En reacción al gobierno popular de Allende la burguesía como bloque y el imperialismo a la saga, desatan su ofensiva en cuatro frentes simultáneos:
En lo político, utilizando El Parlamento y Los Tribunales de Justicia dando lugar a las acusaciones constitucionales, que no prosperaron, en lo social, poniendo en movimiento el paro de los gremios profesionales y del transporte, derrotado por una enorme movilización social del pueblo y los trabajadores en lo económico, desatando el mercado negro, la especulación y el desabastecimiento de productos de primera necesidad, también enfrentado con éxito por el pueblo a través de la distribución directa, el control del comercio a nivel nacional, local y poblacional.

Tal ofensiva no produjo los efectos de desestabilización política y social sino al contrario, la Unidad Popular aumentó su porcentaje de apoyo en las urnas, y por tanto se jugaron por su cuarto frente, lo militar mediante un golpe de Estado.

Con el golpe militar del año 73, el sector más dinámico de la burguesía local, impone a sangre y fuego una nueva fase de desarrollo del capitalismo chileno, el gremialismo de derecha que hasta ese momento no se había constituido en partido político.

La persecución, la ilegalización de los partidos populares, el asilo, las detenciones masivas y el asesinato mediante ejecuciones sumarias, ocasionan al campo popular una pérdida importante de cuadros dirigentes y militantes consagrados con una larga trayectoria de organización y lucha. Estas son las principales causas que explican el descabezamiento del movimiento obrero y popular y el repliegue desordenado (no táctico) que lleva a un profundo reflujo de fuerzas.

Producido este descabezamiento, la política represiva apunta al desmantelamiento de la vasta red de organizaciones sociales que se habían levantado a lo largo de décadas de desarrollo de la conciencia de clase de los sectores explotados y oprimidos por el capitalismo. De esta forma, la dictadura crea las condiciones materiales para definir un proyecto de reconstrucción del capitalismo y dar una salida a su crisis estructural.

En las influencias políticas con la dictadura, termina imponiéndose la receta del gremialismo de derecha. Este sector que se venía preparando desde fines de la década de los 60, con la cobertura del sector más conservador del catolicismo y dentro de los espacios académicos de la Pontificia Universidad Católica, envía un número importante de militantes a prepararse en la Facultad de Economía de la Universidad de Chicago bajo la concepción de Milton Friedman que se dio a llamar “Economía Social de Mercado” obedeciendo a una supuesta nueva forma de liberalismo económico.

Los primeros dos años de dictadura no comprometen cambios en las estructuras del Estado. Sin embargo, las medidas aplicadas en lo económico buscan consolidar las formas de dominación, para ello fue primero necesario eliminar los obstáculos más importantes, entre estos, los partidos populares, las fuertes organizaciones sindicales y sociales, por lo que la represión masiva, la ilegalización y el “receso político” a los propios partidos de la burguesía eran la condición favorable para iniciar cómodamente este proceso que ellos llamaron de “refundación de la sociedad chilena”.

En el mismo año 73 se comienzan a aplicar medidas para combatir la inflación, y una de las más importantes es la reducción del gasto fiscal que congela los sueldos y salarios, otorga la libertad de precios y permite iniciar la superexplotación del trabajo asalariado.

Las libertades democráticas: como el derecho a reunión, la libertad de expresión y de opinión, el derecho a desplazarse libremente, la libertad de asociación y el poner al margen de toda ley los derechos populares, son suspendidas y dan el marco de viabilidad al terrorismo de Estado para romper con la vieja institucionalidad, que aunque vigente en lo formal, no operará como referente constitucional, quedando subordinada al Estado de Excepción que se convierte en norma hasta el año 80.

Así la dictadura inicia el año 75 la segunda fase de aplicación del nuevo Modelo Económico en la cual los asesores de la Junta Militar definieron con mayor exactitud el itinerario económico y social de la dictadura.

La política llamada de “schock” inaugura el camino franco de la dictadura para aplicar el nuevo Patrón de Acumulación que denominan de Libre Mercado y como de una economía de puertas abiertas a la inversión extranjera, lo que produce el Fortalecimiento de la Burguesía Monopólico-Financiera que se constituye en hegemónica.

La implementación en los hechos de una economía de libre mercado, significó un golpe bajo y demoledor para la fracción Nacional Desarrollista que vio primero desprotegida su industria y luego desmantelada producto de la competencia desleal con los productos provenientes del extranjero que tenía como base una tecnología de punta. Las quiebras se pusieron a la orden del día y las ilusiones “patrióticas” que este sector se hizo con el golpe de Estado, para recuperar sus ganancias, se vieron dramáticamente traicionadas por los generales que ellos mismos avivaron para tomarse el poder. Todo este proceso, a la dictadura le resultó en extremo fluido, justamente por la anticipada eliminación política y material de cualquier tipo de oposición.

