El Golfo Pérsico es el escenario. Los protagonistas: las flotillas de naves militares de Estados Unidos e Israel desplegadas en la zona marítima con la ordenanza de inspeccionar buques iraníes o de otras banderas que naveguen hacia esa nación.

Surcar tales mares es como hacerlo en campo minado. Como advirtiera el líder Fidel Castro en sus reflexiones del pasado lunes en las cuales valoraba los acontecimientos como “una catástrofe para la humanidad”.

Sustentaba sus ideas en las declaraciones de altos cargos militares iraníes en relación con la presunta inspección a sus barcos, quienes aseguraban que los intrusos recibirían “una respuesta en el Golfo Pérsico y el Estrecho de Ormuz”.

El general Ali Fadavi, comandante del cuerpo elite de los Guardianes de la Revolución Islámica fue enfático al asegurar que la Armada de su país “cuenta actualmente con centenares de embarcaciones dotadas con lanzaderas de misiles”.

Irán, en paralelo, a pedido de su presidente Mahmoud Ahmadineyad, llamó a ejecutar la denominada Ley Pro-Palestina, la cual aboga por penalizar a las mercancías en cuyos componentes existan elementos de procedencia israelí. Así las cosas, diputados persas constituyeron un comité encargado de que tales productos no sean comercializados o consumidos en su país.

Las noticias, desde luego, no detienen su curso y los acontecimientos se atizan en el recalentado asador.

Akbar Salehi, jefe de la Organización de Energía Atómica de Irán, declaró que la primera planta de energía nuclear del país iniciará sus operaciones en septiembre venidero y, luego de elogiar la cooperación con Russians (tres mil expertos rusos laboran en el propósito), dijo que la instalación se encuentra en la última fase de sus pruebas finales.

Es decir que, a pesar de las amenazas de Estados Unidos y sus aliados, y las resoluciones de Naciones Unidas, el país árabe prosigue con la marcha de sus programas atómicos “de uso pacífico de la energía nuclear”, como han declarado las principales autoridades del país.

Del lado opuesto del Golfo Pérsico, la agencia nuclear de la ONU dio a conocer que su máximo inspector, Olli Heinonen, director de investigaciones sobre Irán y Siria, abandonará su cargo por razones personales luego de tres decenios de labor en esa entidad con sede en Viena.

Trascendidos de diversas agencias resaltan que Heinonen, de 63 años, es el jefe del departamento de controles de seguridad de la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA), la cual verifica que los programas nucleares de los países no sean desviados para uso militar. Es el principal experto en Irán de la entidad.

Paradojas: el Parlamento finlandés dio hoy luz verde a la construcción de dos nuevos reactores nucleares. Ese país ya dispone de cuatro reactores y un quinto está siendo construido en Olkiluoto, previsto para conectarlo a la red eléctrica en 2013. Surge la duda: ¿Inspeccionarán sus barcos? ¿Serán nuevos constructores de atómico armamento? En fin…

En su razonamiento lógico del lunes último, como lo calificó Fidel, aseguraba: “La economía de la superpotencia se derrumbará como castillo de naipes. La sociedad norteamericana es la menos preparada para soportar una catástrofe como la que el imperialismo ha creado en el propio territorio de donde partió”.

Como asegura el poema de Fernández Retamar: ¡Que veremos arder!

Agencia Cubana de Noticias