por Guillermo Olivera Díaz; godgod_1@hotmail.com

24-10-2010

1. Secularmente, los que se suceden y presiden la religión católica se llaman Sumo Pontífice –cuyo nombre apunta al vigilante de un puente sobre el río Tíber que atraviesa Roma o comúnmente Papa, tal como sus seguidores, siempre hablan con donosura del hambre de pan que siente el pobre -aún después de haber comido-, sobre todo cuando están frente a una multitud de hambrientos producto del resultante desempleo, la incultura, su inmerecida pobreza y otros factores complejamente causales y condicionantes, simultáneos, interactuantes e interdependientes, a pesar de su heterogénea naturaleza.

A la vez, pese a su inmenso poder, no se preocupan por acometer soluciones de fondo, ni las intentan liderar, pues conviven con la injusticia social y sus causantes que reinan en la faz de la tierra. Desde el púlpito diario, ensotanados pulcramente, prefieren defender y endiosar la limosna y predican con su ejemplo, pidiéndola. En esencia, este texto mío se difundió masivamente en Internet.

2. Una inmensa pléyade de internautas se ha sentido tocado y motivado para responderme. Se trata de defensores de la religión católica por antonomasia, cuya predicada bondad también conoce del insulto a distancia y a escondidas, que su religión no amaina.

A una de ellas le he respondido con el mayor respeto: “Quien te escribe ha visitado por muchos años unos 45 países. Ha visto boquiabierto la cruda realidad vital. En la puerta de las inmensas catedrales de estilo gótico, que presiden las plazas mayores de bonitas ciudades, o de la iglesia en mi provincia cajamarquina de Santa Cruz, hay niños pobres que estiran cada día sus harapientas manos por una ocasional pitanza. Esa praxis sigue insuperada por siglos. Sólo desde el poder gobernante, que acopia y atesora ingentes impuestos, sin mayor sentido y hasta coactivamente, o sea, a la fuerza, es posible intentar soluciones de veras. Que la Iglesia ponga su hombro. Con las antiguas “Cuevas del Vaticano” podría comenzar la justicia distributiva; y, ahora con el debe del papal e internacional Banco Ambrosiano, cuyo “banquero de dios” (Roberto Calvi) pagó con su vida (en un puente sobre el Támesis de Londres) el no a la delación del contenido financiero de la Ciudad del Vaticano, que gobierna cada Papa que encumbran los cardenales, como el peruano y siempre recusado Cipriani.

3. A otra también le respondí con mesura: “Claro que los discursos, de gran elasticidad semántica, de la iglesia católica están de “lado de los oprimidos”. Pretendo más que eso. La palabra sola, sin praxis, no. Desde el púlpito cuotidiano un liderazgo proactivo se impone. La iglesia puede y debe reorientarse, como lo hacen muchos sacerdotes, como vuestro (¿) Cardenal Cipriani, que no siendo economista ni político formal, perora en favor del stablishment (visto como orden establecido que no hay que tocar). Estas son maneras larvadas o subliminales de operar”.

De tales respuestas como digresión pasemos al tema central que encierra el título.

4. Además de esta sentida necesidad de pan (de alimento, mejor), hoy en día inunda en el globo terráqueo el hambre de poder, como canonjía; que lo viven también los pobres aquellos, como errada solución a su pobreza, y, en particular, los ricos que se hicieron del saqueo de la cosa pública, con su enriquecida viveza criolla, los conocidos cacos del poder –esos que ganan elecciones en la mesa, después de observaciones que “resuelven” los jueces electorales- y muchos otros bribones de la enmohecida clase política, siempre actual, en busca de hipertrofiar su ya descomunal riqueza o saciar su recusante torcedura moral.

No se trata del apetecido poder a secas, como ejercicio de autoridad sobre el administrado o el tesoro público en búsqueda del bien común; de larvado dominio sobre los demás, quizá en el seno de la propia familia; de despliegue de notoriedad ante otros; o, psicopáticamente, de ser el centro en el club, el partido político, el barrio, distrito, provincia o país, sino del poder ultramontano, visto también como canonjía: poco trabajo funcional y mucho provecho económico personal, donde los exprimidos gobernados pagan el canon, el impuesto y la coima. Sin ella todo el conseguido poder sería torpe ilusión, aunque ingrediente central del ego regodeante, que la presidencia del país para los Alan García, que abundan a borbollones, es la feliz oportunidad de su manifiesta e incontrolada eclosión, con tiranía y lacerante corrupción.