Las siete “modernizaciones” de la dictadura

La dictadura alineada con la nueva forma de la dominación imperialista, reseña el curso político y económico que tomará el Estado para servir los intereses del gran capital financiero internacional.
El gremialismo de derecha, los “Chicago boys”, mediante una legalidad, originada en el ejercicio legislativo de la Junta de Gobierno, implementa el soporte jurídico de las políticas transformadoras del Estado burgués. De esta forma consagran la contrarreforma de la Regionalización, la nueva política de Municipalización en las comunas, la contrarreforma en salud con el nacimiento de las Isapres y los cambios en la Salud Pública de la que deriva la creación de Fonasa, la contrarreforma en el Sistema Previsional que da lugar a la desaparición del Seguro Obrero, las Cajas Previsionales de empleados públicos y particulares y la creación de las Asociaciones de Fondos y Pensiones (AFP), el “Plan Laboral” que acaba con la protección laboral de más de 50 años, la contrarreforma Universitaria que elimina el carácter nacional de las universidades públicas y estatales y el término de la aplicación del Principio de la Gratuidad en la educación superior junto con la legalidad que dará lugar a las universidades privadas, y finalmente la contrarreforma Judicial que significará un franco retroceso a la concepción del derecho en lo procesal y lo penal, dándose lugar a las grandes aberraciones jurídicas que se impusieron en el periodo dictatorial.

Este movimiento del capitalismo, que ha constituido dialécticamente su unidad y su contrario, objetivamente no se ha alterado y continúa evidenciándose como la base de su desarrollo. La producción de mercancías, el intercambio, la explotación de la fuerza de trabajo junto con la apropiación del excedente de producción y la realización de la plusvalía en el mercado, mantienen vigente y en excelente salud la Ley del Valor en las actuales condiciones de su desarrollo.

La dinámica de las actuales condiciones del capital, están dadas por el carácter de la nueva hegemonía impuesta cuya clave se manifiesta en la desregulación económica.

Sin embargo, lo que no se ha explicitado, es que en el actual periodo de la lucha de clases, la hegemonía de la Burguesía Monopólico-Financiera, trasladó la conducción del proceso desde el Estado directamente a las manos de los grupos financieros, desde los cuales se proyectan las políticas económicas que organismos centralizados del Estado tales como el Ministerio de Economía, el Ministerio de Hacienda, Mideplan y el Banco Central deben implementar oficialmente.

En función de estas adecuaciones, el Estado capitalista asume un papel subsidiario en lo económico desprendiéndose de sus empresas mediante políticas de privatización y de autofinanciamiento de aquellas áreas de servicio público como la salud y la educación bajo administración estatal.
La puesta en pie de conceptos liberales como la libre competencia, la libertad de trabajo y el despliegue de la libre iniciativa privada, quedan instalados como las máscaras que ocultan el monopolio de todas estas libertades y prerrogativas a la hegemonía del capital financiero.

La burguesía ligada a la producción nacional y demás sectores de la mediana y pequeña burguesía, quedan subordinados a la demarcación impuesta por los grupos económicos que condicionan permanentemente su estabilidad en el mercado limitando su acceso al crédito y anulando su capacidad de competir disminuyendo o eliminando las tasas arancelarias al capital externo.
La clase dominante, revoluciona incesantemente los instrumentos de producción y de paso las relaciones de producción y por consiguiente todas las relaciones sociales; está obligada históricamente a buscar nuevos entendimientos interburgueses, a diseñar reacomodos que impriman supremacía a la fracción más dinámica de la burguesía.

El colapso del nuevo patrón de acumulación está marcado por la anarquía que los capitales volátiles desatan en los principales mercados, una situación complicada, inestable e insostenible que se asienta en una Triple Crisis Estructural del Capitalismo: Recesión, Colapso Especulativo e Intensificación de la Competencia, con la posibilidad de una nueva guerra de reparto mundial.
El Estado diseña formas institucionales que se inscriben en las privatizaciones y se convierten en una enajenación de servicios y que se constituyen en nuevas empresas privadas, estos servicios se trasladan a los grupos monopólicos que participan de las licitaciones que ofrece el Estado.

