El gobierno pretende dar una lección de fuerza, del sentido de autoridad, de “una nueva forma de hacer las cosas”, según el ministro Jalk, a los sectores populares organizados. Pero la respuesta “está en marcha”...
Conforme el gobierno de la revolución ciudadana pierde popularidad, genera descontento y anula las esperanzas de cambio, recurre a la combinación de una atiborrarte ofensiva mediática y a una represión abierta y brutal hacia los sectores populares.
Dayuma y Molleturo fueron los primeros indicios de la conducta que el gobierno tendría frente a los reclamos de la población, ya en ese primer periodo de Correa se pudo oír el lenguaje grotesco y ofensivo de Fernando Bustamente, que calificó de “criminales y canallas” a quienes alzaron su voz y demandaban atención del naciente gobierno. Esta línea de conducta no fue un exabrupto de un funcionario energúmeno que hacía ostenta de su poder ministerial -como podríamos pensar o como queríamos pensar- No, conforme ha pasado el tiempo esta actitud se ha afirmado como una línea de acción del gobierno de Correa, lo encabeza él mismo, se esparce por todo el gabinete, alcanza a la asamblea y pretende imponerse en toda la sociedad.
Recientemente fueron publicados varios estudios sobre la cantidad de adjetivos ofensivos proferidos por Correa contra sus opositores, pero la línea de gobierno va mas allá, pues frente a una oposición burguesa dispersa e incapaz de generar una propuesta y organización en condiciones de ser acogida por la gente, ha entrado en una ofensiva contra las organizaciones sociales y populares, pretende romper su unidad, usando el chantaje y la amenaza, busca debilitar su imagen fraguando “atentados “; conforme la usanza uribista encarcela a dirigentes sociales y de izquierda como Marcelo Rivera y los acusa de “terroristas”, por oponerse a la aprobación de leyes de iniciativa de la presidencia, como la ley de educación superior.
Los recientes acontecimientos suscitados en el cantón Chimbo dan cuenta del uso abusivo de la fuerza, de la brutalidad con que fueron agredidos sus pobladores que estaban despertando a esa hora. Esa fue una “guerra absurda”, una guerra por el taladro que fue lo que decomisaron a los artesanos y para lo cual usaron cientos de policías, caballos, perros, junto al personal del SRI y hasta helicóptero incluido. El objetivo está claro: pretendía dejar una nueva lección de fuerza, del sentido de autoridad, de “una nueva forma de hacer las cosas” como repite el ministro Jalk. Para justificar la incursión policial usaron la supuesta sobreproducción de armas, pero las cosas les salió mal, el pueblo reaccionó y respondió a esta brutal agresión.
La violación de la autonomía universitaria en la Universidad Estatal de Guayaquil va en la misma dirección: criminalizar la protesta estudiantil, desprestigiar a las organizaciones de larga trayectoria de lucha, como la FEUE, que sostiene una presencia y autoridad ante los estudiantes pese a la ofensiva mediática y represiva del régimen.
Este peligroso incremento dela violencia estatal, del autoritarismo del gobierno tiene ya una respuesta en la unidad de las fuerza sociales como la Conaie, Ecuarunari, Frente Popular, Pachakutik, MPD, entre otras, que se aprestan en conjunto a enfrentar la lucha en defensa del agua, y para evitar que el país retroceda al neoliberalismo.
Es evidente que así como el pueblo de Chimbo, la juventud y el pueblo ecuatoriano responderán a la prepotencia y autoritarismo con su unidad, organización y lucha.
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