Sin embargo, el señor presidente se atreve a reclamar que en Cuba se respeten los derechos humanos, en respuestas dadas a unas preguntas que le hiciera la “famosa” bloguera, instalada en La Habana: quien nunca ha dejado de publicar, vía Internet, lo muy cercenada que se encuentra la libertad de expresión en la Isla.

La bloguera pregunta y Obama contesta. ¿Apenas cómplices de ocasión? Ambos creen en el poder de las tecnologías y habiendo tantos amantes de ellas –de las tecnologías-, los dos –Obama y la bloguera- intercambian simpatías y coinciden: Cuba debe cambiar. ¿Y Estados Unidos, plagado de crímenes, mafias, desocupados, presos políticos, torturados y torturadores, suicidas y hambrientos (por decenas de millones)? ¿Y Estados Unidos, qué? De eso no se habla. La parejita no dice ni “mu”.

El señor presidente Obama intenta hilar fino con lana gruesa. No debe resultar sencillo estar en su pellejo. Quienes lo conocen aseguran que se siente un poco abochornado por haber aceptado el Nóbel de la Paz, sin siquiera hacer algo digno por los hondureños, hoy sometidos a una dictadura canallesca. Tampoco ha logrado, el señor presidente Obama, quizás porque ni se lo haya propuesto con demasiada tenacidad, que Hamid Karzai –presidente afgano- se aleje de su cargo ante tanta corrupción y tras unos comicios, los últimos, apestados de politiquería y no menos nauseabundos que aquellos con que George W Bush, en EE.UU., robara alguna vez a su contrincante Al Gore.

Obama, el señor presidente de EE.UU., acaba de visitar China y así como llegó se marchó: muchas sonrisas y pocas nueces, no obtuvo ni un guiño para caerle con las cuatro patas encima a Irán, país que no parece pestañear frente a las amenazas recicladas del Pentágono, en torno a los programas atómicos. ¿Por qué no hay luz verde para Irán y sí para otros tan peligrosos como nosotros? se preguntan, no sin ironía, los iraníes.

Fuentes cercanas al señor presidente Obama se sienten incómodas si se les consulta acerca de las reacciones de los familiares de los mil soldados estadounidenses muertos en Afganistán. Lo mismo si se quiere saber qué piensa el gobierno de Obama de la “teoría” que asegura un final de aventura a lo Vietnam en las tierras afganas. Irak – no tan sólo Afganistán- sigue sin ser atada al carro de la victoria yanqui, y Corea del Norte no ha renunciado a sus planes nucleares, por más que los negociadores del presidente Obama le hagan llegar buena música a los oídos de la cúpula dirigente que reside en Pyongyang.

El mundo, vale recordarlo, no es un lugar seguro, y, para colmo, a diferencia de hace unos años, existe una marcada tendencia a desbordarse de los márgenes trazados por EE.UU.. Se cae de maduro que no son tiempos para el lucimiento de un Premio Nóbel de la Paz, salido de una galera sueca.

Hasta aquí, salvo las buenas migas con los surcoreanos, lo mejor que le ocurrió a Obama, luego de su recientemente concluida gira asiática, es el contacto con la bloguera. Los dos hablan el mismo idioma. Si se exagerara al analizar la relación entre ambos podría concluirse que se dedican a la provocación; aunque tratándose de un aspirante a estadista puede que no sea más que la exposición de un pecado de juventud gubernamental. Como muchos internautas, ella y él, creen ver en la red el otro lado de la luna, el opuesto al que mostraron las fotos de la NASA festejando la aparición de agua. ¿Por qué no admitir que a Obama le gusta navegar y ninguna otra cosa más que navegar? ¿Es demasiado ingenuo pensar que él es un hombre ingenuo?

La de Obama y la bloguera no deja de ser una obra de rasgos entretenidos, si no se avanza en deducciones. Una obra de trillados argumentos, es verdad. El agregado, la aparición en escena de Human Rights Watch –con su consabida catilinaria contra la política de derechos humanos en Cuba-, dio por tierra con la débil credibilidad del libreto y sus intérpretes. Sumarle a dos jóvenes internautas, llenos de complicidades, el brazo “humanístico” de la CIA, mató –hay que admitirlo- otro intento de subestimar al pueblo cubano. Por el momento no viene mal saber, de boca del señor Obama, que “EE.UU. no tiene intención de utilizar la fuerza en Cuba”. Así se lo hizo saber a la bloguera. En otras palabras: se continuará con la tarea de desgaste, desprestigio y de acción psicológica contra Cuba, sin disparar un tiro.

En lo concerniente a Afganistán, Irak, Guantánamo, las bases militares yanquis en Colombia y la ocupación de Honduras, no se habló. Ella y él no dijeron nada. En lo referente a las mazmorras de la CIA en diferentes países de Europa, las salvajadas yanquis en Haití, los suicidios derivados de la “Bomba Wall Street” y las penurias de los hambrientos vagando por las calles de Los Ángeles, tampoco habló la parejita. De los escuadrones de la muerte –disfrazados de policías- que patrullan las afueras de Nueva York, nada de nada. Y sobre el crecimiento de la tasa de desocupación en todos los EE.UU., y de las diabólicas y reiteradas matanzas en escuelas y universidades de ese país, Obama y la bloguera no gastaron ni una línea.

La parejita –ambos del otro lado de la luna- quedó a la espera de que el presidente de Cuba, Raúl Castro, les rinda cuentas. De novela.