Una comisión de expertos debe entregar a principios de agosto al nuevo primer ministro japonés, Naoto Kan, un informe aconsejándole un cambio en la política exterior nipona y en el sector militar.

Al término de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de ocupación estadounidenses impusieron en Japón la adopción de una Constitución que le prohíbe a ese país recurrir al uso de la fuerza ante cualquier diferendo internacional. Desde entonces, Japón dispone sin embargo de una Fuerza de Autodefensa y se ha mantenido bajo el llamado «paraguas americano».

Reducido por 60 años a una posición de vasallaje, Japón sigue sin resolver por la vía diplomática sus diferendos territoriales con Rusia, Taiwán, China y Corea del Sur.

En los últimos años, Estados Unidos ha buscado utilizar los medios de Japón como refuerzo de sus propias fuerzas armadas. La Fuerza de Autodefensa japonesa ha desplegado así unidades en el extranjero en el marco de varias misiones de paz de la ONU y, en misiones de carácter no militar, en territorio iraquí. Pero Estados Unidos quiere desarrollar el ejército japonés e integrarlo, al igual que las fuerzas armadas de Australia, a una OTAN ampliada en la zona del Pacífico.

Por su parte, los japoneses han expresado su deseo de seguir siendo pacifistas y de liberarse de la tutela estadounidense. La base militar estadounidense de Futema, en Okinawa, se ha convertido en símbolo de la constante presencia del vencedor y ocupante en territorio nipón.

En septiembre de 2009, los electores japoneses llevaron al poder al Partido Democrático, que se había comprometido a revisar las relaciones con Washington. El primer ministro Yukio Hatoyama hizo públicos los tratados secretos que vinculaban al país con la potencia ocupante, pero fracasó en la cuestión del cierre de la base de Okinawa, lo cual lo llevó a presentar su renuncia. En junio de 2010, Hatoyama dejó el cargo de primer ministro en manos de su ministro de Economía, Naoto Kan.

Este último dispone de la total confianza de Washington y está preparando una «modernización» de la política exterior y del sector militar japonés. Japón abandonaría así el pacifismo y desarrollaría su ejército, autorizaría la presencia de armas nucleares en territorio nipón y participaría masivamente en las operaciones de paz de la ONU.

El nuevo primer ministro japonés está explotando al máximo el hundimiento de la corbeta surcoreana Cheonan, ampliamente divulgado por el Comando estadounidense del Pacífico y atribuido por Seul a Corea del Norte. El incidente está siendo utilizado para justificar el rearme japonés y el despliegue de tropas cuyo objetivo sería hacer frente a la «amenaza» norcoreana.