Autor: Jorge Melendez Preciado
Sección: Opinión

6 MARZO 2011

Hace tiempo que la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, que encabeza nuestra paisana Alicia Bárcena, ha señalado que México es de los países que menos crece en esta región, donde aumentó el número de pobres y en el cual hay una enorme desigualdad entre los diversos sectores sociales. Tres componentes realmente explosivos.

Hay una buena cantidad de datos al respecto, pero Carlos Fernández Vega, en su columna México, SA (La Jornada, 22 de febrero de 2011), aportaba algunas viñetas: el 65 por ciento de los trabajadores obtiene menos de 6 mil pesos al mes, millones perciben 20 pesos diarios y Carlos Slim solito es dueño del 5 por ciento del producto interno bruto (PIB).

Es cierto. El año pasado crecimos extraordinariamente, como nunca en 10 años, 5.5 por ciento. Ello, sin embargo, no es producto de un esfuerzo grandioso de la actual administración, sino de un rebote económico, ya que en la crisis de 2009 caímos 6.5 por ciento. Así pues, no hay una situación como para echar las campanas al vuelo. Más bien debería existir preocupación, ya que la realidad muestra que nos estancamos mientras otras naciones van hacia adelante.

Respecto de este muy citado aumento de 5.5 por ciento, Felipe Calderón usó Twitter para congratularse. Es decir, apoyó popularmente a su secretario de Hacienda, el cual ya no encontraba cómo salir horas después del embrollo. Lo que muestra, otra vez, que la comunicación oficial está por los suelos, ya que parece el juego de Juan Pirulero, cada uno atiende sus tareas sin coordinarse con el otro y no hay capitanía en el puerto.

Una serie de instituciones de enseñanza señalaron correctamente que seguíamos en la misma dinámica de hace años: freno, aceleración, freno. Es decir, no hay una política seria, congruente, eficaz para el desarrollo mexicano. Ello porque si bien nos va en este sexenio, habremos crecido 1.5 por ciento, algo irrisorio si vemos que China aumenta al 10 por ciento, India, al 8 por ciento, y Brasil, en una cifra parecida. De lo que se trata, señalan los investigadores, es elevar al 7 por ciento el PIB durante varios decenios y no uno sola vez.

Hace poco, Wikileaks dijo que los políticos mexicanos, todos, habían escondido cifras de pobreza para no espantar a los electores. Puede ser. No obstante, en 2009 aumentaron 6 millones los miserables, un total de 44 millones de compatriotas. Además, se perdieron más de 1 millón de empleos, y si bien los datos oficiales dicen que en 2010 se crearon cerca de esa cantidad, estamos en deuda con muchos y no se pudo dar chamba a los jóvenes que se incorporan por cientos de miles con el fin de laborar. Incluso, 30 por ciento de los profesionistas no tiene ocupación en lo que estudiaron, algo realmente dramático.

El panorama económico que vivimos, como se notará, es deprimente. Se necesita, sin duda, un acuerdo múltiple para reconstruir un tejido social que se rompió desde la época de Miguel de la Madrid, cuando se iniciaron las crisis que padecemos. Luego Carlos Salinas profundizó el modelo que actualmente nos tiene en la lona, aunque unos pocos sectores –el de automóviles, por ejemplo– tengan auge.

Y aquí está otro problema que ni siquiera tocó el señor Cordero –hoy, atacado por sus compañeros panistas que ya lo vetaron para aspirar a la sucesión, pues sus caballos negros son Josefina Vázquez, Alonso Lujambio y Heriberto Félix–: hay una crisis alimentaria como nunca por la falta de estímulos al campo. Más ahora con las sequías (¿cambio climático?) en Sinaloa.

Los precios de la tortilla, por ejemplo, en unos cuantos días subieron hasta 10 y luego a 12 pesos. Como era lógico, el que se supone es secretario de Economía, Bruno Ferrari, dijo que era una medida para encarecer el producto y aseguró que había abasto de granos. Pero ni la Procuraduría Federal del Consumidor ni dios padre han parado el alza del esencial alimento. Más bien, hay un grito en el ambiente: ¡sálvese quien pueda!

Igual elevación ocurre con granos y cereales, limón, frijol, chile, cebolla, y no se diga carnes y pescados. La situación es cada vez más desesperante para la mayoría de la población, incluidas las clases medias, que ven cómo el gas, la luz y la gasolina van rumbo a las nubes.

Frente a este panorama, sólo los ministros de la Suprema Corte, los miembros del Instituto Federal Electoral y el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos, los legisladores, los funcionarios medios y altos del equipo gubernamental y los ricotes y ricachones pueden darse los lujos que señaló Ernesto Cordero: pagar su departamento estilo César Nava, adquirir su Ferrari y mandar a sus hijos a escuelas privadas donde las colegiaturas en primaria son de, cuando menos, 3 mil pesos (las patito). Claro, los de 6 mil no podrán enviar a sus vástagos a las universidades, pues la más barata está por 10 mil pesos cada 30 días.

La burla frecuente a Cordero es cantarle “La bartola” de Chava Flores. Ella con dos pesos pagaba la renta, el teléfono y la luz, y le sobraba pal gasto. Aunque eran otros tiempos, decía mi abuela, cuando a los perros los amarraban con chorizo. Pero en la era de la especulación, el individualismo y la falta de prestaciones sociales para los trabajadores, el enviar esos mensajes únicamente muestra algo: lo lejos que están funcionarios y políticos de las angustias populares o, peor, que creen realmente en un camino no sólo equivocado, sino francamente explosivo.

Por cierto, en algunos medios oficiales se escondieron las declaraciones de Ernesto Cordero. Pésima medida que les costará audiencia.

*Periodista

Fuente: Contralínea 223 / 06 de marzo de 2011