Señor secretario general,

Al escuchar su discurso, en Beirut, sobre la absoluta necesidad de realizar reformas, «porque la llama de la libertad encendida en Túnez ya no ha de apagarse», pensé enseguida en una personalidad sueca célebre por su integridad, por su transparencia y su credibilidad en materia de reformas. Me refiero a la señora Inga-Britt Ahlenius, quien fue secretaria general adjunta de la ONU, responsable de la «United Nations Office of Internal Oversight Services (OIOS)», oficina cuya misión consiste en garantizar el buen funcionamiento de los servicios del «gran trasto» [Término utilizado por De Gaulle para referirse a la ONU. Nota del Traductor.], particularmente en el sector de las finanzas, cargo que ejerció durante su mandato de usted.

Usted sabe perfectamente, señor secretario general, que la señora Ahlenius, cuyo itinerario profesional fue siempre irreprochable, tanto en Suecia como en el aparato administrativo de la ONU, redactó un informe de unas 50 páginas sobre el estado de la organización en el sector de las finanzas, y sobre el uso de los fondos públicos en los presupuestos de los diferentes servicios.

Ese informe lo señala a usted como principal responsable de los abusos financieros cometidos sobre todo en el servicio que usted mismo dirige, lo señala a usted como responsable de la falta de transparencia, y llega incluso a decir: «señor, su acción no tiene precedentes (…) Usted se merece algo más que una condena»

Habilitada, debido al cargo que ocupaba, para dirigir la guerra contra la corrupción en el seno de la ONU y vigilar el buen funcionamiento de los servicios, la señora Ahlenius escribe que tiene la certeza de que está usted implicado en el desorden financiero y en la total falta de transparencia que caracteriza la administración que usted mismo dirige: «La acción de usted careció de transparencia y no respetó las reglas de auditoría», señala la señora Ahlenius. Y concluye: «Siento tener que decir que la secretaría general entra en una fase de descomposición, que está desmoronándose por completo y yo diría incluso que ya no hay manera de salvarla».

Usted observó un mutismo total ante ese informe. Sin embargo, a pesar de haberlo ignorado por completo, usted ordenó incluso que lo retiraran de la página web de la ONU, sólo 48 horas después de su puesta en línea [la Red Voltaire ha logrado conseguir ese documento y usted podrá descargarlo a través del vínculo que aparece al final de esta página].

Si hemos logrado conocer la existencia de ese informe ha sido únicamente gracias a unos pocos periodistas que llegaron a verlo, pero que no le dieron el acompañamiento mediático que realmente merecía, y que ni siquiera lo interrogaron a usted sobre ese tema, quizás por temor a desencadenar un proceso que podía abrir el expediente de la corrupción generalizada que reina en el seno de su administración en detrimento de los intereses de los pueblos del mundo.

Recuerde usted, señor secretario general, que la señora Ahlenius, justo después volver a su país natal, y en respuesta a la publicación, en agosto de 2010, de ese informe, con el que coronó su mandato de 5 años, le dedicó a usted un libro que escribió junto al periodista sueco Nialas Ekdal.

En esa obra, titulada Señor Suerte, el deterioro de la ONU bajo la dirección de Ban Ki-moon [1], los autores detallan los numerosos abusos que están privando a la ONU de un mínimo vital de credibilidad.

Los autores lo califican a usted de incompetente y corrupto, lo cual implica un enorme descrédito para todo el conjunto de la actividad profesional de usted.

Señor secretario general,

Ese libro, al igual que el informe, fue blanco de ataques silenciosos, que contribuyeron a acallar totalmente la repercusión que debió haber tenido en el plano mediático. Bien conoce usted cuáles las fuerzas ocultas que luchan contra la verdad que defiende la señora Ahlenius. Son las mismas que lo protegen a usted, señor secretario general.

¿Cómo se atreve usted a hablar de reformas siendo usted mismo un ladrón?

Quizás no esté usted acostumbrado a oír críticas tan directas, tan enérgicas y tan reales, pero va a tener que acostumbrarse. Desde el punto de vista moral, no está usted en lo absoluto en posición de dar lecciones de reformas a nadie. Sería interesante aprovechar la referencia que usted mismo hace a las reformas para exigir que estas se apliquen, en primer lugar, a la ONU. El primer paso en esa dirección exigiría que usted mismo fuese interrogado por una comisión investigadora, habilitada para enviarlo ante un tribunal competente. El mundo necesita un nuevo Nuremberg para juzgar los delitos de corrupción y el saqueo de los bienes de los pueblos. ¿Qué piensa usted de eso?

