Con su cara de máscara de tragedia, no cesa el secretario de Salud en su exhibicionismo. Desde hace un año, cuando los contagios gripales se volvieron epidemia por el perverso alarmismo del lilliputense burocrático José Ángel Córdova Villalobos –a quien las huestes de Max Cortázar (el enclaustrado director de… ¿Comunicación? de Los Pinos) le dejan caer el canto de las sirenas haciéndole creer que debe no aspirar a ser candidato a gobernador de Guanajuato, sino disputarle a los Lujambio, Gómez-Mont, Cordero… ¡Lozano Alarcón, el Díaz Ordaz de Calderón! y a la Vázquez Mota, la precandidatura presidencial a la sucesión calderonista que es cosa perdida e imposible, pues para 2012 los panistas ya están derrotados y sólo será un dato insignificante en su currículum–, el Partido Acción Nacional y sus acólitos regresan al aprendizaje de la oposición. Ya no la de antes, pues cargan con el descrédito de su total fracaso político, que, por una ironía de la historia, celebrarán con su mal gobierno el bicentenario y el centenario de revoluciones contra el mal gobierno.

El descuido preventivo sanitario, por la novatez e incapacidad de Córdova y su equipo (éste muy eficiente con sobornos encapsulados como publicidad en medios de comunicación), fue sustituido después por sus nerviosos alaridos, pavor y una campaña atemorizante. Insidioso, sembró miedo en la población de todo el país, mientras el mal atacaba a los pobres (trabajadores en contagio continuo por hacinamiento en sus centros laborales y quienes luchan por sobrevivir en las márgenes de los mercados, víctimas del neoliberalismo económico, en cuyos brazos se entrega Calderón para el “dejad hacer, dejad pasar”).

Su jefe Calderón y Marcelo Ebrard apoyaron las estupideces de Córdova, paralizando las actividades macro y micro de las economías públicas y privadas, reduciéndolas a un mínimo durante la primavera, verano e invierno de 2009. Generando con las medias verdades oficiales pérdidas cuantificadas en 40 mil millones de pesos; pero, para amedrentar a los mexicanos, completando la verdad con el dispendio de la Secretaría de Salud, de 200 mil millones de pesos. Esto, mientras los laboratorios se embolsaron cerca de 100 mil millones de pesos; y por la compra de vacunas a los franceses, Córdova recibió la Legión… ¡de honor!; así como ha aceptado más de… ¡80 reconocimientos!, poniendo cara de sonriente comediante tras cientos de representaciones con su rictus de espanto por el virus AH1N1, que elevó a pandemia con medidas de terror que la Organización Mundial de la Salud está investigando si fueron acertadas o no.

Sus abusos y alarmismo sumaron al brutal desempleo (no menos de 40 millones, de los cuales unos 20 practican el ambulantaje) casi 3 millones de despidos que no paran desde el año pasado. Calderón le hizo segunda a Córdova; Ebrard se afilió a las estupideces para generar el pánico gripal que radicalizó la crisis económica propiciada por las malas políticas públicas de Fox a Calderón, al grado de que, interrumpida la producción, se suprimieron las exportaciones, se detuvo el turismo externo e interno, hubo compras que desabastecieron tiendas y la población se atrincheró en sus casas, dejando abarrotados sólo los centros de salud y los para esa falsa emergencia habilitados.

El terror sembrado por estos tres generó más víctimas económicas, ya en recesión con estancamiento e inflación, pues, desde hace un año, los precios siguen subiendo, no se recupera el aparato productivo en todas sus ramas. Y sobrevivimos en la cresta amenazante de una depresión que impide recuperar una tasa mínima de crecimiento económico. Si funcionara la institucionalidad para el deslinde de responsabilidades, Córdova, en lugar de seguir en su protagonismo (“cilindriado” por su séquito de comunicación, enlazado con Los Pinos), ya hubiera sido procesado en juicio político y penal, inhabilitado para desempeñar cargos públicos y encarcelado.

Salvo hospitales y centros para atender los síntomas de la gripe, la actividad económica se paralizó, especialmente en el centro del país: hoteles y restaurantes donde ni las moscas se paraban; aeropuertos trabajando al 20 por ciento; comercios desiertos con ventas al mínimo, y salas de cine y teatros cerrados. Este trío nefasto llegó a tal grado de estupidez que cerró todo el ciclo educativo. Ordenaron, negocio de por medio (las compras del sector salud y los vivales de siempre), el uso de “tapa-boca”. La policía preventiva casi remite a transeúntes que no lo llevaban, cuando dicha protección era para los que presentaban algún síntoma. Alarmista, Córdova aparecía en todos los medios de comunicación, atemorizando a la nación. Y aún no se le deslindan responsabilidades por sus abusos… y estupideces.

Se trataba de aprovecharse de la más irreal que real pandemia gripal del virus AH1N1, “iniciada en México en la primavera de 2009 –escribió Gil Calvo–, que al llegar al verano había provocado en todo el mundo 250 muertes de un total de 50 mil afectados”, mientras en nuestro país (con todo y el “niño héroe” del desgobernador Fidel Herrera), devastó económicamente a 100 millones de mexicanos con más pobreza y desempleo, más delincuencia e inseguridad, más hambre, impuestos y alza de precios.

“Por tanto [regreso con la otra cita de Gil Calvo], de acuerdo al principio de precaución postulado por el ecologismo, hay que prepararse para la llegada de lo peor: que los poderes públicos fracasen, revelándose incapaces de controlar la crisis. Según afirma un famoso aforismo, todo lo malo es susceptible de empeorar. ¿Y cómo enfrentarse a una crisis sistémica carente de solución visible? Aquí es donde interviene el estado de sitio o el estado de excepción (o el estado fallido] que para Giorgo Agamben [toma prestado el concepto de Carl Schmitt, pero volviéndolo al revés], es el único modo que tienen los poderes públicos [de tendencia autoritaria, antidemocrática] de ejercer su soberanía más allá del principio de legalidad; propio del estado de derecho. De ahí que cuando el poder público [ahora mismo el calderonismo] se siente impotente para enfrentar a la crisis del sistema que administra opte por suspender el imperio de la legalidad vigente proclamando el estado de excepción. Una proclamación que por sí misma, en tanto que sentencia preformativa, crea una crisis sistémica incluso allí donde antes no existía.”

Las estupideces y abusos de hace un año nos llevaron a eso. Ya inspirados en Pinochet, los seguidores de Victoriano Huerta, en el combate a las delincuencias, enmascaran sus fines golpistas.

Fuente: Contralínea 183 - 23 de mayo de 2010