Es considerable el progreso que registra el Frente de Izquierda en la primera vuelta de la elección presidencial en Francia, el 23 de abril de 2012.

Con 3’985,928 votos –el Partido Comunista sólo obtuvo 707,268 sufragios en 2007–, Jean-Luc Melenchon logra restaurar una familia política prácticamente destruida por su participación en los gobiernos de Francois Mitterrand, por el derrumbe del modelo soviético y, posteriormente, por la transformación del Partido Comunista –de partido revolucionario consagrado a la lucha de clases pasó a ser un partido políticamente correcto orientado hacia los problemas sociales–, mutación que llevó a sus desorientados electores a disgregarse en las formaciones trotskistas y ecologistas.

Esta resurrección ideológica llega acompañada, sin embargo, de una profunda transformación sociológica. Los electores del Frente de Izquierda pertenecen a una clase proletaria (o sea, no propietaria de su herramienta de trabajo) más cercana de la burguesía popular que de los obreros y campesinos. Esta nueva formación ha logrado una original síntesis entre los temas marxistas y las preocupaciones contemporáneas alrededor de conceptos nuevos, como la planificación ecológica.

En todo caso, el Frente de Izquierda aún no logra un resultado similar al del Partido Comunista anterior a la Unión de la Izquierda. En 1981, la candidatura de Georges Marchais lograba 4’456,922 sufragios (con 8 millones menos de electores registrados). Jean-Luc Melenchon no ha podido convencer a ciertos electores tradicionales del PC, que habían votado por el No en el referéndum de 2005 sobre la Constitución europea. Esos electores han negado su voto de confianza a una personalidad que, según piensan, hizo en aquel entonces un doble juego.

Las reservas de estos electores se han visto reforzadas por las vacilaciones retóricas del Frente de Izquierda, que se presentó más como adversario político del ultraderechista Frente Nacional que como adversario político de la oligarquía y que, en materia de política internacional, adoptó posiciones más superficiales que antiimperialistas, como por ejemplo: «Admiro a Hugo Chávez, pero no entiendo su respaldo a Mahmud Ahmadinejad».

El trabajo de los parlamentarios que resulten electos en junio próximo como representantes de esta nueva formación permitirá comprobar si el Frente de Izquierda ha logrado reconstruir una fuerza anticapitalista y antiimperialista o si se trató tan sólo de una operación temporal destinada a garantizar la movilización del electorado favorable al Partido Socialista con vistas a la segunda vuelta de la elección presidencial.