Este amanecer no evoca, sin embargo, laúdes ni timbales de júbilo. No es la alegría de una mañana de sol. Hoy, un mes después de que comenzaran, al pie de las pirámides, aquellas gigantescas manifestaciones que dieron por tierra con Hosni Mubarak (pero no con el régimen político, que continúa intacto), la noche de la confusión va cediendo ante la luz de una razón analítica que se empeña en descifrar, una vez más, el sentido profundo de lo que acontece en el seno de una civilización percibida en Occidente bajo el estereotipo de la odalisca y la lujuria, del vicio y el atraso, del desierto y el petróleo, de las mezquitas y del Ramallah, del cuarto de luna que remata las cúpulas de las mezquitas -como entre nosotros la cruz preside las alturas de las catedrales-, de los sultanes, los jeques y los príncipes, de las monarquías familiares, de la errónea sinonimia entre el arabismo y el islam y, en fin, de aquel Abenjacán, el Bojarí, muerto en su laberinto, tal como nos lo contó un vate nacido a orillas de un río barroso y quieto.

En este sentido amanece. Amanece porque empieza a transparentarse la opacidad que ocultaba hechos, causas, consecuencias, intenciones, intereses y objetivos de los actores del drama.

El imperio capitalista yanqui es a los asuntos políticos mundiales como el sol a la naturaleza, y no por sus efectos benéficos, precisamente, sino porque así como el astro rey es la causa de las olas de frío y de calor que, alternativamente, entregan el verano y el invierno a la región austral y boreal del mundo que habitamos, así también aquel imperio se las arregla para producir las “olas” políticas que, según la salud del dólar lo requiera, han sacudido y sacuden todavía a continentes enteros.

Es imposible no rememorar la “ola” democratizadora que, en los ’70, se abatió sobre Latinoamérica, cuando las dictaduras genocidas que hasta ese momento habían custodiado los intereses geopolíticos de los EE.UU. en la región, dejaron de ser funcionales a ese objetivo. Perdido el apoyo yanqui, esas dictaduras fueron barridas por los vientos de la historia y reapareció… la democracia. Es que no se podía apoyar a Walesa en Polonia y la “democratización” en la URSS si, coetáneamente, se financiaba a Trujillo, Duvalier, Somoza, Stroessner o Videla.

Es imposible -decimos— no vislumbrar simetrías y arabescos semejantes en la actual situación que sacude a los países árabes, ciertamente disímiles entre sí, pero también con denominadores comunes que se revelan, especialmente, en sus sistemas institucionales: monarquías familiares, autoritarias, nepotistas, corruptas, socias de los EE.UU. en el negocio del petróleo y de las armas, con reducidos o nulos espacios para la disidencia y con altísimos porcentajes de la población excluidos de todo beneficio social y viviendo en el analfabetismo, el desempleo, la privación y la miseria.

Los árabes viven en veintidós países y, contra opiniones muy difundidas, no profesan todos el Islam (hay árabes que son cristianos) y no hablan todos el mismo idioma.
Estos países son los cuatro del Magreb (norte de África con excepción de Egipto), a saber: Argelia, Marruecos, Libia y Túnez; sigue la lista con Bahrein, Djibouti, Egipto, Irak, Kuwait, Jordania, Mauritania, Omán, Palestina, Líbano, Qatar, Siria, Somalia, Sudán, Unión de las Comonas, Yemen, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, este último el mayor productor del petróleo del mundo, conducido por el rey Fahd Al Saudí, familia socia de los Bush en el negocio del petróleo y en el tráfico de armas.

De ellos, son monarquías Bahrein, Arabia Saudita, Marruecos y Jordania; hay dos emiratos: Qatar y Emiratos Árabes Unidos; 14 repúblicas: Argelia, Unión de las Comonas, Djibouti, Palestina, Egipto, Irak, Libia, Líbano Mauritania, Siria, Somalia, Sudán, Túnez y Yemen y un sultanato: Omán.

En conjunto, estos países árabes, tienen casi todo el petróleo que queda en el mundo y, encima, fijan, vía OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), su precio. Inadmisible, inaudito y, sobre todo, insostenible a largo plazo para el imperio.

Irak no es ya la vía para lanzarse otra vez al latrocinio, es decir, al robo de los recursos ajenos. Muy cara, esa vía, en recursos económicos y humanos y en costo político. Entonces, si apelaron a Bin Laden para vencer a la URSS en Afganistán, ¿por qué no hacerlo hoy para echar a Kaddhafy y quedarse con los hidrocarburos del cuarto país productor de África luego de Nigeria, Argelia y Angola? Que la OTAN planea la invasión por cuenta de los EE.UU. para robarse el petróleo lo acaba de denunciar Fidel Castro. Que Bin Laden puede estar operando para desestabilizarlo es la denuncia del propio Kaddhafy. Son hipótesis de estadistas que algo saben del tema del que están hablando.

Por ahora, y según un cable proveniente de Washington consignado por Río Negro recientemente, la Casa Blanca está lista para cualquier shock petrolero derivado de las protestas en Libia y Cercano Oriente, aunque se resistió a la presión de algunos legisladores locales para abrir sus reservas de crudo.

El portavoz presidencial Jay Carney admitió que un aumento de los precios del petróleo puede afectar la recuperación del país y señaló que Estados Unidos está en contacto con los países productores de Cercano Oriente.

