En su reciente intervención pública ante los estudiantes en la Universidad de La Habana, Fidel destacó que lograr la persistencia por la paz en el conflictivo escenario que rodea a Irán, sería enorme victoria para el género humano.
No es frase de ocasión destinada a engalanar discursos o dar tintes de dramatismo al ejercicio retórico. Lo cierto es que este nueve de septiembre se cumple el plazo impuesto por el selecto grupo de naciones poderosas a Teherán para que renuncie a sus planes relativos al empleo pacífico del átomo.
De lo contrario, y según estipula el citado ultimátum, los buques iraníes serían detenidos en sus rutas y sometidos a registro minucioso, nada menos que por fuerzas navales esencialmente norteamericanas e israelíes, ya desplegadas en los mares del área.
Este paso equivaldría a retirar la espoleta de seguridad a un artefacto explosivo de incalculables dimensiones, incluido el desastre militar nuclear.
Irán ha dicho más de una vez que va a repeler con todo su poder cualquier agresión de ese tipo a su soberanía y legítimos derechos, y semejante advertencia no debe ser pasada por alto por quienes tienen la mayor responsabilidad en este entramado sumamente controvertido y hostil.
Está claro que detrás de las tensiones con Irán lo que se esconde es el interés de los sectores reaccionarios norteamericanos y el sionismo por intentar sacar del juego a la revolución islámica, convertida en serio oponente a los planes expansionistas en Asia Central y el Medio Oriente, zona donde radican premisas energéticas y geopolíticas que el imperio considera claves.
Por otro lado, el esgrimir el desarrollo pacífico nuclear iraní como pretexto para una guerra de consecuencias imprevisibles, no puede ser más superficial y antojadizo, cuando casi 20 por ciento de la electricidad que se consume en el planeta, y muy en especial en Estados Unidos, Europa Occidental y hasta el propio estado sionista, proviene de centrales electro atómicas.
Ello sin contar que, en materia de armas de destrucción masiva, y específicamente de origen nuclear, Washington acapara no menos de cinco mil ojivas operativas totalmente desplegadas, así como un número no determinado que reposan en sus extensos polvorines.
Mientras, Tel Aviv, que nunca ha dado a conocer cifras oficiales en esa materia, podría almacenar cientos de ellas, y no cesa de producirlas en sus instalaciones altamente secretas ubicadas bajo las arenas del desierto de Negev.
La alarmante ecuación está, por tanto, sobre la mesa y, sin dudas, lograr que sean frenados los locos impulsos agresivos de quienes creen que la fuerza es el perfecto instrumento de disuasión, sería hoy enorme triunfo de la vida sobre la nada eterna.
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