Televisa y TV Azteca han enderezado una campaña contra la vida privada del dueño de Reforma, Alejandro Junco de la Vega, y como si ellos no tuvieran una vida privada demasiado pública, practican en sus medios de comunicación una carencia absoluta de pluralidad y equilibrio informativo. Y rabiosamente atacan al diario, con la pretensión de imponerle lo que suponen debe ser la línea editorial. Ellos sí ejercen la máxima libertad de expresión y hasta su abuso, a sus anchas; pero nada les impide predicar como si fueran ejemplo, cuando constantemente se les ve actuar con la mayor impunidad y con el visto bueno y cómplice del presidencialismo calderonista, cuando de información se trata: dosificada y tergiversada, para los televidentes y radioescuchas. A falta de los controles que propuso el filósofo, sociólogo y teórico de la ciencia, Karl R Popper, en su ensayo “La televisión es mala maestra”, y que le permite al duopolio televisivo hacer lo que se le venga en gana, no titubea para agredir a la prensa que no le hace el juego.

Como Reforma es un periódico con lectores a diestra, centro y siniestra, conquistados por su información, análisis y crítica, al ejercer un periodismo de contrapoder, sus enemigos, como Azcárraga-Salinas, se enfurecen con lo que aparece en sus páginas sobre actividades empresariales y el capitalismo salvaje y de libertinaje que practican. Éstas deberían ser pintadas de rosa para que se parezca a las que exhiben TV Azteca y Televisa, donde sus intereses las muestran como devoradoras del botín de telecomunicaciones que le disputan al grupo, igual de voraz, de Slim.

No ha entablado una discusión el monopolio televisivo. Se ha dedicado al clásico Poncio Pilatos: lavarse las manos en público mientras sus arremetidas en inserciones como propaganda pretenden, con sus verdades a medias y falsas imputaciones completas, limar el filo de la información del periódico que no se somete a sus intereses. Le exigen que aplique la “ética periodística”, como si la información de este asunto careciera de veracidad: quieren todo el botín que les pelea su antiguo cliente Slim. No es una competencia, sino que muestra el apetito monopólico de los ahora enemigos.

Reforma ha publicado lo que acontece en la rebatiña de las telecomunicaciones y lo que le parece fundamental de la información, y no tiene porqué pedirle a Televisa y TV Azteca que la revisen previamente, lo que sería una censura. El periódico hace uso de la libertad y obligaciones de prensa constitucionales, al informar a sus lectores, en su primera plana, lo que a sus directivos editoriales les parece relevante y en sus páginas interiores lo demás, mientras le tupen de ataques los enmascarados con la marca Iusacell y lo acusan ante su consejo editorial, al querer que se someta a lo que ellos entienden, mañosamente, por periodismo.

Desaprueban cómo Reforma ha ventilado este conflicto y quieren que la información sea publicada a su conveniencia. Y para sustentar sus imputaciones insultan al matutino en desplegados, que el mismo diario publica. Pero en sus páginas interiores, en un rincón, no deja de publicar lo que se refiere a Iusacell, a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y todos los protagonistas del escándalo provocado por los dos monopolios que quieren todo para uno de ellos.

Lo grave es que agredan ferozmente a Reforma al usar sus radios y televisoras, al buscar coartar las libertades de prensa del matutino que, como los demás medios de comunicación, ha exhibido la información con diferentes criterios editoriales.

Fuente: Revista Contralínea 275 / 11 marzo de 2012