5. Por este inhumano apetito buscan las decenas de miles de candidatos las alcaldías distritales y provinciales y sus correspondientes regidurías; ser presidente o consejero regional es su ambición. Los que no son ricos prestan dinero, se endeudan, venden o hipotecan hasta su única casa o se financian en sus sueños, arrullados por sus cómplices e influidas parejas ocasionales o permanentes, con la almohada de muda testigo. Los que lo son, o tuvieron mandato anterior escogidos a dedo o por elección –el resultado es el mismo- conocen de sobra una y mil triquiñuelas. Es una “inversión” –que tienen que recuperar- y no un “gasto”, de nuevo se dicen.

La encumbrante presidencia del país es otro final y apetecido recodo para los menos, cuyos nombres se repiten año tras año, antes de haber sido propuestos por sus merecimientos; como la mediocre Keiko Fujimori, con calculada antelación de años, pintan su nombre en los cerros, sobre las piedras de los ríos, en las paredes de modestas casas y al borde de todos los caminos, para todo lo que necesitan un ejército de rentados operadores, con una costosa logística de vehículos y materiales. Son pintas que engrosan esa malhadada “inversión”.

¿Cómo lo financian, si el país es inmenso? Sólo el padre de Keiko lo sabe, cuando transfiere a escondidas sustanciales montos de dinero para pagar su defensa en Chile y en Perú por varios años y simultáneamente oblar los millones que demanda una campaña electoral de la hija. Son transferencias de dinero que el sistema bancario internacional calla, tal como lo hace con las cuentas secretas.

También esa financiación la conoce el economista Alejandro Toledo, si echa pluma contable a lo que le significó vender al extranjero, asesorado por Pedro Pablo Kuczinsky –otro que sabe economizar, en contra del país-, 4.4 trillones (sí, los trillones están después de los billones; éstos después de los millones; y éstos tras los modestos miles) de pies cúbicos del gas de Camisea, a un precio de regalo que incremente la comisión del gobernante vendedor.

Por supuesto, los Castañeda y Kouri, conocen hasta el hartazgo estos vericuetos, luego que han ejercido el poder local y provincial limeño y chalaco por décadas, administrando miles de millones de dólares de presupuesto, con superávit pro bolsillo que financiaban sus sendas reelecciones. La atraillada, y vendida, también por publicidad, prensa escrita, radial y televisiva se encarga del resto, para mostrarlos como presidenciables. Los entrevistan cada día. El pueblo, con su resultante ceguera, no logra separar la paja del trigo; simplemente vota por quienes van de punteros en las encuestas que alguien paga y que no sabe quién. El secreto queda insondado.

6. Estos que se arrastran por el poder como canonjía, desde mucho tiempo atrás, se autodesignan y se publicitan; hacen malabares para devenir candidatos; son capaces de lo peor para serlo; o el papá encarcelado desde Chile mientras extraditado la designa y en cárcel peruana la ratifica, caso Keiko; empero unos y otra, se ufanan de la democracia interna (recuerden a los Kouri y Barba que defendían la elección interna de candidatos con bases partidarias inexistentes) y, en su momento, los jueces electorales cierran los ojos. Tal como los jurados electorales “especiales” y los miembros del Jurado Nacional de Elecciones del Perú que con desparpajo cambian el orden de los expedientes y anticipan sus fallos. Todo en nombre de la “justicia electoral”, con autoridad de cosa juzgada irrevisable. No hay juez que modifique un fallo electoral.

Al lado de los seres de esta parentela están otros de la misma pollada, lechigada o camada que también buscan el poder. Aquellos que se hacen nombrar ministro de algo, director o gerente, administrador o jefe de sección. Arriban también aupando al Poder Judicial y son jueces de primera, segunda o de la Corte Suprema. Buscan así ujieres, secretarias privadas, vehículo oficial con chofer a la mano y la posibilidad del celular y los gastos de administración pagados por el Estado. El bolsillo particular crece, la cuenta bancaria secreta también, los testaferros proliferan; empero, no se gasta lo saqueado al fisco, porque se guarda pan para mayo, para los tiempos de desgracia personal o de la añorada reelección.

7. Con semejante status social, estado o condición poderosa, admirada por los demás, ya tienen la comilona de convite asegurada, cuyo whisky etiqueta azul corra a cargo de Palacio de Gobierno, como era usual en el ebrio Alejandro Toledo, que cochina y asquerosamente cogía el trozo de hielo con su pelada mano para meterlo en su vaso. Para el zafio los adminículos sobran.

