Es evidente que la gran magnitud de la crisis económica internacional con sus reiterados estallidos en las principales potencias económicas de mundo, Estados Unidos y Europa, y que inevitablemente han contaminado al conjunto del sistema capitalista internacional, ha sido un factor determinante en los significativos cambios que se producen en el mundo.

Ratificando la valoración marxista respecto de que la crisis en el capitalismo es la expresión de la propia dinámica de sus relaciones de producción y, consecuentemente, su estallido tensa al máximo dichas relaciones, provocando el surgimiento de innumerables propuestas y alternativas que buscan, supuestamente, sanar los males que causan dichas crisis.

Se trata en unos casos, de las cínicas “medidas” de las fuerzas burguesas causantes y responsables de la crisis que pretenden desviar las culpas hacia sus víctimas. No es raro encontrar explicaciones como aquellas que señalan que ésta se origina en los bajos índices de productividad, en las limitaciones en la jornada diaria y semana de trabajo, en los “excesivos” derechos de los trabajadores, etc., etc.

Estos sectores, los más reaccionarios de la burguesía, son los que buscan sacar provecho de la crisis, descargándola ferozmente sobre las espaldas de los propios trabajadores y los pueblos, como viene ocurriendo en los países de Europa, en donde se pretende descaradamente encarar la crisis rebajando los salarios, aumentando la edad para la jubilación, limitando los beneficios de la seguridad social, etc.

En un escenario de grandes calamidades resultantes de la crisis, de insostenibles condiciones de miseria y marginación social, es inevitable el surgimiento de múltiples planteamientos de reformas y cambios a esa realidad.

Con mucha facilidad se promocionan los supuestos “remedios” frente a la crisis, acudiendo incluso a utilizar el nombre del socialismo, para mostrar distancias con lo tradicional, con es status quo, pero, al mismo tiempo estableciendo radicales diferenciaciones con la teoría revolucionaria, el marxismo leninismo, y con las propias experiencias históricas de la construcción del socialismo.

Así, al tiempo que se denuncia las atrocidades del neoliberalismo y se plantea la necesidad de superar la “larga noche neoliberal”, como lo proclamara Rafael Correa, se plateaba por otro lado, el hecho de que se plantea un nuevo socialismo, el “socialismo del siglo XXI”, la “revolución ciudadana”, el cambio en paz y en orden, etc., etc., configurando una particular combinación de planteamientos reformistas con propuestas desarrollistas.

Frente al llamado “neoliberalismo salvaje” y sus largos años de devastación del patrimonio nacional, del empobrecimiento acelerado de las mayorías explotadas y marginadas, de la flexibilización laboral, etc., las propuestas de cambio, aunque estén limitadas a las reformas y al desarrollismo, representan pasos positivos, afirman la posibilidad del cambio de avanzar hacia el socialismo.

Esa es la experiencia de nuestro país y explica las razones tanto del surgimiento, la consolidación y el desarrollo de la tendencia democrática, patriótica y de cambio que derrotó reiteradamente a las fuerzas más retardatarias del país, como del surgimiento inevitable de definiciones, contradicciones y antagonismos dentro de esta misma tendencia.

Es lógico pensar que mientras para unos (las fuerzas burguesas y pequeño burguesas desplazadas por la gran burguesía) las reformas y otros pequeños cambios inscritos en una proyección de desarrollo más accesible a sus intereses es su objetivo final, para otros, para los trabajadores dichos pasos no representan más los peldaños por los que hay que transitar para coronar el cambio, para alcanzar la emancipación definitiva de las cadenas de la explotación capitalista.

Los nuevos conflictos que se presentan dentro de este nuevo escenario se explican dentro de esta dinámica y, lejos de representar reveces o retrocesos para la perspectiva transformadora de la sociedad, significa la presencia de importantes definiciones. Aquellas fuerzas que están coronando sus objetivos se convierten en firmes defensoras de los conquistado, asumen desde este ángulo posiciones conservadoras y reaccionarias, aunque siguen confrontando con las fuerzas del pasado, van configurándose sus enemigos más “peligros” que son las fuerzas que no pueden detenerse en las reformas, porque las mismas no cubren sus expectativas.

En este escenario, las propias medidas y alternativas a la crisis que impulsan estas fuerzas, si bien no constituyen las mismas del viejo dogma neoliberal, no pueden sin embargo enfrentar satisfactoriamente las grandes necesidades de los trabajadores y los pueblos y, más bien, con ligeras variantes y hasta con medidas de amortiguamiento, en general se mantiene el viejo esquema de descargar el peso principal de la crisis sobre las espaldas de los propios trabajadores y los pueblos.

