Solo unas noventa millas de distancia separan a Cuba de Estados Unidos pero los cubanos de la isla que quieren venir Estados Unidos para visitar a sus familiares que viven en el vecino país del norte, o con propósitos turísticos, culturales o de cualquier otra índole, están requeridos solicitar de su gobierno un “Permiso de Salida al Exterior”. Lo que los cubanos llaman la “Tarjeta Blanca”.

Como contrapartida a esa regulación migratoria que limita la salida de los cubanos a viajar al extranjero, tal como una imagen que se refleja en un espejo, los ciudadanos norteamericanos tampoco pueden viajar a Cuba libremente como hacen a otros países, a menos que individualmente cada uno de ellos, solicite al Departamento del Tesoro de los Estados Unidos una “Licencia Especial”. Un “Permiso de Salida”, una especie de “Tarjeta Blanca”, que para el caso es igual lo de acá y lo de allá.

Los norteamericanos pueden visitar como turistas, sin limitación alguna, a lejanos países comunistas como China, Viet-Nam o Corea del Norte y hasta pueden viajar a Irán, considerado por el Departamento de Estado y la Casa Blanca como la “nueva amenaza” para la seguridad de Estados Unidos. Pero paradójicamente a Cuba, la pequeña vecina isla del Caribe que está a solo 90 millas de su territorio continental, se les está prohibido viajar.

En lo que a nosotros respecta, queremos manifestar que no estamos de acuerdo con la restrictiva disposición que limita el derecho de los cubanos a viajar a otro país, sea Estados Unidos o cualquier otro territorio extranjero.

Pero de la misma manera, consideramos que prohibir los viajes de los norteamericanos a Cuba es algo también muy condenable, porque constituye una violación de un derecho garantizado por la constitución de los Estados Unidos a todos sus ciudadanos. Un derecho que no debiera ser restringido por razones mezquinas electoreras para complacer a la extrema derecha cubana de Miami.

El tema del “Permiso de Salida al Exterior”, o sea la famosa “Tarjeta Blanca”, se ha convertido en una especie de “caballito de batalla” de los recalcitrantes del exilio cubano, uno de los puntos de ataque contra el gobierno Revolucionario, que también asumen, —retomándolo con vehemente insistencia- los llamados grupos “Disidentes” que componen la llamada oposición dentro de Cuba.

Pero lo que ninguno de ellos dice sin embargo- y que vale la pena señalar por los fueros de la verdad histórica- es que el controvertido “Permiso de Salida al Exterior”, todavía hoy vigente en Cuba, no fue establecido, como se dice, por el actual gobierno cubano. Lo cierto es que mucho antes del arribo de la Revolución al poder en 1959, los nacionales cubanos, para viajar al extranjero, estaban en la obligación de solicitar un “Permiso de Salida al Exterior”.

La gestión había que hacerla en el Ministerio de Estado de la República de Cuba, situado entonces en un antiguo edificio que hoy sirve de sede al Palacio de la Música, frente al monumento del General Máximo Gómez, en la Avenida de las Misiones a la entrada de La Habana Vieja.

El tal “Permiso de Salida” se hacía constar en el pasaporte vigente del solicitante, con un cuño azul estampado en una de sus páginas calzado con la firma del funcionario que estuviese a cargo de esa función de control de viajeros. Por entonces no había en Cuba la tan publicitada “Tarjeta Blanca” sino un “cuño Azul”, algo que para el caso era igual.

Y para quien dude de lo que afirmo- porque hay siempre quien duda- todavía conservo mi viejo pasaporte de los años 50 del siglo pasado, en el que aparece en una de sus hojas interiores, el cuño azul con el “Permiso de Salida” al extranjero. La fecha lo dice todo. Diciembre del año 1955. Destino, ciudad Méjico en viaje privado de “Luna de Miel”, con quien ha sido mi única esposa de toda la vida.

Mi opinión. ¡Que los cubanos de la isla no tengan que pedir permiso para salir al exterior! !Pero de la misma manera, que a los norteamericanos tampoco se les prohíba a Cuba viajar!

Dice un viejo refrán que lo que es igual no es trampa. A lo que habría que añadir que dos males no hacen un bien.