Finalmente, con la faltriquera gorda, término grato a nuestro buen amigo y admirado periodista Herbert Mujica, o sea, con los bolsillos llenos, les resulta difícil desprenderse o destetarse de por vida del poder político. Por eso la reelección en el cargo siempre es su norte, como lo fue para Fujimori, Alan García y ahora lo es para Alejandro Toledo, aunque se haga el cojudo de esconder su evidente apetito de poder y de regalar aún más el gas que falta para el actual consumo interno o de recomprar nuestra deuda externa, vía “bonos soberanos” que esconden millonarias comisiones.

¿Recuerdan que tenía la misma engañifa como táctica el Alberto Fujimori que buscaba, con tamaña desmesura, un tercer mandato el año 2000, asesorado por Montesinos?

8. El oscuro origen del acto de poder y del gusto.- ¿De dónde emergen estos añejos apetitos, torpes resabios que gobiernan la conducta humana, para llevarlo al sacerdocio de la religión católica, al poder político nefando como el fujimorista, a la abogacía penal o civil, al ejercicio de la medicina o del fútbol con escapaditas y, a veces, al crimen frío y calculado? La ciencia entera, en particular la criminológica, ha parado mientes al respecto, aunque no esté dicha la última palabra.

El deseo vehemente, el gusto innoble de la bella joven contra su voluntad, la vocación ciega por lo que fuere, el interés por algo oscuro y el apego impertinente al delito mismo, se consideran burdos productos del Yo individual, del Yo social (sintetizado en el individual) y de todo el conjunto de condiciones exteriores o del medio ambiente. Todos podemos advertir que, pretendiendo explicar un hecho concreto, débese evaluar la situación del mundo circundante al tiempo de tal hecho y la personalidad de su autor al mismo tiempo y que ésta es a su vez el resultado de un complicado proceso que se cumple desde el nacimiento de la persona hasta el momento mismo en que se ejecuta el hecho.

Sobre este particular hemos aseverado años ha en un libro nuestro: “El hombre al nacer posee en verdad disposiciones congénitas –por influjo hereditario o por adquisición en el claustro materno-, que no son iguales a las disposiciones del adulto, sino que tienen que desarrollarse para convertirse en ellas. Este desarrollo se produce conforme a las posibilidades de evolución dadas en las disposiciones congénitas (endógenamente), de un lado; y, de otro, por influjo del mundo circundante que existe siempre durante la vida del sujeto (exógenamente).

Pertenecen a este mundo circundante del desarrollo, principalmente, la alimentación, la educación familiar y escolar vista en sentido lato, el influjo de otras personas (amigos, rivales, amante, colegas de profesión o política), la pérdida de otros seres humanos próximos, la inclusión en una capa social, los obstáculos para la realización de los propósitos, bienestar económico, laboral y adversidades. Además, los influjos cósmicos del clima y sus cambios, contaminación ambiental, ruidos molestos subjetivizados, intoxicaciones repetidas (alcoholismo crónico, drogadicción), el ambiente de prostitución y promiscuidad, la influencia nociva de la radio, cine, televisión y prensa escrita, las supersticiones y prejuicios en general. En fin, todo lo que rodea al hombre y lo influencia de por vida sin escapatoria fácil”. (“Criminología Peruana”, Tomo I, 3ª. edición, Lima, 1980, pág. 86).

9. A toda esta complejidad enmarañada de causas, factores, condiciones –incluidos los específicos motivos o móviles-, tanto inmediatos (as) al hecho o aparición del gusto o deseo, como remotas desde el nacimiento o aún antes de él, concurrentes para la génesis de un comportamiento dado, de sutil interacción e interdependencia, al mismo tiempo o simultáneamente, hay que apelar para configurar una verdadera explicación causal de estos mercaderes del poder político. Aún así la génesis u origen puede quedar ignoto.

El yo social de lo psíquico no lo explica todo. Lo que está dentro antes estuvo fuera, es cierto, sin contar el influjo biológico puro, sin embargo, queda por dilucidar la pálida creación individual, que usa los ladrillos, arena y cemento previamente almacenados.

El hombre no nace sino que deviene persona; el Ello innato de Freud no existe, como niega Shorojova; todo este maremágnum imbricado de elementos debe hurgarse para constatar en el ser humano un refinado producto social, del que surgen, sin que se sepa cómo, los políticos aviesos, sus apetitos e intereses vitandos y de los otros. El gusto también. Lo grave y dañino resulta cuando el ejercicio del poder presidencial, como el de Fujimori, Toledo y García, los hipertrofia, hasta corromperlos sin límite. En estos casos, la cárcel se impone, comenzando por impedirles la salida del país; el llamado juicio de residencia es un imperativo nacional.