Esta dinámica está presente hoy en la realidad ecuatoriana y explica los nuevos y agudos conflictos que existen en nuestro país. Son reiterados los pronunciamientos del Presidente Correa respecto que el mayor peligro para la “revolución ciudadana” son los supuestos “izquierdistas infantiles”, posición sobre la cual se despliega una sistemática campaña en contra de dirigentes políticos, sindicales y sociales que no se alinean con su política, que se someten a sus medidas.

De otro lado las principales fuerzas del movimiento sindical y social, de la izquierda revolucionaria, no nos hemos doblegado frente al proceso evolutivo de derechización que enfrenta este gobierno, hemos levantado las banderas de la unidad y de la lucha por nuestros derechos, por los intereses de todos los ecuatorianos, por el cambio y por el socialismo.

La presencia de agudas contradicciones dentro de la tendencia democrática, patriótica y de izquierda, que en momentos se expresa en altas manifestaciones de lucha, tiene que ver con el cauce de la misma. Las fuerzas del gobierno buscan limitarla al desarrollismo y a unas cuantas reformas y, los trabajadores y los pueblos pugnamos porque ésta avance al propósito de la transformación social, de la conquista de la patria nueva y el socialismo.

En este contexto, veamos algunos ejemplos de la acción del gobierno contra el movimiento sindical

En el marco de la denominada “revolución ciudadana”, Correa encubriéndose en un discurso de izquierda sataniza la lucha social, estigmatiza la organización gremial de los trabajadores, criminaliza la acción de los dirigentes sindicales y populares, instaurando juicios penales por el delito de reclamar los derechos que fueron violentados, a más de despedirlos de manera intempestiva, provocando con esto el crecimiento del desempleo en nuestro país.

Esta acción del gobierno se complementa con un permanente desconocimiento de los derechos laborales y los convenios internacionales el 87 y 98 que se refieren al derecho a la sindicalización y a la contratación colectiva, a pretexto de combatir los excesos y privilegios se ha cercenado los derechos de los trabajadores.

En este nuevo escenario, la confrontación entre las posiciones desarrollistas y reformistas y los derechos y legítimas aspiraciones de los trabajadores ha cobrado una gran trascendencia.

Para sus propósitos, los reformistas desentierran las viejas propuestas socialdemócratas de los nuevos actores sociales, de “la ciudadanía”, que la clase obrera y la burguesía son los viejos paradigmas; que “hoy debemos rebasar los pensamientos anacrónicos de la lucha de clases” por propuestas nuevas, diferentes, actuales, “de la colaboración y no la confrontación”, que la organización sindical debe convertirse en una organización de nuevo tipo, con metas y objetivos más altruistas, de la búsqueda permanente del bienestar común, que hoy lo más importante es la colaboración de clase y no la lucha. Niegan el papel de las masas en la conquista de los grandes cambios cuando se planta que los cambios son fruto del trabajo tesonero de los individuos en su relación armónica con la naturaleza, que lo más importante para la humanidad no es la búsqueda permanente del bienestar colectivo, sino por la satisfacción de las necesidades del individuo para tener un mundo de paz y armonía, negando el hecho histórico que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases.

Para el caso del Ecuador, es una lección que la tenemos presente, que los trabajadores somos parte activa cuando con nuestra acción hemos sido protagonistas de primera línea en contra de los gobiernos que en su tiempo pretendieron aplicar las tesis del neoliberalismo o de la flexibilización laboral y que les significó que con el levantamiento popular sus tesis y propuestas vayan al tacho de la basura.

Hoy los trabajadores ecuatorianos seguimos forjando nuestro camino, luchamos contra las expresiones del revisionismo dentro del movimiento obrero, pero al mismo tiempo luchamos por desenmascarar las posiciones desarrollistas y reformistas de este gobierno que pretende hacernos creer con su fraseología de izquierda que está haciendo la revolución o que está caminando al “socialismo del siglo XXI”, pero que a la larga lo único que pretende es modernizar el estado capitalista.

Los impulsores del “socialismo del siglo XXI” pretenden confundir al socialismo con la beneficencia y el asistencialismo, garantizando el “bono de pobreza” llamado de la dignidad, bono solidario y más nombres, pretenden maquillar el sistema de inequidad existente, esto en una clara demostración de que lo que les interesa no es solucionar los acuciantes problemas de desempleo, hambre y miseria existente, sino más bien asegurar una base social que sirva de plataforma para la promoción personal o asegurar su continuidad.

