Sra. Amos (habla en inglés): Sr. Presidente: Le agradezco esta oportunidad para proporcionar al Consejo de Seguridad un análisis general de la situación humanitaria en Libia.
El conflicto, el desmoronamiento de la infraestructura del Estado y la escasez de dinero y combustible están causando graves problemas a la población de Libia. Más de 746.000 personas, la mayoría de ellas ciudadanos de terceros países, han abandonado el país. Alrededor de 5.000 personas siguen abandonadas a su suerte en lugares fronterizos con Egipto, Túnez y el Níger. Cerca de 58.000 desplazados internos viven en asentamientos creados espontáneamente en las zonas orientales de Libia. La escasez muy extendida paraliza al país de maneras que en los próximos meses tendrán graves repercusiones en la población general, especialmente los más pobres y los más vulnerables. Aún no tenemos una cifra exacta del número total de muertes desde el inicio de la crisis.
Mientras más se prolongue la situación actual, más grave será la situación humanitaria. Teniendo esto presente, las Naciones Unidas han establecido una presencia humanitaria tanto en Benghazi como en Trípoli. El acuerdo logrado el 17 de abril con las autoridades libias de Trípoli incluía un compromiso de que el establecimiento de una presencia humanitaria de las Naciones Unidas recibiría un respaldo pleno. El acuerdo incluía la prestación de servicios de seguridad y otros arreglos necesarios para que los organismos humanitarios prestaran su ayuda a las zonas afectadas por el conflicto en el oeste de Libia y realizaran su evaluación sobre ellas.
El Gobierno ha tratado de facilitar nuestra labor en relación con ese acuerdo, y es lamentable que nuestro equipo haya tenido que salir temporalmente de Trípoli por motivos de seguridad, a raíz del saqueo de las oficinas de las Naciones Unidas ocurrido allí el 1 de mayo. El Gobierno de Libia ha presentado sus excusas por el incidente y ha ofrecido una indemnización completa por los daños causados. El Coordinador para la Asistencia Humanitaria para Libia ha escrito al Ministro de Relaciones Exteriores de Libia, pidiéndole reiterara su compromiso de proteger al personal y los bienes de las Naciones Unidas, y ha recibido una respuesta positiva. Tenemos la intención de regresar cuanto antes a Trípoli y permitir el acceso por tierra a Misrata, a las Montañas Occidentales y a otras zonas afectadas.
En estos momentos en Libia los organismos de asistencia humanitaria están más preocupados por las personas que viven en las zonas de combate. En Misrata, que es una de nuestras principales preocupaciones, los bombardeos y los combates han continuado en algunas partes de la ciudad durante más de dos meses. Los suministros están disponibles, pero algunas personas comienzan a carecer de comida, agua y otros productos básicos. Los centros de salud necesitan suministros médicos y más personal capacitado.
La asistencia humanitaria llega a Misrata para ir resolviendo los problemas en la medida en que van surgiendo, y las organizaciones humanitarias no gubernamentales, sobre todos las organizaciones médicas, están presentes en el terreno. En Misrata se han entregado más de 5.000 toneladas métricas de asistencia humanitaria, sobre todo de asistencia alimentaria, suministros médicos y agua, así como materiales de saneamiento. La gran mayoría de la asistencia ha entrado por el puerto. Más de 13.000 personas, principalmente ciudadanos de terceros países, han sido evacuados de la ciudad por barco.
Estas operaciones se han llevado a cabo con éxito sobre la base de la notificación transparente de los movimientos humanitarios a todas las partes en el conflicto. La comunicación constante con todas las partes es esencial para mantener, e incluso ampliar, la amplitud y el alcance de las operaciones humanitarias. Aun es necesario evacuar a entre 150 y 300 ciudadanos de terceros países. Hay un número desconocido de personas gravemente enfermas y heridas que también necesitan asistencia para ser evacuadas.
La situación en la región de las Montañas Occidentales, donde se estima que viven unas 750.000 personas, ha recibido menos atención, lo que también es muy preocupante. Los combates han reducido el acceso a los alimentos y los suministros médicos. Unas 50.000 personas han huido a Túnez. La mayoría de ellas actualmente residen con familias tunecinas de acogida, que generosamente las han recibido. El Programa Mundial de Alimentos ha enviado alguna asistencia, y las organizaciones no gubernamentales han corrido grandes riesgos para llegar a las importantes ciudades de Nalut y Zintan con asistencia médica. Alrededor de 2.200 personas se encuentran en campamentos de refugiados en el sur de Túnez. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y sus asociados están proporcionando alimentos y artículos no alimentarios a los refugiados, así como a las familias de acogida. El Ministerio libio de Bienestar Social nos ha informado que está prestando asistencia a aproximadamente 5.000 familias de Misrata, en la región de las Montañas Occidentales y en las zonas meridionales, y que son alrededor de 33.000 personas.
A pesar de las reiteradas solicitudes del Secretario General y de la comunidad internacional en su conjunto, los civiles siguen siendo objeto de ataques en estas zonas de conflicto. Esto tiene que terminar. El Consejo de Seguridad debe seguir insistiendo en que todas las partes deben respetar el derecho internacional humanitario y garantizar que los civiles estén a salvo. La presunta utilización de bombas en racimo y de minas marítimas y terrestres, así como las muertes y heridas causadas por los bombardeos aéreos, demuestran una total indiferencia por el bienestar físico y psicológico de los civiles. Hay informes sobre violencia sexual, incluidos casos de violación. También nos preocupa que los niños puedan ser reclutados como combatientes. Se informa de desapariciones y secuestros. El bombardeo del puerto en Misrata ha impedido que los buques humanitarios accedan al puerto.
