Ha enunciado la palabra perdón la señora Keiko Fujimori aludiendo a las trapacerías delincuenciales cometidas durante el régimen de su padre Kenya Fujimori. Y también ha dicho que ella no es su progenitor. Hay muchas preguntas que debieran hacerse hoy y más adelante sean cuales fueren los resultados del 5 de junio.

¿No sabía la señora, entonces señorita, Keiko Fujimori que el dinero con que se sufragaban sus estudios y los de sus otros tres hermanos en Estados Unidos rebasaba en grado sumo los magros ingresos del inquilino decenal de Palacio? Los cálculos más modestos e integrales señalan una cifra no menos al US$ 1’200,000 gastados para ese propósito educativo. Es evidente que el origen de tan magna suma reconocía, por lo menos, un origen oculto. Entonces, ¿Keiko y sus otros tres hermanitos no son cómplices del uso de dinero de los peruanos?

La proclama de “perdón” no basta, es insuficiente, miope, hasta hipócrita. ¿No sería mejor ofrecer, con garantías de todo tipo, la devolución del dinero exaccionado con mañas y maniobras de múltiple calibre al pueblo peruano? Quien compra diplomas o hace usufructo de dinero ilegal, robado o de origen desconocido, a sabiendas del escabroso asunto, torna en cómplice y reducidor, para usar la terminología policial. ¿Qué otra cosa son Keiko y sus otros tres hermanos?

Si este país ha visto llegada la hora de conocer a nuevos parlamentarios integérrimos y enérgicos en la construcción de un Perú justo, culto y libre, debiera escuchar ¡en su primera sesión regular, la denuncia del robo a que han sometido al Perú los cuatro hermanos Fujimori quienes estudiaron con el dinero del pueblo! Y una Comisión Investigadora necesitaría no mucho tiempo para poner a disposición del Poder Judicial a los implicados en la estafa al Perú y sujetos a las penas que prevé el Código Penal para los que acompañan asaltos de esta perversa naturaleza!

Dice Keiko que ella no es su padre. No hay duda, es más joven y está rodeada de conmilitones a quienes producía placer robar al Perú vía ministerios, negociados, contratos con nombre propio, aplastamientos del periodismo, violación de derechos humanos, enajenación del sentimiento patrio y prevalencia abusiva del pragmatismo del que hasta Maquiavelo sentiría vergüenza ajena con tanto disparate en nombre de la modernidad. Los fujimoristas gozaban produciendo raptos contra cualquier clase de ética o moral en la cosa pública y pudrieron la política para convertirla en vil negociado culpable. Fueron los grandes descarados que transformaron la imbecilidad en una forma cotidiana de expedirse con palurdo orgullo. ¿Puede negar su parentesco Keiko con cualquiera de estas oprobiosas facetas? Si quienes fueron hoy siguen siendo, alabarderos y portaestandartes de esta larga cadena de crímenes.

El 2006 cuando su campaña para legisladora la señora Keiko Fujimori admitió públicamente haber recibido donativos por el orden de US$ 10 mil dólares de las hijas de alguien motejado “Olluquito” de apellido Martínez, Ana Isabel y Mariana Jackeline, las que obtuvieron el derecho de gracia y libertad, por su participación el año 2000, en gestión directa ante su padre Alberto Kenya Fujimori ¡y era un tema de narcotráfico! ¿No es un caso gravísimo del que tiene que dar cuenta en forma pública y como cualquier ciudadano Keiko? (Ver: Corrupción de Keiko doblega a Echaíz por Guillermo Olivera Díaz;
http://www.voltairenet.org/article169395.html).

¿Perdón? ¡Que devuelvan lo robado! Y agregaría: ¡que rinda cuentas ante la Justicia la señora Keiko Fujimori y acuda cuando la citen!

Por sus obras les conocereis.

¡Atentos a la historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Rompamos el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

¡Sólo el talento salvará al Perú!

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