Ver 1ª parte: ¿Quién se beneficia con la revolución de Kirguistán?

El primer ministro chino Wen Jiabao (a la derecha) y el entonces primer ministro de Kirguistán Igor V. Chudinov se estrechan las manos en la ceremonia de inauguración de la cumbre de la Organización del Tratado de Cooperación de Shangai, celebrada en Pekín, el 14 de octubre de 2009. El primer ministro chino recibió con todos los honores a Chudinov, único primer ministro de Kirguistán que ha visitado China en los últimos 16 años.
(Foto Pool/Getty Images)

El fortalecimiento de los vínculos económicos entre China y el régimen del ex presidente de Kirguistán Askar Akayev es la principal razón que llevó a Washington a abandonar a su ex aliado Akayev, luego de haberle prestado su apoyo durante 10 años. En junio de 2001, China, Rusia, Uzbekistán, Kazajstán, Tayikistán y Kirguistán firmaban el acta de nacimiento de la Organización del Tratado de Cooperación de Shanghai. Tres días más tarde, Pekín oficializaba un importante préstamo destinado a Kirguistán para la compra de material militar [1].

Después del 11 de septiembre de 2001, el Pentágono daba inicio a lo que se ha considerado como la más importante modificación del despliegue militar estadounidense fuera de fronteras desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. El objetivo era posicionar las fuerzas estadounidenses en función de un «arco de inestabilidad», a lo largo del Mediterráneo, África, el Medio Oriente, el Cáucaso así como el centro y el sur de Asia [2].

En aquel momento, Akayev propuso la cesión al Pentágono de su mayor base militar en la región, la de Manas. Aquello causó la alarma de China, que tiene fronteras con Kirguistán. En coordinación con Rusia, China llevó a la Organización del Tratado de Cooperación de Shangai a expresar su oposición y lanzó un llamado al retiro de las tropas presentes en las bases estadounidenses del Asia central.

Según el Wall Street Journal, en aquel momento China emprendió también negociaciones secretas con vistas a la apertura de su propia base en Kirguistán y a la modificación de la frontera, dando así lugar a una tempestad política contra Akayev en marzo de 2002.

Philip Shishkin, del Wall Street Journal, señalaba: «Recurriendo a una “diplomacia de la Ruta de la seda” y buscando la supresión de las guerrillas uigures –cuyo catalizador se encontraba principalmente en la urgente necesidad de fondos para detener la caída libre de la economía interna– las tomas de posición de Akayev para alinear a su país con Pekín exasperaron a Washington, que veía en China un obstáculo para su programa de expansión estratégica.» [3].

Shishkin agregaba: «El punto de vista estadounidense sobre esa peligrosa situación podía resumirse de la siguiente manera: “debido a la larga frontera de 1 100 kilómetros que separa a China y Kirguistán –y la presencia estadounidense, ya considerable en los vecinos Uzbekistán y Tayikistán– la caída del gobierno prochino del presidente Akayev, caído en desgracia, sería una victoria nada despreciable para la política de contención”.» [4].

A partir de aquel momento, Washington lanzó un masivo financiamiento a través de la National Endowment for Democracy (NED) y utilizó como arma la ayuda de la Albert Einstein Institution y de la Freedom House, e incluso la del Departamento de Estado y el FMI, para finalmente derrocar, durante la revolución de los tulipanes de 2005, el régimen de Akayev, que ya no le inspiraba confianza [5] [Sobre las organizaciones anteriormente mencionadas, ver «La NED, nébuleuse de l’ingérence "démocratique"», «L’Albert Einstein Institution: la non-violence version CIA» y «Freedom House: quand la liberté n’est qu’un slogan», Réseau Voltaire, 22 de enero de 2004, 4 de junio de 2007 y 7 de septiembre de 2004.]].

Hoy en día, parece lógico que China sea la potencia más interesada en el futuro político de Kirguistán. Unos 850 kilómetros de la frontera entre Kirguistán y China colindan con la sensible provincia de Xinjiang.
Fue precisamente en esa provincia que estallaron, en junio de 2009, los incidentes provocados por los uigures [6], que contaron con el apoyo del Congreso Mundial Uigur –organización financiada por Estados Unidos y dirigida por «la ex lavandera» Rebiya Kadir– así como el de la «ONG» de la Casa Blanca que se encarga de los cambios de régimen, la National Endowment for Democracy.

También fronteriza con la inestable región autónoma del Tíbet, la región de Xinjiang constituye una vital encrucijada para la red de tuberías que trasladan los recursos energéticos hacia China, desde Kazajstán y, finalmente, desde Rusia. La región de Xinjiang abriga además importantes reservas de petróleo, indispensables para el consumo doméstico de China [7].

