Debiera haber sido así, porque con el rumbo que durante todo su mandado había mantenido el Presidente Republicano George Bush, se corría el riesgo de que la imagen de los Estados Unidos pudiera quedar manchada de manera irreversible.
En la campaña presidencial se habló de cambios. Pero lamentablemente los cambios prometidos no se ven por ninguna parte y tal parece que Bush sigue gobernando en Washington.

Los más agudos críticos del «Imperio norteamericano» venían diciendo que la elección del Presidente Obama no era otra cosa que un cambio de inquilino en la Casa Blanca para que todo siguiese igual. Un Presidente negro en lugar de uno blanco, para que fuera un negro y no un blanco el diera la cara ante el desastre y así ganar tiempo, coger un segundo aire para que Washington, con menos presión internacional y del propio pueblo norteamericano, pudiera proseguir su política de soberbia imperial, no muy distinta en el fondo de la que venía ejecutando Bush.

Los cambios prometidos por Obama no se ven por ninguna parte.
Los soldados de Estados no han salido de Irak tal como se había prometido por el entonces candidato Demócrata. En Afganistán, contrario a lo que había dicho, ahora Obama enviará más tropas a una guerra que de acuerdo a lo que vaticinan los más reputados expertos, es una contienda militar que no se puede ganar.
De la cárcel de Guantánamo, no hay fecha para su cierre definitivo. Otra promesa incumplida.

En Oslo le otorgaron un Premio Nobel de la Paz y Obama fue allí a hablar no de paz sino de guerra. Y ahora todo el mundo se pregunta por qué le dieron el Premio Nobel de la Paz.

Lo cierto es que no hay una política exterior del Presidente Obama. Por que quien establece los patrones de las relaciones internacionales de Estados Unidos parece ser la Secretaria de Estado Hillary Clinton, siguiendo los viejos esquemas trazados por Madeleine Albright, la «judía arrepentida» que ocupara ese mismo cargo bajo el mandato del Presidente Bill Clinton y que en la actualidad es la principal asesora de la ex Primera Dama.

Dos ejemplos recientes ilustran la torpeza de la política exterior de Estados Unidos con respecto a Cuba y América Latina, lo que pudiéramos llamar «las nuevas meteduras de pata de Washington».

Con respecto a Cuba, se acaba de publicar en la prensa la noticia de la detención en La Habana por las autoridades cubanas, de un ciudadano norteamericano que posaba como un «inocente turista» cuando en realidad estaba actuando en actividades consideradas ilegales por el gobierno de la isla, como el de distribuir sin autorización, teléfonos celulares de alta tecnología y sofisticadas computadoras portátiles, a ciudadanos cubanos que forman parte de la llamada «Disidencia» o son practicantes de la nueva modalidad opositora conocida como el «Ciberchancleteo».

La identidad del norteamericano arrestado en La Habana, no ha sido revelada hasta ahora por el Departamento de Estado ni por las autoridades cubanas. Solo se le señala eufemísticamente como un «Contratista», es decir una persona contratada por una empresa que opera bajo el nombre de «Development Alternatives Inc.» con base en Bethesda, Estado de Maryland.

Se trata de una entidad «privada» que recibe fondos de la USAID, y de la «National Endowment for Demócracy», dos agencias del gobierno de Estados Unidos que han servido de instrumento para distribuir anualmente unos 40 millones de dólares a la oposición interna en Cuba.

Estas dos agencias norteamericanas han sido señaladas como las sustitutas de la CIA en los trabajos de subversión y «propaganda negra» contra el gobierno cubano y los países de América Latina que están en la mirilla de Washington.
¿Se quiere mayor torpeza esa de poner en evidencia la vinculación de los «Disidentes» de Vladimiro Roca y los «Blogueros» de «Macho Rico» con el gobierno norteamericano?

Pero la «metedura de pata» de la señora Clinton con respecto a América Latina llega aún más lejos. En declaraciones recientes, la Secretaria de Estado de los Estados Unidos demandó a las naciones latinoamericanas abstenerse de fomentar lazos con Irán, cuyo gobierno es acusado por Washington y la Unión Europea de querer desarrollar armas nucleares y ser promotor del terrorismo.

La señora Secretaria calificó de «idea realmente mala» los acercamientos habidos recientemente entre Teherán y algunos países de la región como Brasil, Ecuador, Venezuela y Bolivia.

Con suprema arrogancia imperial al mejor estilo de Bush, la señora Clinton advirtió que «si quieren coquetear con Irán, deberían ver las consecuencias que podría haber para ellos y esperamos que lo piensen dos veces».

Ni Ronald Reagan cuando la «guerra fría» se atrevió a emplear amenaza tal contra países de América Latina que mantuvieran relaciones normales con Cuba.

Así hoy anda Washington. Con Obama perdiendo la cara y Hillary metiendo la pata.