No cabe duda alguna que los gobiernos del mundo y el nuestro, no representan los intereses de la clase obrera y sus pueblos. En Ecuador más bien ha permitido que un nuevo sector de las clases dominantes emerja en este gobierno, a consecuencia de su política reformista y desarrollista, demostrando así, que este gobierno es partidario de la clase burgués, y de un fundamentalismo que roza en el fascismo. Este gobierno con su prepotencia ha reprimido y ha encaminado a la clase más pobre y desprotegida, a la clase trabajadora de todas las esferas laborales de este país, a una situación de subsistencia capaz de hacer que el pueblo se doblegue ante cualquier ayuda mínima que satisfaga las necesidades inmediatas y no unas mejoras reales que cambie toda la vida socioeconómica del pueblo ecuatoriano.

Esta ayuda es una migaja, muy parecida a las que hacían los burgueses en el siglo XIX y que arrojaban con desprecio a los mendigos y hambrientos que se posaban en las porterías de algunos conventos, para así lograr el favor de su Dios. Son esos los mismos, que al igual que en la actualidad buscan que el gobierno los favoreciera para seguir explotando a costa del sacrifico de los trabajadores, como lo hacen los actúales explotadores. Encargándole al gobierno de reformar las leyes y hacer legítima, para que persista su status hereditario de lucro. Por tanto, para no seguir el camino trazado por los esbirros de la opresión y del interés a costa de los pobres, debemos saber que nuestro camino a tomar es la revolución que es nuestra arma de transformación social.

Las políticas reformistas neoliberales que practica este gobierno, son ordenes emanadas por los patrones del imperio, que tiene que ser cumplidas a la orden del día, no tienen por objeto mejorar la situación de los trabajadores y los sectores populares, no pretenden abordar la verdadera solución a los problemas; solución que en definitiva solo se encuentra en el socialismo, donde los trabajadores y las clases oprimidas son dueños de su propio destino y construyen su futuro.

El proceso reformista es uno de los mecanismos que el capitalismo pone en marcha en los momentos en que las contradicciones políticas y sociales se están agudizando en exceso y empiezan a asomar la crisis revolucionaria. Entonces los explotadores necesitan cambiar algo para que todo siga igual; se valen de sus reformas, con los que, incluso para dar mayor credibilidad a la farsa, simulan estar enfrentados, para que les saquen del fuego, engañen al pueblo y conjuren el peligro, de que los oprimidos se lancen a la rebelión y echen abajo todo su podrido sistema. Esta es la función que tiene el sistema, el reformismo dentro del sistema capitalista al que sirve y del que forma parte.

Los grandes países imperialistas se han infiltrado, en los gobiernos de los países dependientes para cuidar y proteger sus intereses y ambiciones, personales o de secta, quienes con malévolas intenciones humanitarias y autocalificándose de redentores y defensores de la humanidad, desnudan sus leyes reformistas según la burguesía al servicio de los más desposeídos, este reformismo es un instrumento de la burguesía para corromper para crear impotencia y hacer invisible a la clase obrera. Pero la experiencia de todos los países de muestran que todo reformismo es una burla y humillación para los pueblos.

Pero la gran diferencia entre el reformismo burgués y la lucha de ciertas reformas coyunturales, impulsada por los trabajadores, radica que la clase trabajadora no sueña con dejar intocable al capitalismo. Quienes creen que el mundo se transforma solo con reformas superficiales, y de maquillaje, pues deben ser combatidos o corregidos de la manera mas dura, ellos los reformistas, los que pregonan un “cambio” sin cambios de fondo, expresan en que la burguesía engaña a los obreros, a los campesinos, a todos los trabajadores que no dejarán de ser esclavos asalariados por mas “reformas “o “mejoras “que se inventen mientras subsista el dominio del capital.

El reformismo burgués esta ligada con empleados del gobierno, que desarrollan tareas administrativas y organizacionales. Administran violencia a favor de los intereses y la acumulación de la propiedad privada. Se hacen pasar por “demócratas” pero se trata de élites de control para perpetuarse en el poder. Esas élites reformistas son unas de sus expresiones más odiosas del capitalismo, se reagrupan, como fuerzas contrarrevolucionarias, entre las capas dirigentes para gozar de todos los bienes posibles, mientras los pueblos viven en la miseria y ven postergado sus necesidades.

Latinoamérica está consiente de que el reformismo burgués es el fantasma que se escurre por todas partes. Anda por el mundo sembrando confusiones y anda por el mundo poniendo en las mesas platos vacios. Los reformistas entre otras cosas, se hacen pasar por revolucionarios o se hacen pasar por “progresistas” su papel consiste en frenar todo avance y adueñarse para negociar con el a favor de sus sectas. El reformismo siempre se interpone como “interprete” o “traductor” del sentir de los pueblos, se dedica a bloquear toda organización y movilizaciones que no logra controlar para sus fines de secta. Eso es parte de la expresión de uno de los enemigos más perversos de la clase trabajadora.