Una conexión del oleoducto entre China y Kazajstán. Una nueva instalación de ese tipo se construye actualmente y elevaría la capacidad de transporte a 400 000 barriles diarios. En 1997, China y Kazajstán acordaron la creación de una compañía petrolera conjunta, fruto de la colaboración entre la China Petroleum Corporation (CNPC) y KazMunaiGas. El objetivo conjunto anunciado por las partes consiste en conectar el Mar Caspio con la región de Xinjiang mediante un oleoducto.

La frontera entre Kirguistán y China es porosa y un considerable flujo de personas circula entre la región china de Xinjiang y el territorio de Kirguistán. El número de chinos, entre ellos uigures, que viven en Kirguistán está estimado en 30 000. Cerca de 100 000 kirguizios viven en Xinjiang.

En pocas palabras, los puestos avanzados estadounidenses en Kirguistán tienen más consecuencias para la seguridad nacional china que los modestos refuerzos enviados a las zonas de combate en Afganistán. Para las agencias de inteligencia de Estados Unidos y para el Pentágono, se trata de un terreno ideal para la realización de operaciones clandestinas de desestabilización en la región de Xinjiang, provincia políticamente frágil y tremendamente vital para la estrategia china. La circulación a través de la frontera ofrece una cobertura perfecta para las actividades de espionaje estadounidenses y para la posible realización de sabotajes [8].

Según el ex embajador indio K. Gajendra Singh, quien se encuentra actualmente jubilado de sus funciones como diplomático y dirige la Fundación de Estudios Indo-turcos de Nueva Delhi, al permitir que las fuerzas militares estadounidenses utilicen la base aérea de Manas y al proveerlas, entre otras cosas, de equipamiento electrónico de alta tecnología, el régimen de Bakiev les facilita la vigilancia sobre las bases militares y los principales emplazamientos destinados al lanzamiento de misiles en la región china de Xinjiang [9].

Recientemente creada por el Pentágono, oficialmente con el fin de abastecer las zonas de combate afganas, la red de distribución del Norte (NDN, Northern Distribution Network) se agrega a las preocupaciones de Pekín cuando se aborda el tema de las operaciones estadounidenses en Kirguistán.

La red de distribución del norte atraviesa Tayikistán, Uzbekistán y Kirguistán. Muchos de los miembros de la Organización de Cooperación de Shangai sospechan que el Pentágono quiere utilizar esa red para generar ataques simultáneos por parte de grupúsculos como el «Movimiento Islámico de Uzbekistán» o la «Unión de la Yihad Islámica» y el oscuro movimiento Hizb ut-Tahir, residentes todos en el valle de Fergana, que se extiende sobre los tres Estados que abarca la NDN [10].

Pekín no observa pasivamente lo que sucede en Kirguistán. Es evidente que China se prepara para jugar su mejor carta, la económica, para garantizar relaciones estrechas y más amistosas con el nuevo gobierno de Kirguistán, sea cual sea.

En junio de 2009, en el marco de una asamblea de la Organización de Cooperación de Shangai realizada en Ekaterimburgo (Rusia), el presidente chino Hu Jintao prometió un fondo de 10 000 millones de dólares para un futuro programa de ayuda destinado a los países miembros: Kazajstán, Tayikistán, Uzbekistán y Kirguistán. Nada de lo prometido por Washington a Kirguistán se aproxima ni tan siquiera un poco a esa suma.

En una de sus primeras declaraciones, el vocero del parlamento provisional de Kirguistán, Omurbek Tekebayev, afirmó ante los medios de prensa rusos que su país considera a China como uno de sus aliados estratégicos: «Nuestra política exterior va a cambiar… Rusia, Kazajstán y nuestros demás vecinos, incluyendo China, seguirán siendo nuestros aliados estratégicos.» [11].

Existe además un proyecto que China seguramente querrá acelerar para favorecer el establecimiento de relaciones más estrechas. En efecto, Pekín anunció ya la construcción de una extensa vía férrea de gran velocidad a través de Eurasia.

Ya se construye la autopista que atravesará Kazajstán. Se trata de uno de los proyectos de infraestructuras destinado a conectar el occidente de Europa con el occidente de China. La entrada en servicio de esa vía de circulación terrestre facilitará el flujo de mercancías chinas hacia Europa así como el envío de material destinado a concretar los proyectos sino-kazajos desde Europa.

El ministro chino de Transporte Ferroviario dio a conocer uno de los proyectos más ambiciosos del mundo contemporáneo. A través de Kirguistán, las líneas ferroviarias se extenderán desde la provincia de Xinjiang hasta Alemania, e incluso hasta Londres hacia el año 2025.
El proyecto incluye la posibilidad de que la red ferroviaria China-Kirguistán-Uzbekistán se conecte al nudo ferroviario euroasiático de líneas de alta velocidad.

