Vivimos en una partidocracia, en la que el total control de la vida política y electoral del país lo tienen las cúpulas de los partidos que, además, son financiados por nosotros a través de los impuestos, aunque no estemos de acuerdo con ellos.

Cada uno de nosotros financia a los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática, Verde Ecologista de México, Nueva Alianza, del Trabajo, Movimiento Ciudadano, pero no tenemos derecho a proponer como candidatos a personas que conocemos, en quienes confiamos o concordamos en proyectos. De nuestros impuestos se financia a los partidos que gobiernan para servir a los grandes corporativos y que castigan y golpean al pueblo. Este año al Instituto Federal Electoral (IFE) y a los partidos políticos se les darán 16 mil millones de pesos.
El actual sistema político está diseñado para que un grupo tenga todo el control de las decisiones: la “mafia del poder”, y esta clase política está al servicio de los grandes monopolios privados. El sistema otorga todo el poder a esta minoría supeditada a la oligarquía pro estadunidense, para que tenga todas las formas de servirla a través de los tres poderes que acatan una sola dictadura: la del gran capital imperialista.

Los “tres poderes son uno sólo”

El Ejecutivo tiene un enorme poder en todos los ámbitos de la vida política nacional y, junto con el Legislativo, escoge a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, a los consejeros del IFE, al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, al presidente de la Comisión de los Derechos Humanos, etcétera. De modo que todo está bajo control y siempre se sigue invariable el dictado de los oligopolios que manipulan a través de los organismos financieros internacionales: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

El sistema de partidos le da una apariencia “democrática” a un sistema que no lo es. En México, cinco presidentes y dos partidos en el poder federal han aplicado la misma política que gozan las corporaciones y sufre el pueblo. Han entregado nuestras riquezas y la mano de obra barata a la más cruel y desmedida explotación. Hoy no podría funcionar una dictadura como la del general Antonio López de Santa Anna o la del expresidente de México Porfirio Díaz Mori, ¡pero qué bien les ha funcionado el sistema de partidos!, que ha seguido la cruel línea neoliberal a sangre y fuego con “vestimenta” democrática, para imponer las decisiones de los poderosos. Dicen que alternancia es democracia, pero el cambio del PRI al PAN únicamente nos ha dado más de lo mismo.

No sólo no podemos seleccionar a nuestros candidatos: además, las campañas son una venta de imagen, compra de votantes, manejo tendencioso de la información por los medios y no como debieran ser: análisis y propuestas para la solución de problemas.

Las elecciones son inequitativas porque las campañas dependen en gran medida del dinero que pueden invertir los candidatos. Los medios de comunicación aparentan que la competencia es transparente y que a través de “encuestas” se conocen las tendencias de los electores. Pero éstas son manejadas al gusto del cliente.

Hoy en México se tiene toda la información de las tendencias electorales por colonia, manzana: en unidades habitacionales se llega a clasificar las preferencias por vivienda. De modo que en el diseño de la encuesta, en el universo de quienes van a ser encuestados, ya está claramente predeterminado cual va a ser el resultado. Y después lo dan a conocer como un “estudio neutral”. Las encuestas son utilizadas por los medios para preparar el ánimo del elector y la sociedad para que acepte los resultados finales, que bien pueden ser fraudulentos, como en las elecciones presidenciales de 1988, en la que el PAN ayudó al PRI, y las de 2006, en las que el PRI apoyó al PAN.

En vez de analizar las propuestas de los candidatos y discutirlas, de dar a conocer los problemas y soluciones y diversas alternativas, la discusión se centra en cómo van las encuestas y en llenar las calles de anuncios con publicidad y muchos nombres que no dicen nada y sólo producen basura y contaminación visual.

En 2012 la “veda electoral” ha servido para que los medios de comunicación sean quienes se adueñen de la discusión. Hasta los anuncios favorables a un candidato pueden ser usados para cansar, como sucede con el spot del actor mexicano Héctor Bonilla, del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que repiten hasta el cansancio para provocar su rechazo. En los supuestos programas de “análisis” se favorece o golpea a los candidatos con total impunidad. Por ejemplo en el de “La mudanza”, conducido por el periodista y analista político Ricardo Alemán, el 4 de marzo pasado (en canal 4 de televisión abierta), se analizó el “lenguaje corporal” de los candidatos. El “experto” al estudiar a Andrés Manuel López Obrador indicó que gesticulaba como los “líderes populistas Hugo Chávez y Fidel Castro”. ¡Vil manipulación!

