Si nos guiamos por las noticias diarias sobre la evolución de las bolsas y los mercados internacionales, y lo hacemos con un mínimo de perspicacia y seriedad, no podemos llegar a otra conclusión: la controvertida temática económica global sigue siendo terreno de la especulación y los rejuegos de los poderosos.
Por estos días los grandes vaivenes de los precios de las monedas y las materias primas han estado sujetos esencialmente al destino de la abultada deuda externa de Grecia y a la explosividad que encierran otras facturas de varias naciones del Viejo Continente.
Resulta que Atenas es apenas la parte visible del iceberg de desastres que acumulan otros vecinos como España, Portugal o Italia, y de los cuales ya no escapa ni la propia Alemania, hasta hace poco considerada la tercera potencia productora del orbe.
La falta de solvencia griega y los debates en el seno de la Unión Europea en torno a si brindarle ayuda o no, crearon el clima de inseguridad que desvalorizó al euro, moneda única regional; promovió la elevación artificial del dólar y, por tanto, encareció todos las materias primas y artículos valuados en la divisa estadounidense.
En medio de esa debacle, y para recalentar más el panorama, entidades financieras calificadoras colocaron a la altura del piso los bonos griegos de deuda y rebajaron sus puntuaciones a España y Portugal. De hecho, el primero de estos países ya suma desempleo superior a veinte por ciento, según recientes informaciones.
De todas formas, los especuladores siguen pescando en aguas revueltas al punto que se agarran de toda suposición, de todo rumor, o de toda expectativa para seguir revolviendo el panorama.
Así, al cierre de abril, los mercados parecieron tomar aire al calor de noticias tan endebles como que el Producto Interno Bruto (PIB) de los Estados Unidos en el primer trimestre de este 2010 creció, aunque muy por debajo de las cifras esperadas.
También el número de personas que en esa nación solicitaron ayuda oficial por desempleo en la última semana de abril cedió levemente, tampoco en la cuantía adecuada, por tanto la falta de trabajo prosigue como drama para millones de estadounidenses.
Lo real en todo esto salta a la vista. Ni la urdimbre capitalista ha logrado salvar la crisis que desde el pasado año la afecta severamente ni los mecanismos económicos vigentes resultan serios, responsables y capaces de brindar respuestas definitivas y definitorias a las inquietudes claves de sus respectivas sociedades.
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