Hildebrandt en sus trece, 20-4-2012, p. 3, No. 103

Escribo estas líneas como aprista de toda la vida. Por ello, estos párrafos no se deben atribuir a ninguna labor pública ni oficial. Las escribo estrictamente en nombre propio.

Como aprista educado en hogar aprista - como miles de hogares peruanos que durante décadas formaron parte de una comunidad política y espiritual identificada con una causa superior de justicia y de decencia - siento necesario decirle a Alan García Pérez, ante su insólita “Carta al aprismo masivo y popular”, que él ya no tiene derecho ni autoridad moral para invocar el sacrificio de nuestros mártires ni dirigirse ahora en esos términos a los apristas en el país.

Uno hubiera esperado algo de sinceridad y arrepentimiento, entonces la decisión natural y valiente hubiera sido que el principal responsable de la más grave crisis que sufre el APRA reconociera su culpa y diera realmente un paso al costado, como Víctor Raúl se lo habría exigido. Pero no, a pesar de estar perfectamente consciente que su accionar desde el Partido - potenciado por el máximo poder que tuvo desde el gobierno del Estado - ha diezmado al otrora poderoso Partido del Pueblo, el señor García se exonera a sí mismo, absolutamente, de toda responsabilidad por la debacle, y denuncia a su propio entorno de dirigentes que sólo acataron su voluntad y se sometieron, una y otra vez, a sus decisiones.

“¿Qué hemos dejado de hacer para que nuestro Partido no se haya fortalecido más?”. ¿Alan García pretende que no lo sabe ni se da cuenta de aquello que para la inmensa mayoría de apristas y de la opinión pública es una evidencia incontrastable?. Su pregunta insulta a la inteligencia. En todo caso la interrogante es: ¿qué ha ocurrido - y sigue ocurriendo - para que el APRA no tenga hoy credibilidad y sea rechazada por la gran mayoría de peruanos?.

Han ocurrido cosas como estas: prometer solemnemente - y casi jurar - en el 2006, en nombre del APRA de Haya de la Torre, que se aspiraba al gobierno para realizar “el cambio responsable”, reiterar cien veces que se restituirá - modificada - la Constitución de 1,979, no sólo para reencaminar al Perú por la democracia, la justicia y la modernidad, sino, sobre todo, por una cuestión básica de dignidad nacional; prometer nuevamente, en discursos por todo el país, y ante millones de peruanos, que se aplicaría una economía social de mercado para revertir pacíficamente la enorme desigualdad producida por la desarticulación económica y social, lo que es aprovechado por la organización criminal del narcotráfico con el terrorismo; asegurar que se impulsarían políticas de derechos económicos y sociales, con transparencia en la gestión pública; anunciar que se combatiría realmente a la corrupción para, ya en el gobierno, concretar y mantener durante 5 años un pacto infame con el fujimorismo; en suma, prometer todo esto para terminar deshonrando vergonzosamente ante el país, una y otra vez, la palabra empeñada, comprometiendo gravemente la credibilidad y la imagen histórica del aprismo y del PAP, esa es la razón poderosa y determinante para la actual situación del Partido, Sr. García.

¿Crecimiento económico con exportación de minerales en crudo sin valor agregado?. Absurda y viejísima opción. ¿De qué nos sirve eso si destruimos el medio ambiente?. ¿Qué nos quedará cuando se agoten esos recursos sin haber industrializado al país, sin desarrollo social, sin pacificación, sin redistribución justa ni innovación tecnológica del modelo de producción?.

¿Y cómo explicar que al cabo de los cinco años del gobierno anterior el Perú pasó a los registros mundiales como el primer país exportador de cocaína?

No es posible callar, ni engañarse, ni engañar a los demás. En ese liderazgo fracasado de García, con prácticas abusivas y dictatoriales ordenadas y cumplidas al interior del Partido para desmovilizarlo y consumar políticas de Estado contra la nación, con educación pública de pésima calidad, con agravios a quechuas, aymaras, asháninkas y awajuns, con concesiones fraudulentas de nuestros recursos naturales y puertos (incluyendo el Callao), rematando Collique, y, finalmente, con las múltiples acusaciones por poderosos indicios de mega CORRUPCIÓN en que terminó su gobierno y que afectan injustamente al pueblo aprista, allí está la relación causal que explica el descorazonamiento y el desaliento, sin precedente histórico, en las filas del aprismo. ¿Quién es el responsable principal de que detesten al APRA y de su desbase social?

Sencillamente dicho, el futuro del APRA y del aprismo histórico ya no puede pasar por la voluntad de Alan García y su entorno. El aprismo aún latente en miles de corazones y mentes va mucho más allá del PAP, pero incluye al PAP. Y en cierta medida serán los apristas valientes militantes y dirigentes de base distritales, provinciales y regionales - ellos saben a quiénes me refiero -, quienes tienen la primera palabra, en este difícil proceso de recuperación y sanación del aprismo.

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