La Ideología y la Lucha de Clases en Chile

La Burguesía Monopólico-Financiera no podría sostener su hegemonía con el sólo poder económico que ostenta, también necesita la constitución y el uso de instrumentos eficaces de influencia ideológica. En esta línea fueron capaces de perfilar un proyecto de vasto alcance, destinado a derrotar ideológicamente la extendida y acerada conciencia de clase de los sectores explotados. Esta conciencia, arrancó a la burguesía, numerosas y significativas conquistas, fue el principal obstáculo del capital para imponer las nuevas formas de dominación. La represión y el terror fueron la antesala para desarmar el cohesionado anhelo de los explotados por liberarse de la opresión capitalista y aspirar una sociedad socialista.

La Dictadura apuntó en primer lugar al desmantelamiento de las organizaciones políticas y sociales de la clase, al margen de toda ley y pasando por alto la opinión pública nacional e internacional.

El control absoluto de los medios de comunicación social, que proyectó las informaciones, fue imponiendo un estado de derrotismo en las fuerzas populares que minimizó ficticiamente la resistencia al bloque dominante. Tales medidas ahondaron en los sectores obreros y populares el reflujo y esto fue la plataforma subjetiva para destruir las relaciones solidarias, instalar el miedo y las desconfianzas y configurar de manera objetiva los fenómenos de la atomización orgánica, la fragmentación social y la dispersión ideológica.
Se establece el cimiento ideológico que queda consolidado para impedir el rearme de un proyecto de clase con orientación revolucionaria y socialista. Lo que ideológicamente se construye, es la idea de que la realización de las necesidades de los sectores explotados y excluidos del modelo, pasa por considerar el capitalismo y la sociedad, una sola comunidad de intereses, mediatizar los conflictos para eludir las contradicciones y antagonismos de clase y fomentar el individualismo y la competencia.

Desde la Dictadura hasta hoy, con el monopolio de la riqueza, de las armas y de la comunicación social, la clase dominante salva escollos importantes derivados de la crisis del sistema. Saben que la derrota propinada a sus enemigos de clase, les da un respiro y les permite seguir manteniendo proyectos que no escapen a sus intereses históricos. Sin embargo depende única y exclusivamente de ese enemigo (la clase obrera y el pueblo) y la capacidad de éste el poder recomponer el Proyecto Histórico de la clase: El Socialismo.

Situación de la Clase Dominante en Chile

En nuestro país el bloque dominante está constituido por dos fracciones de la burguesía:

La burguesía monopólico-financiera con importantes enclaves en el sector agro-exportador, la minería, la seguridad social, la salud, los servicios (sanitarias, eléctricas), el mercado de los seguros, los negocios inmobiliarios, educación (universidades privadas), medios de comunicación, rubros de pesca industrial y del área energética, fracción asociada estrechamente a los capitales transnacionales.

La burguesía nacional industrial, con vínculos en la producción agrícola orientada al consumo interno y la exportación y las áreas de la minería, construcción y del comercio.

De las dos fracciones, la burguesía monopólico-financiera es la que actualmente sustenta la hegemonía económica, política e ideológica dentro del sistema, es decir, mantiene subordinada a sus intereses al conjunto de la clase dominante, e influye ideológicamente a amplios sectores sociales de la población nacional.

Políticamente el bloque dominante se encuentra representado por la Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN) y segmentos empresariales de la Democracia Cristiana y del Partido Radical Social Demócrata, y se incluyen empresarios emergentes ligados al PPD. Es necesario aclarar que desde el punto de vista de la composición social, los partidos mencionados no son homogéneos ni monolíticos, son instituciones pluriclasistas dentro de las cuales tienen supremacía el proyecto o los proyectos burgueses.

Los primeros (UDI y RN), actual Alianza por Chile, constituyen la unidad de clase tradicional y que les ubica en las posiciones de la derecha con una fuerte raigambre de los principios capitalistas como la propiedad privada de los medios de producción, la libertad individual y la libertad de mercado.

Los segundos (ayer burguesía nacional desarrollista) nacieron expresando una posición mediatizada por las ideas liberales de la ilustración y de la socialdemocracia europea en el caso del Partido Radical, por la ideología del social-cristianismo en la DC, y en el caso del PPD representa el giro liberal de la socialdemocracia europea llamada “Tercera Vía”. Aún, cuando se alinean en dos distintas fracciones burguesas, ambas se identifican en las cuestiones esenciales relacionadas con la preservación del capitalismo y el salvaguardar el carácter de la propiedad privada de los medios de producción, dándose matices en cuanto a las formas de dominación como: el rol del Estado y el grado de predominio del mercado en la economía.

