Estamos más idiotas aún y ahora hay más pruebas. Más estudios de psicólogos, neurólogos, pedagogos… Carr profundiza en este asunto y advierte del peligro que supone para la mente delegar todas sus tareas en la tecnología, en su nuevo libro The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains.

Lo voy a explicar de dos formas. La 1 es para heavy users y la 2 para lectores de libro (esto exige impresión del texto).

1. Para los que están todo el día navegando y totalmente dispersos, con decirles que Internet aumenta la tendencia de la mente a dispersar su concentración y que muchos estudios
han demostrado que los “heavy users” tienen menos capacidad de retención y de análisis ya es suficiente (están a punto de llegar los 56 segundos de media que un estadounidense
[tú también vales, aunque no seas de allí] pasa mirando una web, según Nielsen, y sólo me queda tiempo para decir una cosa más). El pensamiento del internauta se vuelve más superficial. Así que ahora te irás, aburrido, a seguir dando saltos de página en página para luego no acordarte ni de qué has visto.

2. Para los que aún leen libros queda alguna esperanza. Y como son capaces de aguantar un rato concentrados en una única cosa le daremos la versión larga.

Dice Carr que los que utilizan GPS no necesitan usar su sentido de la orientación. Los que tienen calculadora no tienen porqué volver a hacer una suma en su vida. Los que se organizan
con un calendario digital pueden prescindir de memorizar sus citas porque una alarma les avisará, minuto a minuto, de su agenda. Es decir, que si la tecnología resuelve todos los aspectos de tu vida, puede que llegue un momento en el que te dé igual si tu cerebro
está dentro de tu cabeza o en el fondo de un tacho de basura.

En una entrevista con la BBC dijo Carr que “se ha demostrado que la tecnología, y específicamente la Red, provocan efectos a largo plazo sobre la mente y alteran la habilidad
de llevar a cabo ciertas tareas”.

La resolución de problemas ayuda a la mente a estar concentrada. Pero la tecnología, y Google en particular, está haciendo todo demasiado fácil. “En muchas formas admiro a Google, pero creo que tienen una visión muy estrecha sobre cómo deberíamos usar nuestro
cerebro”, indicó. “Tienen esa visión tan industrial de que todo consiste en cuán eficiente es encontrar esa información que necesitas”.

La simplificación en el uso de los softwares y su capacidad de hacer las tareas complejas más fáciles conlleva el riesgo de que las personas apenas desarrollen habilidades mentales y en su lugar la mente opte siempre por el camino más sencillo.

Carr alertó del peligro de delegar una parte tan importante de nuestra actividad cerebral en la tecnología. “Cuando te paras a pensar en la medida en la que nos estamos haciendo dependientes de un software para todo tipo de tareas intelectuales, para encontrar información, para socializar, deberías empezar a preocuparte porque esto, como individuos, no nos deja suficiente espacio para actuar por nosotros mismos”.

La tecnología vuelve a la mente perezosa. ¿E Internet? La Web convierte la profundidad del pensamiento en algo superficial y volátil. Lo llaman “Hiperactividad improductiva”. Carr lo explicó detalladamente en un artículo publicado en The Wall Street Journal el pasado mes de junio.

El autor comienza su artículo haciendo una referencia a una frase de Séneca: “Estar en todas partes es no estar en ninguna parte”.

Carr cuenta que “hoy Internet permite un acceso muy fácil a una cantidad de información sin precedentes en la historia. Pero un gran número de pruebas científicas demuestran que la Red, con sus constantes distracciones e interrupciones, nos está convirtiendo en pensadores
superficiales y dispersos”.

“Los estudios muestran que las personas que leen textos llenos de links retienen menos información que los que los leen en un texto lineal. Los que ven presentaciones multimedia
recuerdan menos que los que reciben la información de una forma más enfocada y relajada. Los que están continuamente atendiendo a su mail, alertas y otros mensajes comprenden
menos que los que se concentran en una actividad. Y los que hacen malabarismos
para hacer varias tareas a la vez son menos creativos y productivos que los que hacen una única cosa”.

Para el que fuera editor ejecutivo de Harvard Business Review, la concentración es la
clave de la actividad cerebral. “La riqueza de nuestros pensamientos, nuestros recuerdos
e incluso nuestra personalidad reside en nuestra habilidad de enfocar nuestra mente y mantener la concentración”, asegura. Sólo cuando prestamos una atención profunda a
una nueva información somos capaces de asociarla con conocimientos que ya teníamos
y esto es lo que posibilita construir pensamientos complejos.

Pero lo peor de todo es que ni siquiera los híper multitaskers son buenos en multitasking (realizar en forma simultánea varias tareas). Un estudio de la Universidad de Stanford reveló que los multitaskers se adaptan menos al cambio de tareas que quienes no lo son porque
todo les distrae, tienen menos control de su atención y les cuesta mucho más distinguir la información importante de lo trivial.

En definitiva, para Carr, Internet dispersa la atención y el libro la enfoca. La pantalla esparce la concentración y la página impresa fomenta la contemplación.

 Texto publicado en http://www.yorokobu.es y reproducido por la revista Movimiento Continuo (MC).

 Mar Abad es redactora jefe de la revista Yorokobu.