La burguesía desconfía de los pueblos, los creen incapaces de tomar las riendas de su vida, dicen que son atrasados y que aún, en los trabajadores, no hay “madurez” para la revolución. Ellos se abrogan el derecho de dictaminar cuando llegará tal madurez y mientras inventa paliativos. Esconderán con saliva de genios los triunfos de los pueblos que, incluso contra esos intelectuales, ha sabido dar pasos revolucionarios excepcionales. Para los reformista nada es mejor que hacernos creer que la revolución son ellos y sus ideas “brillantes” del “cambio” ilusorio para que nada cambie en lo concreto, acompañados y bendecidos por la misma vieja burocracia, la corrupción inmaculada, los capitalista intocables, los terratenientes haciendo de las suyas con los campesinos, el sabotaje de los alimentos, la misma policía, los mismos jueces, los mismos lideres traidores etc. etc.

Pero las reformas tienen un fin claramente antirrevolucionario. Las mismas son planteadas para atenuar la lucha de las clases y frenar los intentos de emancipación de una clase oprimida. Las reformas con agregación o sumatoria, no conducen a la revolución, ni una acumulación de reformas produce la revolución, por el contrario, tienden a minimizar el espíritu de transformación del sistema y a convertir a una densa capa de administradores bodrios, en fríos y estólidos burócratas. Entonces estos son los mecanismos más peligrosos utilizados por los capitalistas dominantes para desmovilizar, diluir a todo movimiento social, es el reformismo. El reformismo es un grupo de enmascarados burgueses los cuales, escondidos detrás de un discurso de “izquierda” “clasista” o “anticapitalistas”, se dedican a desviar el curso de las luchas sociales para encausarlos por otros caminos, así diluyendo todo el carácter combativo de las clases sociales. Porque estos tipos de reformas mal inventadas por la gran burguesía sean o cual sea su forma, es el enemigo número uno de la clase obrera y de los pueblos oprimidos del mundo.

Pues estos tipos de reformismos tienen que ser combatidos y destruidos, porque a las masas trabajadoras y clases sociales no se les engaña con cantos pacifistas y reformistas, y solo con la violencia revolucionaria podremos convertirnos en dueños de nuestros destinos. Estas reformas solo fueron creadas para rendir culto al estado burgués y a su “democracia” que solo disfrutan las clases dominantes, y las fuerzas represoras que apalean a las clases sociales, porque en su interior permanecen reconocidos fascistas. Pero la realidad es que estas fuerzas estatales son represivas por si mismas, son necesarias para mantener el régimen capitalista, en que la minoría apropiadora somete a la mayoría productora. Por eso tenemos que predicar la depuración y aniquilar estos cuerpos bodrios, porque nos llevan irremediablemente al reformismo; que reforma el sistema para salvaguardarlo en su conjunto y así saciar sus apetitos voraces sometiendo a la clase trabajadora y sus pueblos a morir en la desesperación y la miseria.

LA REVOLUCION ES EL ARMA PARA LA TRANSFORMACION SOCIAL.

La revolución es el arma más peligrosa de la clase trabajadora y de todos los pueblos marginados, con la cual esta será el arma que transformará la sociedad en que vivimos. Esta transformación no es una simple reforma del orden establecido o reivindicación para aplacar los furores de miles de trabajadores hambrientos por mejoras, sino una verdadera destruición del orden social que en la actualidad oprime y se burla de los seres humanos dejándoles en la más profunda miseria.

El mas grande acto de la destrucción no es uno que se encamine a la ruina de la humanidad y menos a establecer un estado de caos, que los curas y pastores predican cada vez que pueden, si no todo lo contrario, es una destrucción creadora. Por consiguiente, hablamos de una transformación radical que se forja y no de un reformismo que se reinventa. Pongamos nuestra confianza en el espíritu eterno que destruye y aniquila solo porque esa es la arcana y eternamente creadora, fuente de toda vida. La pasión de la destrucción es también una pasión creadora. El acto de la destrucción no surge de la nada. Surge da la necesidad de libertad de cada uno de los individuos que no permitirá que otro se les pose en sus hombros, con el interés de lucrarse de su fuerza de trabajo. Por tanto, todos y todas que reflexionen en esta dirección tendrán que dejar que su sentimiento destructor se materialice en la acción de una revolución. Hasta que el ser humano con ansias de ser libre de la opresión del hombre por el hombre sea volcado a consignar con el nombre de revolución social.

Por lo tanto la revolución, tiene como cuestión básica crear el partido socialista de los trabajadores, cuya tarea prioritaria es la de organizar y dirigir la batalla que dé fin definitivamente a la sociedad burguesa, a la dictadura burguesa; y así, sobre las cenizas del sistema de producción capitalista nacerá el sistema de producción socialista. Los revolucionarios estamos claros que debemos de actuar para organizar la batalla, porque toda la situación objetiva que se nos presenta ante los ojos, demanda dar el golpe final y decisivo al oportunista y a la burguesía.