Dadas estas premisas, Chile se ordena en función de finalidades que cancelan la participación social y promueven el individualismo y la apatía, concentrando la propiedad y disminuyendo el número de propietarios, desarrollando como contra parte, una enorme masa de consumidores de bienes materiales y culturales, inmateriales, intangibles.

Como clase, sometiendo a los trabajadores a una superexplotación la burguesía ganó enormemente con la dictadura. Abrió nuevos campos de negocios como la previsión. Luego vino la salud y la educación que les posibilitó realizar inversiones en el extranjero y sacar jugosas ganancias.

Con las organizaciones sindicales desmanteladas, los patrones acumularon riquezas y dinamizaron un modelo que, pasada la crisis de los 80 con casi una quiebra general, logró importantes éxitos macroeconómicos, teniendo siempre la posibilidad de recurrir al Estado en caso de nuevas dificultades como ocurrió con el salvataje que el Estado lanzó a los bancos a un costo de miles de millones de dólares.

Los agricultores recuperaron tierras y lograron someter a los campesinos y a los mapuche. Se libraron de los sindicatos agrícolas pero no pudieron reconstituir los latifundios. Con el modelo el capitalismo llegó también al campo. Incluso tuvieron que someterse a los dictados del modelo cuando fueron afectados por las políticas de precios que los marginaba del mercado.
Chile, entretanto, muestra una de las peores y más regresivas políticas de distribución del ingreso en el mundo y muestra una sociedad en que los ricos manejan los resortes ocultos del poder.

La Concentración Económica en los Gobiernos Concertacionistas

Durante los gobiernos de la Concertación, la privatización tuvo un nuevo impulso, y esta nueva etapa estimuló la acumulación en conglomerados que ya habían tenido su despegue en años anteriores. El proceso privatizador encontró su canalización en una serie de holdings, donde se agrupan empresas dedicadas a este lucrativo negocio, que completado ya en Chile, empezó a expandir sus posiciones a otros países de América Latina, asociados con empresas regionales o en megafusiones con las transnacionales.
La clase dominante en su conjunto está consciente que, el ciclo de expansión culminó en 1997 debido a factores de orden interno y externo. A partir de ahí, el país no logró pasar hacia una segunda etapa de desarrollo basada en la incorporación de mayor valor agregado a las exportaciones. Ya no llegan grandes proyectos de inversión y los actuales no tienen capacidad de mayor apropiación de renta.

Mientras la clase dominante, con el apoyo de sus políticos, rearma un itinerario de carácter táctico para resolver el tema del crecimiento dentro de un marco de absoluta dependencia y condicionados a una economía de exportación, la situación de la mediana y pequeña burguesía, obreros y populares se resiente cada vez más, tornándose dramática.

Situación de los trabajadores

La fase monopólico-financiera del capitalismo en Chile, es el marco dentro del cual se ha desenvuelto la vida de los sectores obreros y populares desde 1973 hasta hoy. Esta fase del capitalismo es un punto de partida de una comprensión más exacta de las condiciones materiales objetivas, que condicionan la fuerza de trabajo, la exclusión social y económica mediante el desempleo de otros amplios sectores sometidos a la pobreza y miseria más inclemente.

Es un momento histórico del capitalismo en nuestro país, que canceló para los sectores dominados, un largo periodo de acumulación de experiencias en lo social, lo político, lo ideológico y en aceradas formas de organizaciones clasistas. Esta fase de desarrollo del capitalismo se hace acompañar de una nueva visión del Estado y de la economía, que produce el descalabro de la organización de los trabajadores, en un intento a cualquier costo por anular el fuerte desarrollo de una conciencia revolucionaria.

Un primer elemento dice relación con el estado de conciencia y organización en el campo popular. Desde el arribo de la Concertación al gobierno e inaugurada la llamada “transición” a la democracia, la derrota política e ideológica de los trabajadores y el pueblo se acentúa traduciéndose en tres claros fenómenos sociales que han sostenido y prolongado el reflujo de clase: la atomización orgánica, la fragmentación social y la dispersión ideológica. Estas son situaciones que se conjugan hasta hoy negativamente para alcanzar el objetivo de la Unidad Política y Social de clase. En este sentido es importante indicar que los sectores progresistas de izquierda, a partir del año 1986, perdieron la iniciativa estratégica y en lo táctico fueron incapaces de orientar el curso inmediato de los acontecimientos.

