La dinámica de los centros financieros imperiales no cambia ni en medio de un maremoto.
No es frase original. Resulta comentario de uno de los tantos seguidores de la actividad bursátil capitalista, identificado a diario con las especulaciones y las suposiciones como presuntos factores de la evolución económica cotidiana.
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La Habana (Cuba) |
Wall Street
Fue así antes de la explosión bancaria y crediticia de 2008; se mantuvo en los aciagos días de la “búsqueda de soluciones” a la debacle por las grandes potencias imperialistas; y persiste en medio del desastre que en este año mantiene en jaque a la zona euro y no brinda perspectiva alguna de avance a los Estados Unidos.
El presidente dominicano, Leonel Fernández, no pudo estar más acertado por aquellos días iniciales al hablar del “gran casino bursátil” capitalista, algo que reafirmaría poco después el mandatario brasileño, Luiz Inacio Lula Da Silva, y que desde mucho antes había denunciado el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, en sus alocuciones y reflexiones sobre el injusto orden económico global impuesto a nuestros pueblos por los poderosos.
Decíamos que el festín persiste porque, sencillamente, aquellos quienes gobiernan para y por el capitalismo, nunca podrán ejercer cambios sobre los truculentos mecanismos que forman parte de los titulados pilares del sistema, por muchos debates legislativos anunciados sobre el particular.
Recuérdese que cuando en los Estados Unidos explotó la bomba de la insolvencia de grandes bancos, inmobiliarias y empresas crediticias, la mágica fórmula impulsada por Washington fue el multimillonario rescate de las instituciones y entidades en quiebra mediante jugosas sumas sacadas del erario público, mecanismo copiado a seguidas al calco en Europa Occidental.
Aquellos “remedios” tuvieron al final sus sonadas consecuencias. En el seno de la Unión Europea se tradujeron en déficit fiscales muy por encima del tres por ciento del producto interno bruto acordado como tope máximo por la agrupación para cada uno de sus miembros.
Ello ha demandado planes de ajuste que ahora devienen en desempleo y recortes de gastos sociales, porque, como siempre en estos asuntos, la gente común paga los platos rotos.
Pero en las bolsas nada cambia. No importan exhaustas arcas públicas ni índices de desempleo record de casi 10 por ciento en el Viejo Continente y en la primera economía planetaria.
Los especuladores, recargados los bolsillos con los “paquetes de ayuda” que socavaron los presupuestos nacionales, siguen jugando a los “retrocesos menores a los esperados”, las fluctuaciones monetarias, los entuertos geopolíticos y las mejores o peores cifras comerciales, para otorgarle precio diario a los combustibles, los alimentos y las materias primas en general.
Es, sin excepción, la continuidad al calco de la ruleta que ha accionado históricamente entre los barones de las finanzas, para quienes lo que suceda en las calles es tema ajeno, puro asunto oficial. Su única motivación es seguir medrando como “hijos pródigos” de un sistema donde poder y negocios van tomados de la mano.
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