En recientes consideraciones hechas públicas por la prensa, el líder revolucionario Fidel Castro al insistir en su criterio de que podría avecinarse una agresión bélica imperialista a Irán, citaba que junto a los buques norteamericanos de guerra que navegan hacia las cercanías del país persa, se encontraban también naves militares de Israel.
Sin dudas no es sorpresa que, luego de las brutales acciones de Tel Aviv contra transportes marítimos civiles que llevaban ayuda humanitaria a la población palestina de la Franja de Gaza, Washington permitiese que los nuevos piratas del siglo XXI formaran parte de su posible “fuerza de tarea” contra las autoridades de Teherán.
Por muy condenable que resulte el acto violento de lanzar comandos especiales sobre activistas pacíficos, asesinarles, herirles y confiscar sus buques y cargamentos, para la Casa Blanca siempre estará por delante ese papel clave de gendarme incondicional Made in USA que Israel desempeña en el Medio Oriente.
Es, en pocas palabras, su chico predilecto. No importa que en ocasiones resulte díscolo, atrevido y demasiado impulsivo. Al final, desde las alturas del Olimpo imperial, junto al ceño fruncido, estará el gesto amigable y, sobre todo, las manos llenas de cuanto el sionismo requiera.
Sin dudas, la presencia de naves israelíes entre los posibles agresores a Irán obedece también al deseo expreso de Tel Aviv. Las autoridades sionistas no se sienten nada seguras con la existencia de un Irán intransigente y en pleno desarrollo; con una vida política internacional convergente con los sectores progresistas del planeta, y crítico perseverante de la inmoralidad de Washington y del resto del Occidente industrial.
Para el sionismo sería bendición terminar con lo que estima una severa amenaza cercana a sus puertas, y en ese interés la convergencia es absoluta con la Casa Blanca y la Unión Europea.
Ambas, por ejemplo, procuraron desde muy temprano hacer de Israel un país con posesión de armas atómicas, y Washington en particular ha llevado su generosidad hasta la entrega a Tel Aviv de tecnologías para la fabricación de modernos misiles Patriot, destinados a destruir cohetes y naves aéreas enemigas, y de aviones robots para tareas de espionaje o ataques selectivos a puntos geográficos e, incluso, a personas.
Es un maridaje, como señalaba Fidel, que ha sido objeto de reiteradas denuncias y que, sin embargo, persiste contra todas las voluntades opuestas, al punto que la propia Unión Europea considera incluso a Israel como país factible de relaciones económicas privilegiadas con esa entidad del Viejo Continente.
Y el asunto de marras es apenas un punto pendiente, entre otras cosas, por la política oportunista europea frente a desmanes demasiado sobresalientes del sionismo, pero que con el tiempo llegará a cuajar, porque integra esa otra “posición común” de los otrora imperios globales ubicados hoy como dóciles colas del cancerbero mayor.
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