"Siempre que haya problemas en esta parte del mundo van a haber reacciones en el mercado del crudo", dijo Carney. "Tenemos la capacidad de actuar en caso de una gran interrupción del suministro", aseguró.

Este es el punto, como venimos diciendo: las reservas de crudo, su precio y quién lo fija.
Las declaraciones del portavoz estadounidense calmaron el mercado –consigna el cable que comentamos—, donde los precios de este jueves cayeron un 1,3 por ciento, a 97,28 dólares el barril en Nueva York.

Otro plan maestro a favor de la democracia

Samira Rajab, diputada de Barhein, entrevistada por la RIA Novosti, declaró el miércoles en Manama, capital de aquella base estadounidense que los medios insisten en llamar Barhein, que “las protestas en los países árabes, por las que ya cayeron los regímenes en Túnez y Egipto, son una etapa de realización del plan estratégico de EE.UU. conocido como Nuevo Oriente Próximo”. Agrega la legisladora que su primera fase fue Iraq y que luego siguió el Líbano. Desde 2011 comienza una nueva etapa, cuya realización llevará al menos un decenio”, —reafirmó Rajab—. En su opinión, EEUU pretende debilitar a los regímenes dictatoriales de la región e introducir grupos opositores en los Gobiernos. La inestabilidad política de la región es su negocio. El negocio del imperio. Es el pretexto para injerirse en los asuntos de esos países.

En Túnez, a mediados de diciembre pasado, comenzaron las protestas por cambios políticos y el 14 de enero el dictador Zine El Abidine (Ben Ali), de 74 años de edad y con 23 en el poder, huyó hacia la ciudad Saudita de Yade.

Luego le tocó a Egipto, donde un movimiento de similares características logró que Hosni Mubarak, de 82 años de edad y con 30 gobernando, renunciara al gobierno el 11 de febrero.
Ambos regímenes dictatoriales han sido aliados de los intereses de Estados Unidos, Israel y Europa en la región, y obedientes peones del Fondo Monetario Internacional.

Luce como muy probable que la inteligencia americana, inglesa e israelí –que laboran en conjunto en las cuestiones últimas, es decir, en las de valor geoestratégico- hayan detectado hace ya varios años un potencial insurreccional en algunos países árabes; que, asimismo, se dispusieran a planificar las formas de precipitar y “conducir” el desorden sobreviniente; para, por último, introducir en todo el conjunto de países (petroleros unos; enemigos de Israel casi todos) los grupos de tareas encargados de operar la desestabilización. Los años han venido pasando y los hechos se han venido precipitando, si no según el libreto preestablecido, sí, por cierto, en forma análoga.

Irán sigue estando centralmente en la mira estadounidense. Es el cuarto productor mundial de crudo y el segundo de la OPEP detrás de Arabia Saudita. Sigue siendo acusado de lo que no pueden probar: que se prepara para fabricar la bomba atómica. Brasil y Turquía le creen a Irán, pero a EE.UU. no le resulta para nada conveniente que Irán se proponga fines pacíficos con su energía nuclear. Lo que sí le conviene es que el mundo perciba a ese país como una amenaza. La dictadura mediática trabaja para eso.

Se levantan solitarias las voces de Cuba, Venezuela y Nicaragua en el caso de Libia. Es llamativo el silencio de Brasil. No sorprende que Argentina se haya pronunciado por el “respeto al principio de no intervención”, algo así como un saludo a la bandera. Pero no se puede pedir más. Si gobernara Macri ya nos habría puesto como furgón de cola de los más aborrecibles crímenes de los EE.UU.

El temor de la realeza saudita es tal que tuvo que anunciar un paquete de medidas como aumento de salarios en el sector público, becas académicas y mejoras en varios servicios por 36.000 millones de dólares. Apagar el incendio.

Tal vez allí se apague. La familia Saudi es un timón seguro para gobernar el barco que navega sobre un océano de combustible. Por ahora, lo es.
Aún así, "la familia real difícilmente podrá seguir negando voz política a los ciudadanos indefinidamente", dice un informe de la Economist Intelligence Unit.
Un rediseño político que incluya “división de poderes” en el mundo árabe está en línea con lo que los hacedores de estrategia del Pentágono vienen proponiendo desde hace un cuarto de siglo: dominar Europa y Asia. Dominar el mundo. Asistimos al primer acto del segundo capítulo de la tragedia. Este primer acto se está desplegando en el mundo islámico.

Vendrán por Venezuela y por Cuba, claro. La dictadura mediática incorpora al cuadro un segundo elemento, de carácter netamente político: las masas democráticas del mundo ya no quieren dictadores, pregonan, a una, la CNN y el Grupo Prisa.; e intentan consolidar la analogía con las revoluciones bolivariana, boliviana, ecuatoriana y… con Cuba.

El título de un libro que denuncia las torturas sufridas por los cinco cubanos antiterroristas presos en EE.UU. es “La Tormenta Perfecta”. Comentando los hechos de Egipto, Hillary Clinton, ministra de Relaciones Exteriores del imperio, manifestó: “se trata de una tormenta perfecta”. La ironía, con destino evidente, nos ahorra todo esfuerzo en busca de pruebas acerca de que los EE.UU. siguen teniendo en su agenda de prioridades el derrocamiento violento de aquellos países que hacen de su dignidad y de su soberanía una cuestión de principios.

Sólo cabe decirle a la Clinton: ¡Ojo con la incontinencia bucal…!

 Fuente: www.nos-comunicamos.com.ar