Ocurrida la situación de quiebre de la izquierda y de los revolucionarios, la oposición burguesa de ese entonces (Alianza Democrática), desarrolla toda una ofensiva comunicacional en lo ideológico, destinada a deslegitimar la lucha ofensiva y rupturista de los trabajadores y el pueblo, para imponer una salida pactada, que subordinara la lucha antidictatorial a una resolución pacífica de las contradicciones que operaban.

Producto de la derrota y crisis de la izquierda tradicional y de los sectores revolucionarios, resurgen las viejas concepciones reformistas que impulsan a los sectores obreros y populares a asumir la política de las “elecciones libres” que promueve el Partido Socialista y posteriormente el Partido Comunista. Se impone la falsa contradicción: democracia o dictadura.

A esas alturas se estaba afirmando ya el repliegue de las masas y comenzaba un nuevo reflujo de la clase obrera y el pueblo. Desde allí en adelante las confusas orientaciones que se proyectan como discurso de la izquierda reformista, desde el nuevo reordenamiento político que se plantearon (PPD y PAIS), generaron en los sectores de trabajadores un giro ideológico hacia el llamado “mal menor”. Tal situación establece la cancelación por un periodo incierto, del proyecto de clase que se había levantado para marchar hacia el Socialismo.

En lo central, las contradicciones encierran el tema de una alta concentración de la riqueza, donde el 10% más rico se queda con el 50% de los ingresos y por lo mismo Chile se inscribe en el tercio de países con mayor desigualdad en la distribución del ingreso. Junto con ello, el control casi absoluto de las comunicaciones favorece a la burguesía para que la propaganda, la ideología y el discurso tengan siempre un mismo origen.

Dadas estas condiciones, los sectores obreros y populares se encuentran en una desventaja creciente para buscar por sí mismos alternativas a sus precarias situaciones de vida y el encontrar resortes adecuados para rearticular su lucha contra el modelo y el sistema.

Por lo tanto, el empeño consiste en establecer como eje del desarrollo político, el espacio de lo político-social que apunte en lo central a la convergencia de los sectores más progresistas y a la rearticulación en un frente común de las organizaciones democrático-reivindicativas de los obreros y del pueblo. Estos espacios constituyen los escenarios posibles para romper los cercos y compartimentos ideológicos que se han instalado para impedir la unidad de los marginados, y pueden ser los lugares privilegiados para insertar mediante el debate, los contenidos revolucionarios que barran de la conciencia de las personas las ideas imperantes del sector dominante.

Lo que hoy está dado, al nivel de las condiciones laborales, es que impuesta en los hechos la flexibilidad del trabajo, la clase obrera se encuentra sometida a condiciones de superexplotación y de un permanente chantaje de los sectores empresariales con el fantasma de la cesantía y la irregularidad en el pago de los salarios, que no respeta ni siquiera la actual legislación antiobrera en cuanto a la previsión social, seguro de salud y a condiciones dignas de empleo. Todo esto sumado al precario estado de las organizaciones sindicales y la exigua unidad de clase para enfrentar las medidas impuestas por el actual patrón de acumulación en cuanto a la lucha económica, acrecentándose esta debilidad respecto de una organización y lucha más política de los trabajadores.

Conclusiones

Las transformaciones impuestas por el capitalismo han enmascarado la lucha de clases durante estas últimas décadas y han frenado el avance de los logros por una transformación de la sociedad en una sociedad más justa y equitativa, sin las desigualdades que hoy persisten.

El eje político-social en las actuales circunstancias de reflujo de los sectores obreros y populares es el espacio de la acumulación, constitución y movilización elemental de las fuerzas que impulsen los cambios hacia un norte de mayor igualdad.

El eje de desarrollo político-social, por los contenidos de clase que impulsen su movimiento, será el que posibilite mediante las luchas articuladas de los trabajadores y el pueblo, el que haga clara y patente la verdadera naturaleza de la contradicción de clases, la lucha antagónica entre el proletariado y la burguesía. Será este eje de desarrollo el que irá despejando el camino de las trampas y contrabandos político-ideológicos, para situar en un escenario de enfrentamiento los polos reales y verdaderos, el proletariado y sus aliados y la burguesía financiera con el apoyo del imperialismo.

En síntesis, la tarea es, de lo simple a lo complejo y de lo pequeño a lo grande, el ir configurando los instrumentos estratégicos de la revolución proletaria y socialista. Por hoy la conciencia y el compromiso, constituyen los factores básicos para fortalecer aquella organización política que liderará los cambios, lo que plantea un desafío serio para hacer realidad la dirección política de la clase.