China está construyendo también 12 nuevas autopistas que harán las economías de Kirguistán y sus vecinos más dependientes de la moderna red de carreteras conectada con la provincia de Xinjiang. En cierta medida, la militarización estadounidense de Kirguistán se convierte en una amenaza muy real para la seguridad nacional china. Pero la respuesta económica de China tendiente a reforzar su presencia en ese país ya está concretándose [12].

Como para expresar más aun las preocupaciones chinas en cuanto a la estabilidad de sus vecinos, Pekín ha reforzado recientemente sus actividades económicas en Afganistán.

El presidente chino Hu Jintao conversa con el presidente afgano Hamid Karzai después de la firma de un acuerdo en Pekín, el 24 de marzo de 2010. China anunció nuevas inversiones en Afganistán y se comprometió a prolongar su apoyo al trabajo de reconstrucción en el vecino país, devastado por la guerra.
[Wu Zhiyi/ China Daily]

Mientras que las tensiones entre el presidente afgano Hamid Karzai y la administración Obama se hacen cada vez más visibles, las relaciones entre Karzai y Pekín son cada vez más cálidas. El 24 de marzo pasado, Karzai y el presidente chino Hu Jintao firmaron en Pekín nuevos acuerdos de intercambio e inversiones y decidieron fortalecer la cooperación triangular con Pakistán, tradicional aliado de China.

Los acuerdos del 24 marzo parecen estar vinculados con las inversiones chinas en Afganistán en sectores como la energía hidráulica, la minería y el transporte ferroviario, obras públicas y otros proyectos vinculados con el sector de la energía.

China es ya el primer inversionista de la economía afgana. En 2007, la Metallurgical Group Corporation, una de las grandes empresas públicas chinas, obtuvo un contrato de inversiones por 3 500 millones de dólares para la explotación de la mina de cobre de Aynak, en Afganistán. En uno de los yacimientos más importantes del mundo [13].

Las empresas chinas también están interesadas en la posibilidad de explotar las reservas de afganas de hidrocarburos, estimadas en 1 600 millones de barriles de petróleo y 400 000 millones de metros cúbicos de gas, así como los yacimientos afganos de diversos metales, entre los que se encuentran el oro y el hierro [14].

Afganistán y Pakistán constituyen para China dos elementos vitales en su red de distribución y de intercambios hacia Irán. Pekín terminó recientemente la construcción de infraestructuras portuarias en Gwadar, Pakistán, que garantizarán el tránsito del 60% de sus importaciones de petróleo provenientes del Medio Oriente. China proyecta además conectar el puerto de Gwadar con la provincia de Xinjiang a través de Afganistán para garantizar así el abastecimiento en recursos energéticos necesarios para su economía, en plena expansión. En ese contexto global, la estabilidad política de Kirguistán resulta esencial para China [15]..

En la próxima parte de este trabajo examinaremos la importancia capital que revista Kirguistán para Rusia en el plano geopolítico. Rusia es el segundo jugador en esta nueva partida de ajedrez tripartito por el control del continente euroasiático y de su porvenir político y económico.

(Continuarà…)

Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la traducción al francés de Nathalie Krieg.

[1John C. K. Daly, Sino-Kyrgyz relations after the Tulip Revolution, Washington, The Jamestown Foundation, China Brief, 7 de junio de 2005.

[2Philip Shishkin, «In Putin’s Backyard, Democracy Stirs – With U.S. Help», The Wall Street Journal, 25 de febrero de 2005.

[3Ibid.

[4Ibid.

[5Ibid.

[6Acerca de estas organizacuiones leer: «Las redes de la injerencia «democrática», «La Albert Einstein Institution: no violencia según la CIA» y «Freedom House: cuando la «libertad» no es más que un pretexto», Red Voltaire, 22 enero 2004, 4 junio 2007 et 7 septiembre 2004.

[7«¿Qué pasa en Xinjiang?», por Domenico Losurdo, Réseau Voltaire, 12 julio 2009.

[8F. William Engdahl, Washington is Playing a Deeper Game with China, Voltaire Network, 13 juillet 2009, notraducido al castellano.

[9K. Gajendra Singh, Geopolitical Battle in Kyrgyzstan over US Military Lilypond in Central Asia, New Delhi, 11 avril 2010.

[10Ibid.

[11Cornelius Graubner, Implications of the Northern Distribution Network in Central Asia, Central Asia-Caucasus Institute, Johns Hopkins University, 1er septembre 2009.

[12John C.K. Daly, op. cit.

[13Roman Muzalevsky, "The Implications of China’s High-Speed Eurasian Railway Strategy for Central Asia", Eurasian Daily Monitor, Vol. 7, número 64, 2 de abril de 2010.

[14Afghanistan Ministry of Mines, Aynak Copper Project is Inaugurated in a Glorious Ceremony, 9 juillet 2009.

[15Roman Muzalevsky, The Economic Underpinnings of China’s Regional Security Strategy in Afghanistan, Eurasia Daily Monitor, Vol. 7 Numéro 75, 19 avril 2010.