Hablar de FM Fribuay, recorrer su historia, repasar al camino transitado y pensar en el futuro entusiasma a Leandro Cravé, uno de los fundadores de la emisora y coordinador del colectivo de comunicación que la gestiona. Durante la entrevista se refiere a la estrecha relación de la emisora con las bandas locales de rock, explica como construyen los contenidos y de que manera se insertan en la comunidad.

Cravé recuerda la rápida movilización de los oyentes y la amplia solidaridad recibida cuando, en junio de 2008, le decomisaron los equipos con una orden judicial por una denuncia de radio Disney. “Fue una verdadera prueba de fuego, ya que a veces el trabajo cotidiano en este tipo de proyectos impide tener una visión de lo que se construye”, remarca.

El periodista analiza la importancia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que abre el ingreso de nuevas voces para ampliar la pluralidad. Además destaca que la distribución de la pauta publicitaria beneficia a los grupos concentrados y reclama que el Estado contribuya desde lo económico para solventar a los pequeños y medianos medios.

 ¿Cómo surge la radio?

 La radio la empezamos a construir en 1995 y nos llevó dos años ponerla al aire porque tuvimos que juntar la plata para comprar los equipos, la consola, el transmisor. Hasta que llegó aquel 6 de diciembre de 1997. En principio no teníamos muy claro que íbamos a hacer y cómo. Fue una experiencia y como tal tomó forma, identidad y características propias. La definición por el rock local, por la necesidad del barrio para difundir nuestra música, estuvo desde el principio. Es que había jóvenes con bandas independientes, bandas de garage, que tocaban en el Mocambo. Las que circulaban en ese espacio, como Árbol, La Zurda o Sueños Innatos, encontraron casi naturalmente la difusión en la radio. También sonaba el rock nacional como la Bersuit. Eran un tiempo de una gran presión social y esa música venía acompañada por un discurso fuerte. Empezaba un rock contestatario. Y nosotros, como jóvenes que en su mayoría éramos estudiantes de Comunicación Social en la UNLaM (Universidad Nacional de La Matanza), también teníamos mucho para decir sobre ese modelo social que nos excluía y dejaba sin trabajo a nuestras familias. Había una carga muy fuerte en lo musical y lo cultural de la zona. Era un momento interesante para abrir un micrófono y empezar a hacer programas de radio.

 ¿Cuándo toma el perfil comunitario?

 Muy rápido, porque esto tiene que ver con la gestión de la radio. Freeway, como se llamaba en ese momento, surgió como un proyecto familiar, pero enseguida se transformó por la participación e incorporación de muchos estudiantes de comunicación que empezaron a construirla y gestionarla. Entonces la conducción toma otra forma. En ese momento formamos un colectivo de comunicación. Toda una definición que hoy es bastante común escuchar, pero no en aquella época. Además, no sabíamos bien como iba a funcionar. Pero empezamos a tomar decisiones grupales sobre lo que teníamos que hacer y cómo. La participación local apareció junto con los problemas vecinales concretos. Acá nadie se sentó a decir lo que había que hacer. A planificar un tipo de radio y ponerla en marcha. El proyecto tomó características propias y se construyó con nuestra materia prima: un cóctel que conformaba estudiantes de comunicación social que se incorporaron a los medios locales, lo que les permitió profesionalizarse, empezar a escribir. Y de esa experiencia aportaron a la radio el vínculo con esos medios. Se dio un circuito que nadie lo había pensado. Pero se lo dejó fluir y se lo amoldó a nuestra idea de comunicación.

 ¿Quiénes escuchan la radio?

 Hay un sector de gente joven muy identificadas con todas estas nuevas bandas locales. Están interesados con la radio desde lo musical y desde lo discursivo. Otra parte de la audiencia es el de los vecinos vinculados a algún tipo de protesta o reivindicación. Ellos no solamente escuchan sino que también intervienen, se suman a algún programa, solicitan espacios propios para canalizar lo que le está pasando. Y por último, hay una franja de oyentes que no son tan participativos. Que nos escuchan con cierta curiosidad y atención porque rompimos algunos preconceptos. Esos por los cuales una radio local no es profesional, tiene contenidos improvisados o no sabe hacer periodismo. Hoy, quienes nos sintonizan se dan cuenta que acá hay gente que habla con claridad, que sabe lo que dice y conoce los temas con profundidad. Somos un grupo de 150 personas que producimos contenidos para una programación que tiene calidad y una estética.

 ¿La identificación con el rock los alejó de los vecinos de mayor edad?