La revolución ciudadana consiste en la materialización de algunas reformas de la constitución, las reformas o el trámite de nuevas leyes, algunas de las cuales incluso lesionan los derechos de los trabajadores, afectan los derechos de organización y representatividad de los pueblos, acción que se adorna con frases como “la revolución ciudadana está en marcha”, “el poder está en tus manos”, o que “la patria ya es de todos”. Estos planteamientos y acciones son tesis socialdemócratas, reaccionarias, que pretenden ocultar la existencia de las clases sociales, la lucha de clases y la necesidad de la revolución social del proletariado para derribar al sistema capitalista que se encuentra en crisis.

Esta concepción ideológica y política debemos confrontarla con la ofensiva sobre la revolución social del proletariado que es un proceso histórico social que se produce en una situación y condiciones concretas, que requiere ser organizada y contar con la participación de las masas trabajadoras. La revolución social es el cambio violento de las estructuras, es un cambio cualitativo de la sociedad, que salta del capitalista caduco al socialismo, la nueva sociedad, la sociedad de los trabajadores, es la transformación de las masas trabajadoras, explotadas y oprimidas por la burguesía en clases dominantes, en la sociedad de los trabajadores. La revolución social es un estallido, una explosión social en la que la clase obrera y su partido ganan a la mayoría de los pueblos para el objetivo de asaltar el poder y conquistarlo.

La revolución ciudadana de Correa busca crear una base social
organizada, contar con organizaciones sociales que estén al servicio de su política desarrollista, reformista. Las organizaciones sociales dirigidas por las fuerzas democráticas y de izquierda estorban al proyecto reformista, estas son las razones por las que son blanco de Rafael Correa, que con el insulto y la diatriba busca desacreditarlas, acusarlas de corporativismo, de no tener visión de país y de tener solo un interés gremial. Esto lo vivieron la UNE, la CONAIE, las Centrales Sindicales, en especial la UGTE, la FEUE, la FESE, quienes han respondido con su unidad y la lucha de sus bases.
Las organizaciones sociales no son enemigas de la revolución socialista ni de ninguna revolución, son necesarias para la organización de las masas, para la educación, para levantar banderas que nos lleven a la lucha, a la acción política, a la disputa del poder. Podemos decir que no puede haber revolución sin organizaciones sociales.

En el escenario actual de profundización de la crisis del capitalismo, lo más destacado es que la burguesía no ha logrado doblegar a los trabajadores. En todos los países se desatan vigorosas acciones de lucha y combate contra las medidas de la burguesía que buscan continuar descargándola sobre las espaldas de los trabajadores y los pueblos.

Por eso reiteramos lo que señala la Declaración del VII Encuentro Latinoamericano y Caribeño de Sindicalistas realizado en Barquisimeto – Venezuela, el 28 y 29 de mayo del presente año, cuando establece:
“Lo trascendente y significativo del momento actual es el hecho de que, en todos los escenarios en los que se expresa la lucha de clases, se presenta con más fuerza la necesidad cierta de enfrentar las verdaderas causas de la crisis y no solo los efectos de la misma. Lo cual favorece significativamente la posibilidad de esclarecer para los millones, la verdad cierta de que la única alternativa al capitalismo en crisis y descomposición, está en la superación y sustitución por su contrario y superior, el sistema socialista.”

Ratificando así mismo que:
“Los sindicalistas clasistas y revolucionarios somos firmes impulsores de las luchas por las reivindicaciones y derechos de los trabajadores, nos colocamos siempre a la cabeza de todos los sectores de trabajadores que enfrentan dichas acciones, en particular en la actualidad cuando, el propio carácter de las mismas adquiere una dimensión política en el escenario de la profundización de la crisis del capitalismo.

Mas, las luchas reivindicativas aún con la importancia y trascendencia política, no encierran en sí la posibilidad de producir el cambio y la transformación social. Se hace necesario incorporar a la conciencia de los trabajadores la gran importancia de vincular a las mismas el objetivo de la lucha política por el poder, la necesidad de la cabal comprensión de que no hay posibilidad alguna de que pueda producirse la revolución y peor aún, construir la sociedad socialista sin el protagonismo consciente de la propia clase obrera, sin su activo papel dirigente.

Para los sindicalistas clasistas y revolucionarios se hace indispensable por lo tanto, articular la combinación de todas las formas de lucha que cubran los amplios campos de lo económico, ideológico y político y que despliegue y actualice toda la experiencia y potencial histórico de la clase obrera y los pueblos del mundo”.

¡Viva la lucha de la clase obrera contra la crisis y por el socialismo!
¡Viva la revolución y el socialismo!