Los bienes públicos que, según la señora Ahlenius, ha utilizado usted ilegalmente, pertenecen a los pueblos del mundo, cuyos gobiernos financian la organización que usted dirige y pagan los salarios de usted mismo y de todo el personal de la ONU.

De paso, es interesante ver que los gobiernos que tratan de conformar un bloque de resistencia contra el control que Estados Unidos ejerce sobre los mecanismos de la ONU, y que lo acusan a usted de actuar como un agente pagado por Washington, evitan sin embargo reclamar la creación de una comisión investigadora sobre las acusaciones de la señora Ahlenius contra usted. ¡Y ahora resulta que se invierten los papeles y que es usted quien les da a ellos lecciones sobre las reformas!

Señor secretario general,

Horas antes de su llegada a Beirut, nos prometía usted la nominación de un nuevo fiscal general para el Tribunal Especial para Líbano (TEL), para reemplazar así al juez Daniel Bellemarre, que presentó su demisión.

Díganos entonces, ¿qué tipo de jueces podría nombrar una persona tan impugnada como usted? ¿Qué podemos esperar de una justicia administrada por jueces que hayan aceptado ser nombrados por una persona que ha sido sorprendida robando por su propio secretario general adjunto?

¿Acaso es ese «el más alto grado de profesionalismo y de transparencia» que nos prometió el difunto presidente Antonio Cassese?

Señor secretario general,

¿En nombre de qué sabiduría ha guardado usted silencio ante las acusaciones formuladas por la señora Ahlenius? ¿Califica usted acaso como «crimen de honor» o como «crimen político» el hecho de dilapidar un dinero que no le pertenece?

¿O prefirió usted callarse por temor a que el mundo entero tenga conocimiento de la existencia de esas acusaciones?

Por una primavera en el seno de la ONU

Imaginemos, por el contrario, que cierta cantidad de países exigiesen la creación de una comisión investigadora y que se confirmaran las pruebas de la culpabilidad de usted y de otros dirigentes de la ONU.

¿No estaríamos entonces a las puertas de un período que justificaría la denominación de «Primavera de las Naciones Unidas»?

Terje Rod-Larsen tuvo que renunciar a sus funciones ministeriales en Noruega porque había falsificado sus declaraciones fiscales eludiendo así el pago de impuestos durante 10 años. En reconocimiento de sus habilidades como falsificador, se le otorgó un cargo en la ONU.

Terje Rod-Larsen, el falsificador

Señor,

Parece que la fidelidad que usted profesa a sus propios protectores se manifestó a través de la presencia en Beirut, entre sus acompañantes, del coordinador en Líbano, señor Terje Rod-Larsen.

Ese señor se niega a reconocer que Israel, país que él que considera su segunda patria, ha acumulado más de 10 000 violaciones flagrantes de las resoluciones de la ONU, desafiando así ante el mundo entero la organización que usted dirige.

El señor Rod-Larsen habla «de incursiones» y no «de actos de guerra de agresión». Es enorme la diferencia entre ambos términos ya que, según la sentencia del juicio de Nuremberg, la guerra de agresión es «el crimen internacional supremo» y quienes lo cometen se exponen a ser acusados de crimen de guerra ante la justicia internacional.

¿Será que, al igual que el gobierno libanés y la delegación permanente del Líbano ante la ONU, ignora usted la diferencia entre «incursión» y «actos de guerra de agresión»?

Es evidente en todo caso que su coordinador en el Líbano, el señor Rod-Larsen, no ignora la diferencia entre ambos términos. Pero oculta esa realidad para evitar toda referencia al crimen internacional supremo porque la consecuencia no podría ser otra que una acusación contra los dirigentes israelíes por crimen de guerra, lo cual, aún sin entrar a tener en cuenta que son reincidentes, agrava la responsabilidad criminal de dichos dirigentes, sobre todo ante el hecho que el número de sus «actos de guerra de agresión» ha batido todos los récords en los anales de las guerras y conflictos.

A eso me limitaré, señor secretario general, excusándome por no terminar mi carta a usted con la presentación de mis respetos y de mi consideración, quedo a la espera de los resultados de una verdadera investigación sobre el informe y el libro de la señora Inga-Britt Ahlenius, a quien expreso toda mi consideración y mi más profundo respeto.

Fuente
As-Safir (Líbano)

[1Mr Chance: – FN:s förfall under Ban Ki-moon, por Niklas Ekdal e Inga-Britt Ahlenius, Estocolmo 2011. ISBN 978-91-7337-271-8