 En parte puede ser, pero en realidad la franja del rock también se corrió. Mucho de quienes tienen 40 o 50 años vienen del rock y no lo ven como la música de los pibes. Incluso van a los recitales que convocamos en las plazas. Acompañan a sus hijos. Y hasta están a gusto conociendo nuevas bandas. El año pasado transmitimos en directo un recital de La Renga desde el estadio de La Plata y la pusimos en la red de las emisoras de AMARC (Asociación Mundial de Radios Comunitarias). Eso fue una experiencia espectacular. A las cerca de 60 mil personas que estaban en el estadio se les contaba que ese recital se transmitía en directo por las radios comunitarias. Algo similar pasó este año con Divididos. Y alguno puede decir que estas son bandas viejas. Pero los siguen miles de personas. Y en ese caso los hijos se sumaron a los padres. Quién pude decir dónde está el límite de edad.

 ¿La página web es un complemento de la radio?

 Nosotros tratamos que tanto lo periodístico como el resto de los contenidos de la radio no se pierdan después que salen al aire. Por eso tratamos que cada programa tenga su blog que está integrado a la web de la radio. Ahí aparecen los cortes de los distintos contenidos y es una forma de poder recuperarlos en cualquier momento. Hoy hay una mirada más amplia del oyente. Porque está el tradicional, que escucha una noticia o un grupo por la radio. Pero también el que está conectado, chateando, y que se suma a partir de la página de Internet. El soporte hasta frena el tiempo. Porque hay programas especializados, por ejemplo en determinado tipo de música, que dejan el contenido entero en su blog, y se puede escuchar en cualquier momento fuera del horario en vivo. Esto es imposible de medir. Nos damos cuenta que la cosa funciona cuando hacemos alguna actividad donde convocamos y recibimos una respuesta importante.

 Hay radios comerciales que también dan espacios de participación al oyente, hacen convocatorias y hasta transmiten recitales en vivo. Desde esa mirada, ¿en qué se diferencia una radio comunitaria?

 En principio, en la gestión. Nosotros somos una asociación civil sin fines de lucro. La radio es llevada por un grupo de personas organizadas con reglas a cumplir, y no por un dueño, sea individuo o grupo, que tiene como fin ganar plata. Uno de los objetivos de Fribuay no es lucro sino la difusión de la cultura de la zona oeste. Acá las cosas se discuten, las decisiones se sacan por consenso y no responde al capricho de uno o de otro. Todo es participativo. Es un modelo totalmente distinto al de la radio comercial, que puede llegar a tener una buena finalidad, pero no deja de responder a la lógica de lo lucrativo. Nuestra finalidad es que determinada forma de comunicación y de intervención social funcione más allá de si ganamos o perdemos. Si un mes no nos alcanza, tendremos que poner plata para que la radio siga funcionando. Si eso pasa en las comerciales, a los tres meses el dueño dice basta y la cierra. En cambio, para que se cierre Fribuay la participación de toda la gente que la conforma tiene que llegar a cero. Algo casi imposible. Porque se pueden caer tres, cuatro, cinco voluntades. Pero ahí nomás aparecen otras para seguir. Fribuay no se cerró ni cuando nos confiscaron los equipos.

 ¿Qué les dejó como experiencia esa pelea por recuperar los equipos y seguir en el aire, después que los confiscaron?

 Fue una verdadera prueba de fuego, ya que a veces el trabajo cotidiano en este tipo de proyectos impide tener una visión más amplia de lo que se construye. Aquél 23 de junio de 2008 es inolvidable para todos. Porque más allá del mal momento y de la pelea decidida que dimos, fue invalorable la inmediata solidaridad que recibimos de los oyentes y de los amigos. Fue impresionante la reacción. A partir de mensajes por los celulares que nos estaban decomisando, empezó a llegar gente. Al rato éramos más de cien personas y seguían llegando. Discutíamos a los que tenían la orden por la inconstitucionalidad de la medida. Pedíamos que venga el juez que la dio porque estaba violando el derecho humano a la comunicación. Desde el primer momento también recibimos desde la UTPBA (Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires) todo el apoyo institucional que fue muy importante. Los compañeros impusieron su presencia a los funcionarios que nos venían a confiscar. Y los días posteriores nos acompañaron a lo que era el COMFER (Comité Federal de Radiodifusión) a reclamar por nuestro derecho, a rechazar la denuncia de la radio de Disney por usar la frecuencia adyacente, que no la interfería. Ellos se arrogaban el derecho a sacarnos del dial. Lo concreto es que en menos de 20 días recuperamos los equipos. También hay que rescatar los llamados de los Concejos Deliberantes o de la Cámara de Diputados para expresarnos su apoyo. Y hasta de organizaciones internacionales como la FELAP (Federación Latinoamericana de Periodistas).

