La entrevista del extraordinario periodista Julio Scherer, director de la penetrante revista semanal Proceso, con la fotografía en portada de Scherer con el capo Zambada (4 de abril de 2010), como era de esperarse, originó discusión (y escándalo en las “buenas conciencias”) a raíz de poner sobre la mesa si es o no información dar a conocer las noticias sobre el narcotráfico, entrevistar a los capos; a militares y policías que los enfrentan en lo que hasta hoy ha resultado una ineficaz y desigual lucha (por las ventajas de los matones que, en emboscadas y con mejor armamento, atacan).
Para informar y opinar (criticar y elogiar) no hay frontera; el periodismo incurre en los colores de la descomposición de la luz (valga la metáfora) y en el ejercicio de las libertades de expresión. Desde hace siglos da a conocer a la opinión pública lo que a su criterio es noticia, no ha de sustentar su oficio en juicios de valor ideológicos, religiosos o de cualquier otra índole, sino dar cabida al amarillismo, al rojismo, etcétera, hasta el blanco y negro tradicional del trabajo de la prensa escrita que no repara en si uno de los dioses o uno de los diablos está dispuesto a manifestar su punto de vista. Proceso y Scherer han cumplido con los fines implícitos en la tarea del reporterismo.
Desde trincheras como la calderonista, se reprueba la entrevista y, desde otros medios de comunicación, brotó la intolerancia (y envidia) por el encuentro Scherer-Zambada. Ignoran que al obtener una información, una entrevista y/o una noticia, la divisa es publicar. Máxime si por su importancia pública es de conocimiento necesario para la sociedad. Se puede estar en desacuerdo con la “crónica (y fotografías) de un encuentro insólito”, donde Julio Scherer nos cuenta su cara a cara con el capo Zambada. Hacer la entrevista y darla a conocer es el deber profesional del reportero.
¿Qué no se debe publicitar, en esos términos, a un presunto delincuente, como Zambada? Es cuestión de pareceres, en el espacio de las libertades constitucionales de expresión. El periodista de toda su vida que ha sido Julio Scherer entrevistó al capo (así la haya buscado él o haya sido convocado para celebrarla) y eso es lo que, objetivamente, cuenta para el periodismo. ¿Que los narcos le han hecho daño al país? Es una verdad de a kilo. También, por otros medios, lo está haciendo el calderonismo. Delincuentes y calderonistas están causando gravísimos males a México. Los dos están en la información diaria. Calderón, al igual que cualquier mexicano (aun en la cárcel), puede y debe estar en la mira del periodismo eficaz y abierto a toda información.
Primero, nada debe escapar a la información una vez generada ésta por sus actores; en segundo término, el trabajo del reportero es publicar la información mientras ésta sea veraz y contrastada, sin más código para normar su conducta que la ética constitucional con sus derechos y obligaciones, para mantener la vigencia jurídica que da la legalidad de todas las libertades de expresión, mediante cualquier medio de comunicación.
Si se trata de juicios de valor para precisar quiénes hacen más daño al país, delincuentes o servidores públicos, debe decirse que ambos están dañando por igual a la nación. Unos, desde la ilegalidad político-electoral y contraviniendo los principios constitucionales, al interrumpir su vigencia plena con la manu militari; los otros, desde la ilegalidad penal y la mano negra delincuencial inconstitucional.
Fuente: Contralínea 182 / 16 de mayo de 2010
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