Nixon (cualquier parecido con Calderón es total coincidencia, aunque históricamente desfasada… esos Nixon, pues, los del nixonicidio, para decirlo con Pablo Neruda en su poema aquél) en una ocasión fue obligado, ante las revelaciones de su interlocutor, a salir y caminar por los jardines de la Casa Blanca. El acompañante del entonces presidente estadunidense, cuyas perversidades políticas antidemocráticas lo hacían tambalearse en la cuerda floja del juicio político o la renuncia (el destino inmediato de Calderón si su militarismo no da antes el golpe de Estado), fue advertido de “amarrar a sus perros” que soltó contra las libertades de prensa y los periodistas que ejercían su trabajo como contrapoder. Durante el paseo, Nixon tragaba sapos a medida que escuchaba las perversidades nixonianas que estaban saliendo a la luz pública y, ante las cuales, Richard Malthus Nixon (como ahora Felipe de Jesús Calderón Hinojosa y Televisa han estado en la mira del periodismo como contrapoder) y sus testaferros enseñaban los dientes: ladrando con intenciones de morder.

Hoy, Calderón se asume como el Nixon mexicano, asido al clavo ardiente de Televisa, a la espera de su Watergate. En su complicidad, echan mano de amenazas a través de sus voceros. Una jauría del cártel privado al estilo propagandístico del nazismo (Goebbels y sus principios nazis, ensayo en Sociología de la comunicación), apoyada por los cancerberos calderonistas, desde el poder fáctico de uno y el poder ilegítimo del otro, con una ¡misión imposible!: la intentona fallida contra el semanario Proceso. En una telenovela con guión de Televisa (difundida en la columna En privado de Joaquín López Dóriga, en el diario Milenio, 3 de diciembre de 2010), protagonizada por el canal de las “estrellas” y los extras de Los Pinos, orquestaron la malograda embestida con “testigos protegidos”, quienes “confesaron” lo que pusieron en su boca Calderón y Televisa.

El triángulo del feroz ataque a Proceso por su información, análisis y periodismo crítico sustentados en el veraz desempeño de sus reporteros lo completa Alejandro Poiré, quien, con sus amazacotadas intimidaciones, usurpando las funciones del Ministerio Público, exigió (obviamente por órdenes presidenciales) que la Procuraduría General de la República investigue a Ricardo Ravelo, porque un delincuente al servicio del calderonismo y Televisa para complacerlos decidió implicarlo y supuestamente desacreditarlo. Calderón y Televisa, mutuamente obsequiosos, le tienen inquina a Proceso y a las publicaciones críticas que exhiben sus abusos.

Calderón insiste en que “voluntariamente” (cuando es una obligación constitucional) respeta las libertades de prensa. Televisa las ejerce únicamente para su conveniencia y en defensa de sus intereses, mientras azuza a sus cancerberos y aliados a atacar. Ambos, compañeros de viaje inquisitorial y de censura, tratan de amordazar a Proceso y sitiar su trabajo de informar hasta las últimas consecuencias políticas en el contexto legal y legítimo del estado de derecho, aún vigente, lo cual no lograrán. El calderonismo filtró las infames declaraciones del capo, con las que Televisa y Calderón quisieran impedir que los periodistas de Proceso continuaran mostrando la información a la opinión pública, “para criticar al poder cuando el poder se equivoca y para denunciar al poder cuando el poder abusa” (Luis María Anson, La prensa como contrapoder).

Televisa y Calderón han sellado una complicidad para atentar contra las libertades constitucionales de todos los mexicanos, en cuanto a derechos humanos individuales, para manifestar “el libre examen y discusión de las ideas”, demandar acceso a la información y escribir y publicar escritos sobre cualquier materia. Estos dos últimos años del calderonismo y la impunidad de Televisa vislumbran que esos principios fundamentales de la Constitución estarán más en la mira de esos dos poderes para minarlos. Pero la prensa, como contrapoder al fascismo, está preparada y blanden la divisa del “¡No pasarán!” y el grito a Televisa y Calderón “¡Amarren a sus perros!”.

Televisa y Calderón, abusando con toda impunidad de su poder económico y político, intentan cancelar a Proceso y al periodismo que, para enriquecer el republicanismo democrático en un sistema aún autoritario y con un cártel mediático golpista, han de ejercer las libertades constitucionales hasta las últimas consecuencias, como insistencia para apuntalar la sociedad abierta y la única manera, apoyados en Karl R Popper, de controlar a ese duopolio de poder, ya que esto “nos demuestra con toda claridad aquello que es más importante para apertura de la sociedad, a saber: la libertad de expresión y la existencia de una oposición influyente” (Karl R Popper, “Acerca de la razón y la sociedad abierta”, de su libro Después de la sociedad abierta).