 Ya se imponía la necesidad de que finalmente se aprobara la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

 Sí, en el momento del decomiso veníamos trabajando mucho desde toda la programación de la radio para impulsar los 21 puntos de la Coalición por una Radiodifusión Democrática que fue la base de la Ley. Llegar a la Ley de Medios nos costó sangre, sudor y lágrimas. Incluso, como colectivo identificado con la problemática. Hoy el tema está lo suficientemente difundido y conocido por la mayoría de la población. Pero hubo un tiempo en que nosotros participábamos en forma permanente en charlas porque la tarea era que todos se enteraran de que se trataba. Y Fribuay era convocada, en muchos casos, porque era el ejemplo del que había padecido la ley de la dictadura con decomiso incluido. Era contar desde la práctica por qué la necesidad de una nueva ley que nos contemple a todos. Ahora sentimos que somos parte de un modelo a copiar, a seguir. Creo que la Argentina hizo un poco de escuela en todo esto.

 Fribuay también forma parte de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC).

 Después de nuestra situación con el decomiso nos dimos cuenta que ahí también había una necesidad de participación con grupos y colectivos que estaban integrándose en una organización relativamente nueva, ya que la construcción de AMARC Argentina es reciente. Nos sumamos a otros colectivos como FM La Tribu o FM En Tránsito. Hace muy poco se hizo el encuentro mundial de AMARC en la Argentina y la elección del país no fue casual. Hay un reconocimiento mundial por esta Ley. La califican de avanzada por la lucha contra los monopolios, por la apertura a distintos sectores, por la distribución de los medios, por la concepción de la comunicación, por la libertad de expresión. La observan como una legislación que está cerca de lo que debería ser el ideal en la materia. En América Latina se convirtió en un modelo a seguir. Aunque lo nuestro sea incipiente, ya que todavía hay muchos voces que todavía no aparecieron, pero creo que van a aparecer.

 ¿Cuáles son esas voces?

 Cuando nos encontramos con otros colectivos, por ejemplo de Venezuela, nos dicen que el caso de las radios comunitarias como la Fribuay es raro porque la acción social viene a partir del medio de comunicación. En cambio el proceso de ellos fue al revés ya que a partir de la acción social se generaron medios de comunicación. Y esto es lo que hay que consolidar, los espacios en la Argentina donde hay acción social y no tienen medio de comunicación. El modelo tiende a involucrar esas organizaciones como sindicatos, espacios de trabajadores, asociaciones vecinales, una variedad de sectores que no han visto la posibilidad, o no quisieron, tener un medio de comunicación. Ya que el concepto del modelo anterior, era que el medio de comunicación era sólo para lucrar.

 Una propuesta de construir comunicación propia.

 Exacto. Construcción de una comunicación que nosotros, que todos estos sectores sociales como grupos, pueden defender y que les permita expresarse. Desde estas iniciativas se pueden generar una gran variedad de contenidos. Creo que estamos frente a un embrión que está naciendo. La Ley de Medios abre muchas posibilidades y también algunos interrogantes, como por ejemplo, la financiación de estos proyectos.

 ¿Y cómo crees que se deben financiar?

 Debe existir la ayuda del Estado. Hay que replantear cómo se distribuye la pauta de publicidad oficial. No olvidemos que hasta ahora, los medios que pertenecen a los sectores concentrados de la economía fueron los principales beneficiarios. Se concentraron con aporte estatal. Hay mucha plata que se ha destinado a sostener a estos grupos. Ahora me parece necesario replantear cómo llega la pauta a todos los medios chicos y medianos, a las productoras. Y si no alcanza, habrá que dar la discusión de cómo se consiguen más fondos del presupuesto. Con esto no quiero decir que el Estado sea el único responsable de sostener estos medios. Los colectivos y las organizaciones también deben abordar con seriedad la cuestión para generar sus propios recursos. Esto es el trabajo que nos debemos dar. Hay que seguir insistiendo en el tema y no verlo como una utopía. Vamos hacia un modelo pluralista, de voces múltiples. Y donde el estado nacional, los provinciales y municipales debe hacer una contribución para sostenerlo.

 Fuente: www.neuronasatentas.blogspot.com.

 Héctor Corti es periodista. Ex editor de la Agencia Nacional de Comunicación (ANC).