Leon Panetta y Ehud Barak, ministros de la guerra de Estados Unidos e Israel.

En el Pentágono lo llaman «repositioning», reposicionamiento de fuerzas militares. Es el gran Tour de la guerra, cuyas principales etapas se encuentran en Asia y en África. En la línea de salida de Irak, se encuentran las tropas de Estados Unidos. Emmanuel Wallerstein califica esa salida de «derrota comparable a la sufrida en Vietnam», ya que «los dirigentes políticos iraquíes obligaron a Estados Unidos a retirar sus tropas» y «la retirada ha sido una victoria para el nacionalismo iraquí». Según Wallerstein, después de dos guerras, de los años de embargo y de 8 años de ocupación que han dejado millones de muertos y una destrucción enorme, Irak parece ahora más fuerte e independiente en la medida en que ha logrado imponer su voluntad a la principal potencia mundial.

Durante la ocupación, la CIA y el Departamento de Estado trabajaron a fondo a favor de «una solución política en Irak basada en el federalismo», según la enmienda que el actual vicepresidente estadounidense Joe Biden logró hacer adoptar en el Senado, en 2007. Esa enmienda prevé «la descentralización de Irak en tres regiones semiautónomas: kurda, sunnita y chiíta», con un «gobierno central limitado a Bagdad». La «descentralización», que en realidad es un desmembramiento del Estado unitario, ya existe en el sector energético, con poderes locales que concluyen acuerdos directos con las multinacionales, entre las que predominan las de Estados Unidos. Pero las tropas estadounidenses que se van de Irak no regresan a casa sino que son, en gran parte, «reposicionadas» en otros países del Golfo, donde Estados Unidos ya tiene un contingente de 40 000 militares, de los que 23 000 se encuentran en Kuwait, contingente que cuenta por demás con el apoyo de poderosas fuerzas navales y aéreas. Además, en los Emiratos Árabes Unidos está naciendo un ejército secreto que se encuentra a la disposición del Pentágono y de la CIA. «Esta robusta presencia militar en toda la región demuestra la continuación de nuestro compromiso con Irak», asegura Hillary Clinton.

El plan tiene previsto potenciar militarmente a las monarquías de la región mediante la creación de una especie de «OTAN del Golfo» y utilizarlas también en África, como ya sucedió con la participación de Qatar y de los Emiratos Árabes Unidos en la guerra contra Libia. Mientras tanto, tropas iraquíes participarán, en Jordania, en la maniobra regional antiguerrilla Eager Lion, en 2012.

Esa –sostiene Washington– es la nueva forma de hacer la guerra que se puso a prueba durante la operación contra Libia y que ha demostrado que, sin enviar tropas ni sufrir bajas, «los dirigentes de ciertas potencias de mediana importancia pueden ser derrocados por control remoto», mediante el uso de las fuerzas aéreas y navales y haciendo que sean los aliados quienes asuman el peso más importante.

Entre estos últimos se encuentran los nuevos dirigentes libios, quienes –según fuentes dignas de crédito– han propuesto a la OTAN la creación en Libia de una gran base militar permanente. El plan, que en realidad se decidió en Washington, prevé la presencia allí de entre 15 000 y 20 000 militares, entre los que se encontrarían 12 000 europeos, y de considerables fuerzas aéreas y navales, esenciales para la «seguridad interna» y que estarán disponibles para otras guerras contra Irán y Siria.

Todo ello debe ser del agrado de Uri Avneri, quien acaba de otorgar su bendición a la guerra de la OTAN contra Libia, a pesar de que afirma al mismo tiempo que «Libia se liberó sola». Y Farid Adly, quien dice estar convencido de que «la bandera del rey Idris, la de la independencia, no es un síntoma de regreso al pasado», seguramente se sentirá complacido de verla flotar en una nueva gran base militar extranjera, que reemplazará la de Wheelus Field, la base que el «soberano ilustrado» Idris concediera a Estados Unidos y que fue cerrada por el «tiránico» Kadhafi.