Este artículo es la continuación de:
1- Orígenes de las pretensiones anexionistas norteamericanas
2- América para los americanos: aspiración del vecino codicioso
3- Entre Monroe e intentos de compra: Cuba para Estados Unidos

Carlos Manuel de Céspedes (1819-1874)

Ante esta coyuntura, España reclamó de Estados Unidos la represión de las actividades de la emigración cubana radicada en ese territorio en apoyo a la lucha que se realizaba en la Isla.

Casi desde los mismos inicios Estados Unidos planteó la política de neutralidad hacia el conflicto recién iniciado; sin embargo, muy pronto se demostraría el distanciamiento entre el anuncio y la práctica.

Mientras los cubanos tenían que actuar en precarias condiciones para evadir la vigilancia de los funcionarios policiales norteamericanos a fin de alquilar algunas embarcaciones y enviar modestos recursos al Ejército Libertador, España contó con evidente apoyo.

En 1869, el presidente norteamericano Ulises Grant autorizó la venta de cañoneras a Madrid, complejizando aún más la llegada de embarcaciones con apoyo para quienes luchaban en la Isla.

Uno de los primeros en criticar ese comportamiento fue Carlos Manuel de Céspedes, quien pronto sustituyó el ideal de gran república que tenía sobre Estados Unidos, por el de país el cual solo perseguía la hegemonía del continente:

“Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones poderosas para su nación” (…), destacaba Céspedes.

Durante todo el desarrollo de la Guerra de los Diez Años el gobierno estadounidense mantuvo su posición de no reconocer la independencia de Cuba.

De esa forma la Isla tuvo que enfrentar dos adversarios: a España con las armas en la mano y a los Estados Unidos que siempre se enfrentó a los cubanos usando la diplomacia y apoyando a la metrópoli con todo tipo de recursos.

(Continuará…)

Agencia Cubana de Noticias