Andrés Townsend Ezcurra, durante un debate intenso en la Cámara de Diputados en los años 60, preguntaba si las acusaciones enderezadas por los accio-populistas hacia los demócratas-cristianos, eran ciertas. O, por el contrario, tenían igual connotación las que hacían los cuatro gatos al partido del entonces presidente Fernando Belaunde Terry. En giro genial y con picardía norteña don Andrés concluyó en medio de aplausos: “No será que unos y otros tienen razón”.

El país ha expectado conmovido y profundamente asqueado cómo los integrantes de una facción del partido de gobierno, han acusado a otros de su misma cofradía, de estar cobijados por los dineros y privilegios de la Universidad Alas Peruanas. Uno de ellos, un caradura que funge de portavoz de ese movimiento, ha dicho algo así como “y qué hay que malo en viajar invitado con los pasajes pagados”. Ciertamente no excursionaron solos los que lo hicieron sino que fueron en primera clase y acompañados por sus respectivas esposas.

La coprolálica respuesta no esperó y en forma de denuncia contra el vicerrector de Alas Peruanas, Edgar Núñez, legiferante ¡oh casualidad! de la misma bancada aprista, llegó premunida de sospechas de malos manejos y negocios sumamente controvertidos.

La cereza de la torta la acaba de poner el secretario general del Partido Aprista, Mauricio Mulder quien informó que ya había oficializado la solicitud a los contendientes para que no ventilaran sus mugres en público. Mi abuelita tenía un dicho muy divertido: después de burro muerto, pasto. Es decir, luego del daño moral, la tragedia repugnante de ver cómo la sartén le dice a la olla no me tiznes, recién aplican paliativos para que el asunto no desborde lo que ya desquició cualquier control. Y ni una palabra de condena categórica a estas suciedades.

¿Y se pelean por ganar el titularato de la lucha antimperialista? ¿será acaso una pugna por tomar conocimiento de cómo y de qué métodos se valen para evitar el remate total vía concesiones con dedicatoria y gentilicio incluidos, de los puertos de la riquísima costa del Perú? ¿o tal vez, para desbrozar el camino de nuestra magnífica política continental de liderazgo que nos haga recuperar una que otra tribuna limítrofe para no seguir haciendo del aislacionismo y tributarismo hacia Gringolandia carta ridícula y de sumisión desvergonzada ante el mundo? ¡Pamplinas! Los manchados le dicen a los achicharrados la vela verde.

Bien vale reivindicar la socarrona expresión de hace cuarenta años y que en giro oratorio magnífico Andrés Townsend preguntara: “No será que unos y otros tienen razón”.

La mediocridad es la herramienta de los burros tal como denunció en la emisión radial príncipe de Señal de Alerta el pasado miércoles, Pedro Flecha. En efecto, si las castas cuasi débiles mentales son las que presiden los poderes del Estado, de la institucionalidad –aunque sea precaria y volátil- social o de cualquiera instancia de poder en un conjunto social, entonces la cretinidad será el vehículo que contribuirá a hacer de la estupidez una forma de gobierno y ¡lo que es peor! una manera de vivir eternamente atormentados por miles de dudas. ¡Sin conclusiones y, mucho menos, decisiones acertadas!

Tuvo razón potente el ex legiferante Jesús Guzmán Gallardo al afirmar que lo predominante en el gobierno, en la cámara parlamentaria y en toda la administración actual era cualquier cosa menos el marchamo de lo que él consideraba el aprismo de Haya de la Torre y su ejemplo moral. La durísima aserción que Guzmán hiciera, ratificando los párrafos de su artículo Alan el Anti-Haya, tienen un punto de partida en sólo mirar cómo se generan los escándalos y fracturas contra la ética de todo calibre y en amplitud de niveles en lo que va del actual gobierno.

Con sarcasmo y amplio conocimiento de sobre quiénes hablaba, el ciudadano Augusto Valqui Malpica dijo que los grandes malhechores se habían cobijado con oportunismo angurriento en un barco que llevaba la pintura, es decir la epidermis, con las letras del Apra, pero que nada de eso eran los “faenones”, los “petroaudios” y demás adefesios en que estaban involucrados elementos absolutamente delincuenciales.

¿Quién es más culpable, el criminal que usa cuello y corbata, gesticula con voz estudiada y razona como rata militante o el ladrón de a pie, que conoce de memoria las calles de sus huidas y que exacciona por la violencia a sus víctimas? Mejor dicho ¿hay diferencia en ese escalafón de la Corte de los Milagros, no parisina, sino limeña y mazamorrera, huachafa y putrefacta que es la que vemos en los medios de comunicación como “noticias” las 24 horas del día, durante las 53 semanas y 12 meses del año?

¡Cosas veredes Sancho! le decía el Caballero de la Triste Figura a su inmortal escudero. ¿Necesitarían imaginarles patas a las sartenes y a las ollas cuando se gritan por no tiznarse las unas a las otras? Basta con leer diarios, oír radios o ver televisión. ¡Qué pobredumbre!

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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