta Ensenada, que por la muerte de los investigadores de la Procuraduría General de República encontrados en la Rumorosa, el comandante del aeropuerto de Tijuana le comentó que había llegado personal de esa dependencia y no podía recibirle el cargamento hasta que las cosas se calmaran”.

El Efra acompañaba a Ismael Higuera como su brazo derecho cuando se recibía la cocaína en Ensenada, y de forma conjunta organizaban el operativo para recibir la droga. Asimismo, Raúl refiere que él les informaba la fecha y hora de llegada del barco en que se transportaba la cocaína, así como el punto donde llegaba, casi siempre era cerca de la Bufadora; y que el destino que se le daba a la droga era Mexicali y Tijuana, para de ahí pasarla a Estados Unidos.

El 11 de abril de 2002, el testigo Raúl dijo que Joaquín Rodríguez Torres estaba presente en casi todas las reuniones que había con Ismael Higuera, ya que él era el contacto con los jefes policíacos de Baja California, y participaba en los patrullajes nocturnos que realizaba Ismael, en la recepción de cargamentos de cocaína propiedad de los hermanos Arellano Félix que llegaban en barcos a Ensenada. En la casa que se le denomina la Alberca, el testigo Raúl conoció a los hermanos Arellano Félix y a Ismael Higuera; recuerda haber visto al Alacrán en Tijuana, en el lugar denominado El Punto y la Casa del Billar.

“Conocí al Gritón en Mexicali a principios de 1997. Me pidió mi número de celular para localizarme, pues me indicó que me tenía un trabajo. Estuve a punto de no dárselo pues no simpaticé con él por su altanera y prepotente actitud. Llegué incluso a decirle a Josué García: ‘¿De donde sacaste a este pinche buey? Si no lo callas, lo saco a patadas’, y Josué me advirtió que era de cuidado.”

Raúl explicó que el trabajo consistía en falsificar unas credenciales que, además de los datos de identificación y la fotografía, incluían “un número que después supe se trataba de algún tipo de control, expedido por la contraloría del estado”.

El testigo dijo que “al terminar el trabajo, del cual la remuneración fue poca, ya que después supe que como intermediarios el Gritón y el Lalo se llevaron una tajada mucho mayor que el porcentaje que me correspondió, no volví a ver a estos individuos hasta que el Gritón me buscó para elaborar las credenciales del 98, las cuales eran con mayores candados, es decir, protección holográfica, elaboración en material de tipo PVC y códigos de barras. El Gritón me comentó tres días después que el trabajo iba a ser para los Arellano Félix, por esa razón mencionaba que si no le cumplía el trabajo, lo iban a matar”.

Fuente: Contralínea Contralínea 157 - 15 de Noviembre de 2009