El IFE y el Instituto Electoral del Distrito Federal nos bombardean de propaganda en la que nos piden “participar”, pero no podemos ni proponer candidatos ni existen mecanismos para plantear programas de gobierno y después validarlos. Los representantes una vez electos no están mandatados y mientras ofrecen una cosa en campaña, en el poder hacen todo lo contrario. En 2009 todos los candidatos a diputados afirmaron que no iban a incrementar los impuestos y lo primero que hicieron fue aumentar el impuesto sobre el valor agregado al 16 por ciento. Felipe Calderón prometió empleos… ¿y qué pasó? También disminuir el precio de la gasolina y no ha hecho sino subirlo. Tampoco en su campaña nunca habló de emprender una “guerra”.

Lo que hacen los presidentes en el poder nunca lo dicen en campaña: Carlos Salinas de Gortari jamás habló del Tratado de Libre Comercio de América del Norte; Ernesto Zedillo Ponce de León nunca mencionó privatizar ferrocarriles o rescatar con el Fondo Bancario de Protección al Ahorro a bancos privados; y Vicente Fox en absoluto propuso integrar energéticos y seguridad con Estados Unidos y Canadá, y más tarde nos lo impuso a través de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte.

De modo que en la elección se firma un cheque en blanco para que en el poder hagan lo que les venga en gana a sus verdaderos patrones (que son las grandes corporaciones extranjeras y sus gobiernos imperialistas). Ahora mismo Calderón y el Senado aprobaron pagarle 175 mil millones de pesos al FMI….¡para rescatar a Europa!

Una vez en el poder y luego de gobiernos desastrosos, no hay ningún mecanismo de revocación de mandato. Luego de más 60 mil muertos y del peor fracaso económico, no hay forma de que un mal gobierno, como el de Calderón, sea revocado.

De modo que para que México tenga una democracia y que lleguen al gobierno personas responsables de un proyecto alternativo, apoyados por el Congreso de la Unión y el sistema judicial, hace falta una renovación democrática y un sistema político que permita que el pueblo mande y decida el rumbo a seguir. Las medidas a tomar son varias.

En primer lugar, financiar el proceso electoral, no a los partidos políticos, para que el dinero se canalice la organización de la expresión del elector. La selección de candidatos debe realizarse por los electores en lugares de vivienda, trabajo, estudio, en los que escojan a personas conocidas, probadas, de confianza. Las elecciones deben ser equitativas, con igual acceso a medios de comunicación para que los candidatos presenten propuestas, cerrar las puertas a las campañas de dinero, a la guerra sucia, a la compra de votantes. Los representantes electos deben cumplir lo acordado en campaña con los electores, sus propuestas, una vez aprobadas por el elector, deben ser un mandato obligatorio. Y por último debe existir un mecanismo de revocación de mandato.

En las elecciones actuales, excepto del proyecto de nación de Morena que puntualiza los compromisos para que México recupere soberanía y retome el rumbo, no hay en los candidatos del PRI y el PAN propuestas de solución a problemas. Al contrario, tanto Enrique Peña Nieto como Josefina Vázquez Mota le prometieron al vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Robinette Joe Biden, continuar con la “guerra” que programó Washington para México e implantó Calderón. Peña Nieto incluso le ofreció “abrir Petróleos Mexicanos”, sin importarle que eso va en contra de la Constitución mexicana. El hecho de que venga dicho vicepresidente a “supervisar” las elecciones y a los candidatos muestra cuan profundamente nos hemos hundido en el neocolonialismo y la dependencia con Estados Unidos, sólo López Obrador reafirmó la independencia y soberanía de México y la necesidad de impulsar la cooperación para el desarrollo y no para la guerra.

El hecho de que en estas semanas Calderón acepte “asociarse” con Estados Unidos para la explotación de yacimientos petroleros en el Golfo de México (denominados transfronterizos), o que entregue 8 mil millones de dólares para el rescate de Europa, muestra que se quiere ganar la voluntad de las grandes potencias y corporaciones extranjeras, para que acepten el resultado de la elección del 1 de julio próximo, “haiga de ser como haiga de ser”.

Pero en México no mandan las potencias extranjeras, sino el pueblo. Hace 150 años el presidente Benito Juárez y el pueblo le demostraron al mundo que no importa que las grandes potencias se unan para dominarnos. Cuando un pueblo está unido y decidido, no hay quien lo someta.

Hoy ha llegado el momento de conquistar la plena independencia y soberanía, y esta lucha va íntimamente ligada al triunfo de la democracia. Urgen profundas transformaciones. Vienen tiempos de cambio, de renovación del sistema político y electoral para que sea el pueblo quien ejerza su soberanía y las decisiones favorezcan los intereses de la mayoría y el desarrollo y bienestar en México. Para ello es imprescindible la renovación democrática. Es una tarea pendiente que exige solución.

Fuente: Revista Contralínea 276 / 18 marzo de 2012