Algunos estamos empeñados en esta revisión, ardua por cierto, sólo llevados por el amor a Buenos Aires y por ser porteños sin claudicación: pretendemos un nomenclador urbano que nos haga sentir orgullosos y no tener que andar explicándole al visitante (que a veces sabe más del asunto que muchos habitantes de esta ciudad) lo que no tiene explicación posible si de ética hablamos, como cierta vez, hace años ya, no supe qué decir y menos justificar que tuviéramos una calle Ponsonby -el siniestro lord- en el barrio de Pompeya; felizmente, tiempo después le cambiaron el nombre por Moisés Lebensohn.

Días pasados me encuentro con que el diputado por la ciudad Daniel Amoroso se ufana en presentar una propuesta que, si no fuera cierta, podría tomarse como una fina humorada, un chiste de mesa de café, o porteña joda: cambiarle el nombre a la avenida Santa Fe por el de Juan Pablo II. Alega para ello que cuando visitó Buenos Aires, en 1987, el mandamás vaticano ofició misa el 12 de abril de ese año, que fue domingo de Ramos, en esta avenida. Flaca razón para tamaño pedido.

Llevado de este ejemplo, si tal propuesta elevada ante la Comisión de Cultura de la Legislatura porteña por el munícipe tuviera (in)feliz acogida, se me ocurre -por qué no- que se podría obrar retrospectivamente, y cambiarle el nombre a la avenida Del Libertador, ya que en la década del 30, cuando se llamaba avenida Alvear, en su intersección con la avenida Sarmiento, exactamente en el llamado Monumento de los Españoles, celebró misa con motivo del Congreso Eucarístico, el Papa Pío XII cuando era monseñor Eugenio Pacelli. El mismo que bendijo las armas fascistas del generalísimo asesino Francisco Franco y supo entenderse a las mil maravillas con Adolfo Hitler. Ese cuyo perfil siempre me recordó los versos hernandianos del Martín Fierro: "Ave de pico encorvao/le tiene al robo afición"".

Y el papa al que este edil pretende que se lo recuerde quitándole el nombre a una arteria porteña, avenida además, no le va en zaga a su no tan lejano antecesor, pues junto a un gremialista magyar, católico y además ahíto de poder, Lech Walesa, fue uno de los principales desestabilizadores del gobierno que regía su país. ¿Qué ese gobierno era comunista? Chocolate por la noticia. Esto no hace la diferencia; es razón suficiente para decir que fue un papa golpista, pues estaba conspirando contra un gobierno popular. Recordemos que también había un régimen socialista en Chile cuando Pinochet llevó adelante su golpe contra Salvador Allende. ¿Dónde está la diferencia? Además fue el factótum de variadas trapisondas a las que el Vaticano acostumbró al mundo occidental y cristiano desde su lugar de poder.

Es posible que por lo que acabo de escribir se me señale como ateo y anticlerical. Y estará en lo cierto quien esto piense; y además "zurdo", si faltara agregar algo, y para hacérsela más fácil. Lo que no podrá decir es que no sé diferenciar entre curas y curas si de homenajear sotanas se trata. Este munícipe, que parece estar imbuido de una profunda e insobornable fe católica, debería razonar con profundidad y pensar argentinamente y no tan "ecuménicamente" vaya uno a saber con qué propósito.

En vez de pretender una de las avenidas más antiguas y tradicionales de Buenos Aires para ese más que dudoso homenaje al polaco Karol Wojtyla porque allí celebró misa, habría sido proponer el cambio de nombre a una simple calle (Cochrane, Rauch, Ramón Falcón, o cualquier otra de las muchas que no nos enorgullecen) y renombrarla como Monseñor Angelelli o Padre Mugica; la elección del religioso habría corrido por su cuenta. Creo que no caben dudas de que a ambos le sobraban méritos como para ser recordados en una chapa azul: nunca se arrodillaron ante el poder, no abandonaron a los suyos -es decir, su pueblo-, y jamás viajaron en papamóvil. Y tenga por seguro el señor diputado que éste habría sido un homenaje verdaderamente cristiano.

 Fuente: www.buenosairessos.com.ar