Todas las partes deben acordar una pausa temporal en la lucha en Misrata y otras zonas. Ello daría a la población civil un alivio temporal respecto de la violencia y permitiría que aquellos que desean marcharse lo puedan hacer. Sería posible hacer una evaluación independiente de la situación humanitaria. Asimismo, una pausa permitiría la entrega de suministros médicos y de otros bienes de socorro esenciales, así como la evacuación de los ciudadanos de terceros países, de los heridos y de otras personas que requieren asistencia médica de emergencia. Mis colegas y yo continuaremos presionando en ese sentido.
En Bengasi y en otras zonas no hay necesidades acuciantes e inmediatas. Sin embargo, la llegada de aproximadamente 58.000 personas desplazadas ha dado lugar a algunas necesidades humanitarias. También hay problemas de protección y amplias preocupaciones en materia de derechos humanos.
En toda Libia las comunidades han abierto sus casas a las familias que han sido desplazadas. Si bien esto es una prueba de la generosidad del pueblo libio, también significa que las familias de acogida se ven doblemente afectadas por la crisis. Cuanto más tiempo se prolongue esta situación, mayor será la probabilidad de que las familias necesiten un apoyo significativo.
La forma en que se están aplicando y supervisando las sanciones provoca graves retrasos en la llegada de los bienes comerciales. Además, el conflicto ha causado graves interrupciones de las líneas de suministro del país, interrupciones que ya han provocado la escasez de combustible y que dificultan la obtención de bienes de consumo, incluidos alimentos, medicinas y otros productos esenciales. También ha habido una aguda escasez de efectivo en todo el país.
El efecto de estos problemas se está haciendo sentir en todo el país y todos los sectores. Me preocupa particularmente la repercusión en el sector de la salud. En Trípoli, el Ministerio de la Salud de Libia ha informado de que solo el 45% de personal médico está trabajando. Miles de enfermeras y médicos extranjeros abandonaron el país al inicio de la crisis. Cuando se agoten los medicamentos, los suministros y las vacunas esenciales no será posible reponerlos. Aunque los medicamentos importados consiguieran ingresar al país, no es posible distribuirlos a los centros de salud debido a la escasez de combustible y a la interrupción de las líneas de suministro.
Las escuelas están cerradas. Los edificios escolares han sido dañados o sirven de refugio a personas desplazadas. Los niños en edad escolar están traumatizados. Los maestros y los estudiantes, sobre todo en Trípoli, son incapaces de llegar a la escuela debido a la escasez de combustible. Los exámenes anuales han sido aplazados. No existe ninguna planificación para el próximo año académico. Los materiales educativos son cada vez más escasos pues también hay que importarlos.
Las reservas de alimentos se están agotando. Libia es un país con déficit de alimentos que depende fundamentalmente de las importaciones. Entre el 75% y el 90% de todos los cereales que se consumen son importados. El país necesita entre 110.000 y 150.000 toneladas métricas de alimentos mensuales para alimentar a su población de más de 6,5 millones de habitantes. Una reciente misión interinstitucional comprobó que en la región oriental del país solo existen reservas de alimentos para dos meses y que en la región occidental las reservas cubren tres meses. Otros motivos de preocupación para la seguridad alimentaria del país a largo plazo son la interrupción del sistema público de distribución de alimentos, la salida de ciudadanos de terceros países que son trabajadores agrícolas y la falta de disponibilidad de combustible para la transportación de los productos agrícolas que afecta a todo el país. La escasez de dinero en efectivo sumada al aumento de los precios de los alimentos hace cada vez más difícil para las personas vulnerables conseguir lo que necesitan.
La falta de combustible también está incidiendo en el funcionamiento de las plantas de desalinización y de otros mecanismos de purificación del agua. Los suministros para el proceso de desalinización se están agotando. La situación actual contribuirá a que en los próximos meses sea necesario mantener la asistencia humanitaria a Libia.
Es preciso abordar esas vulnerabilidades estructurales para asegurar que los efectos adversos sobre la población civil se reduzcan al mínimo.
La prestación de asistencia humanitaria en Libia debe seguir diferenciándose de las actividades militares de todas las partes en el conflicto. Se están haciendo todos los esfuerzos posibles para asistir y evacuar a los ciudadanos de terceros países y a los heridos, utilizando únicamente recursos civiles. La asistencia militar, que tan generosamente han ofrecido algunos Estados Miembros, solo debe movilizarse como un último recurso. Todavía no hemos llegado a ese punto.
En este entorno complejo y tenso, una pérdida de confianza por cualquiera de las partes que participan en las hostilidades en curso, respecto del carácter estrictamente neutral, imparcial e independiente de la acción humanitaria, pondría en peligro nuestra capacidad para llegar a las personas que necesitan ayuda. Los organismos de asistencia humanitaria deben tener acceso a todas las personas, independientemente de dónde se encuentran y de quién tenga el control allí dónde se encuentren esas personas. No se debe perjudicar la labor de los organismos de asistencia humanitaria. Los trabajadores humanitarios no deben ser objeto de ataques debido a la percepción de que han comprometido su neutralidad, imparcialidad e independencia.
Los próximos dos o tres meses serán un período crítico para Libia. Hasta ahora, hemos recibido 144 millones de dólares para la labor humanitaria. Ello constituye el 46% de lo que se necesita. Me gustaría dar las gracias a los Estados Miembros por su apoyo. Ahora estamos reevaluando nuestro llamamiento. Vamos a necesitar recursos adicionales para apoyar un creciente número de actividades humanitarias en Libia. Cuento con el firme apoyo de los miembros a los esfuerzos humanitarios en Libia, así como a los esfuerzos para lograr la pausa humanitaria temporal que desesperadamente se necesita.
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