La revolución es contrario al reformismo, el va, a la raíz de los problemas y se dispone a extirparlos. No contemporiza con el capitalismo y el imperialismo, sino que busca su destrucción. Se entiende también que este proceso no puede hacerse por medio de votos. Solo la movilización popular más combativa y consecuente, solo el pueblo alzado en armas y encabezado por organizaciones auténticamente revolucionarias puede llevarlo a cabo. El imperialismo no va permitir que le arrebaten el poder por las buenas, electoralmente. Pensar en esto es la mayor de las ingenuidades. El poder obrero y popular se impone y se mantiene por la fuerza; no existe otro método.

Por lo consiguiente, tenemos en nuestras manos la verdadera fuente del cambio: la revolución. Solamente seremos capaces de lograr la transformación social los obreros, campesinos, estudiantes, maestros etc. Lo que es lo mismo todo hombre toda mujer y niño que ansíe la libertad. Somos nosotros los individuos que ansiamos ser libres de la opresión del hombre por del hombre y no unos pocos dirigentes reformistas alineados, los actores de la destrucción de este gobierno opresor que hoy nos exprime el vivir y nos hunde en la miseria. Los revolucionarios seremos los constructores de una verdadera sociedad libre; donde exista igualdad, donde no existan opresores ni oprimidos, donde la libertad camine por fin sin miedo llevando la alegría y el amor a todos los lugares donde hay una pizca de humanidad.

Por lo tanto los trabajadores y las demás clases sociales, como actores del cambio, debemos dejarnos de conformismos y debemos pelear para que las cosas se lleven por el camino correcto y mas cercano a la libertad, lo que se ha buscado desde la primera revolución en el mundo. Aun, tenemos tiempo para transformar las bases de la sociedad, solo hay que tener confianza en nuestra capacidad transformadora y tener y llevar a cabo todo lo que esta a nuestro alcance. Para ser libres solo hace falta cruzar la línea hacia la realidad. Para lograr el triunfo solo hace falta compromiso y entereza. Y por ultimo una revolución real que transformará y cambiará nuestra situación de vida, y así demostrar que somos seres humanos que vivimos libres y queremos vivir en un mundo de libertad, que la igualdad pueda verse desde el cielo que la fraternidad sea la base de nuestra vida.

Que todos llevemos el sentimiento revolucionario a las calles y transformemos la sociedad. La revolución debe hacerse desde abajo, nunca desde arriba, la sociedad debe ser concebida por quienes la construyen: los pueblos marginados y en la miseria y los trabajadores que son explotados; y no los que se adueñan: los políticos, industriales, empresarios, pastores y curas, banqueros, militares de alto rango que ellos son el gobierno y el desgobierno, y algunos políticos que son peones del poder y buscan el lucro personal, para los revolucionarios y a todo aquel que en su mente brille las ansias de libertad debemos comprender, que para ser libres y cambiar las condiciones que se rigen en el país hay que diluir al gobierno y sus políticas la destrucción a la que hago mención, es la forma en que el pueblo puede transformar por sus propias manos, la manera en que se organiza y se lleva a cabo la vida del país en el que se esta parado. Pero para que esto pueda llevarse a cabo, tenemos que concienciarnos que los procesos llevados por los canales del gobierno son infructuosos. Tenemos que estudiar que para cambiar la zapata del mundo, hay que cambiar los métodos y herramientas con los que se construyó. El mundo en que pisamos no es el mundo natural en que el ser humano se creo, si no una estructura diseñada para que hayan opresores y oprimidos, en el que se observa hambre en un lado de la mesa y en el otro lado opulencia, ignorancia y conformismo a un lado y del otro lucro y cruel ambición.

A los gobiernos del mundo, quienes mantienen las mismas formas de explotación obrera y a nuestro propio gobierno, tienen que ser desarticulados por completos, no puede quedar de ellos nada más que la historia, que nos recordará que no debemos errar nuevamente. Por lo tanto no podemos esperar que la revolución socialista nos toque la puerta mañana, porque el triunfo de la revolución depende mucho del partido revolucionario, es decir de las tácticas utilizadas por este, para llevar a las masas trabajadoras al poder, y aquello lo lograremos enfrentándonos a las fuerzas destructivas de la reacción, cortando las cadenas del oportunismo en el momento crucial.

Entonces es necesario desenmascarar el verdadero significado de la revolución del siglo XXI, como la prédica reformista en el sistema capitalista, no cabe duda alguna que dicha revolución del siglo XXI mal creada por la burguesía, no va en función de los trabajadores y los pueblos, al contrario va en beneficio de la clase explotadora. Ahora bien, bajo estas circunstancias complejas, no podemos ni imaginarnos por un minuto, encargar esta tarea a los falsos redentores y mesías de la llamada revolución del siglo XXI, que no tiene nada que ver con la revolución social y el socialismo científico, que son los verdaderos edificadores y la única alternativa para la construcción de la Patria Nueva y el Socialismo.

ATENTAMENTE
J G G G (MIEMBRO DEL COMITÉ EJECUTIVO DE LA F. U. O. S. DEL CAÑAR)