Es muy claro que de su propaganda acerca de las viviendas que otorgó, las carreteras que dice llevó a cabo, el famoso Seguro Popular y otras acciones, parecieran realizaciones de una administración milagrosa, ya que estuvo larvada por una crisis que Agustín Carstens, el derrotado en el Fondo Monetario Internacional, caracterizó mal: simplemente un catarrito. Era difícil, por lo tanto, que se efectuaran grandes proyectos. Así fue. Las viviendas exhibidas estaban mal hechas y cuarteadas; los caminos viales fueron pocos y caros; la cobertura de salud tiene graves problemas en todo, desde el personal médico hasta los hospitales, pasando por las medicinas y el empleo. No importa, habría que hacer apología de algo, aunque la exageración trajera la desdicha.

En su alocución el 1 de septiembre, Felipe Calderón utilizó el 40 por ciento de casi hora y media para hablar de la (in)seguridad nacional. Claro, hubo algo unánime, cuando pidió un minuto de silencio por los asesinados en Monterrey. Pero pocos comparten su idea que vamos por el camino adecuado para vencer a la delincuencia. En este asunto discrepan hasta quienes lo apoyaron incondicionalmente cuando lanzó su guerra. Además, las cifras revelan que todos los delitos crecieron en los últimos cuatro años, según México Evalúa, dirigida por Edna Jaime. Hay más encarcelados y, paradójicamente, mayor número de cárteles y delincuentes. El tráfico de drogas aumentó y tenemos más adictos.

De 2006 a 2010 sólo hubo 53 sentencias por lavado de dinero, punto crucial en el combate a los narcotraficantes.

Todavía es hora que no se detienen a los que balacearon en Torreón, Coahuila, y cerca del mismo lugar ya hubo seis muertos recientes. En el asunto del Casino Royale no tenemos la certeza de quiénes son los propietarios ni si hubo blanqueo de lana.

En recientes sondeos únicamente el 50 por ciento de los mexicanos apoya a Calderón, la cifra más baja que se haya dado en la historia moderna. Y únicamente el 16 por ciento dice estar más seguro, en tanto que el 56 por ciento señala temor constante. Mientras que el 23 por ciento dice que la estrategia es correcta, el 51 por ciento afirma que debe modificarse.

Por lo tanto, es razonable lo que planteó Narro: en un mes tomemos nuevas acciones. La respuesta del Ejecutivo es formar otra comisión para analizar y resolver los problemas. Ya sabemos, para que nada cambie lo mejor es “inventar nueva comisión”.

Lo novedoso no fue el informe ni el encuentro con los universitarios, sino que en la red enviaron 14 mil 296 preguntas, las cuales se resumieron en las más importantes. Y en el caso de la justicia, Calderón reiteró que hay jueces corruptos y que no hacen bien su trabajo. “No es que yo la traiga contra los jueces; al contrario, los aprecio y todo, pero ya también empieza uno a cansarse, mano. Uno los agarra (a los malosos) y los agarra y los agarra y los sacan, los sacan y los sacan”.

Juan Carlos Cruz Razo, a nombre del Consejo de la Judicatura, señaló: “Cuestionar el trabajo de los jueces, sin fundamento, por consigna, y más aún, sin pruebas, atenta contra la estabilidad nacional”. No obstante la rebuscada sintaxis, hay una respuesta nítida y firme a Calderón, quien, en efecto, nunca aportó la mínima prueba contra los que dicen ofrecer justicia, aunque éstos no son blancas palomas.

Lo más terrible es que la procuradora, Marisela Morales –quien estuvo antes en el desafuero de López Obrador y después encargada de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada–, no ha dado pie con bola, no obstante los cambios realizados por todos lados. Ni en el caso Jorge Hank Rhon, ni en el de Greg Sánchez, ni, menos aún, en el llamado michoacanazo (en éste los 12 presidentes municipales resultaron absueltos). Y en el asunto de Néstor Moreno, denunciado hace más de un año por el diario estadunidense Houston Chronicle, todo es fallido.

Es decir, si en casa no se hacen bien los procedimientos, no se espere que en el domicilio de enfrente exista pulcritud.

Así pues, cientos de millones de pesos, misivas a ciudadanos por montones –a este tecleador le llegaron dos, una del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, y otra como pequeño empresario, aunque soy profesionista libre– y los aparentes diálogos con muchas fuerzas no levantaron los bonos de un régimen que va de salida y debería ser más cuidadoso en sus objetivos y metas.

Pero no se crea que únicamente en los terrenos que hemos señalado la cosa sea negativa para el tiempo atrás llamado hijo desobediente. En su partido tampoco marchan bien sus políticas. Diego Fernández de Cevallos se placeó muy orondo en el último acto importante de Enrique Peña Nieto, al hacer declaraciones absurdas acerca del secuestro. Vicente Fox, por otro lado, está desatado en su polémica contra su compañero de partido. Incluso, quien decía que Octavio Paz escribía novelas y Carlos Fuentes era Premio Nóbel, ahora cita en un artículo de El Universal (5 de septiembre), tres veces a Albert Einstein (el burro hablando de ciencia).

Los que mejor dieron a conocer el pantano en que se encuentra esta administración fueron los caricaturistas Helguera y Magú en La Jornada (2 de septiembre de 2011). El primero dibujó un crespón en la boca de Calderón con los nombres de Marcela Yarce (Contralínea) y Rocío González, a quienes asesinaron hace poco. Y el segundo hizo una calaca que dice algo así como: “El actual número de muertos no ha sido nada, espérense para el 2012”, algo real si continúa la estrategia fallida.